¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar donde el tiempo parece detenerse y el agua susurra historias antiguas: Neak Pean, en el corazón de Angkor Wat.
Imagina que el aire a tu alrededor empieza a cambiar, se vuelve más fresco, más húmedo. Escuchas el suave chapoteo del agua, casi un murmullo que te guía. Caminas sobre una pasarela de madera, sientes su solidez bajo tus pies, un puente que te lleva sobre un lago sereno, donde el sol se filtra entre los árboles altos. El olor es una mezcla de tierra mojada, hojas caídas y una brisa que trae consigo el aroma dulce de nenúfares. No puedes ver, pero *sientes* la inmensidad del agua a ambos lados, el espacio que se abre, y al final, una pequeña isla circular de piedra, como una joya flotante. Es un lugar de paz, donde cada sonido, cada aroma, te invita a respirar profundo y sentir la antigüedad.
Este no es solo un templo más en medio de la jungla. Mi abuela, que nació a la sombra de estas piedras, solía contar que Neak Pean era el "hospital" de los antiguos jemeres. Decía que no curaban con medicinas como las de hoy, sino con la fe y el poder del agua. La gente venía de muy lejos, enferma del cuerpo o del alma, y se bañaba en las piscinas que rodeaban la principal. Creían que cada una de esas piscinas, alimentadas por la central, tenía la esencia de un elemento —tierra, agua, fuego, viento— y que al sumergirse, el equilibrio volvía a ellos. No era magia, decía mi abuela, era la sabiduría de saber que el cuerpo y la mente necesitan armonía, y que la naturaleza, aquí, te la ofrecía. Es por eso que, aunque veas ruinas, sientes la energía de un lugar que fue diseñado para sanar.
Para llegar a Neak Pean, lo más común es que tu tuk-tuk o coche te deje en el punto de acceso dentro del "Gran Circuito" de Angkor. Una vez allí, no esperes un templo imponente justo a la vista. Primero, tendrás que caminar un buen trecho. Es una senda larga y recta, sobre una pasarela de madera elevada que atraviesa el gran Baray (un embalse artificial). Sentirás cómo la brisa te acompaña y, si vas temprano, escucharás el canto de los pájaros. Este camino, que puede parecer largo, es parte de la experiencia; te prepara, te desconecta del bullicio. La pasarela es firme y segura, pero tómate tu tiempo, especialmente si hay mucha gente. Al final de este camino, verás el templo emerger.
El mejor momento para visitar Neak Pean es a primera hora de la mañana o al final de la tarde. A esas horas, la luz es más suave, el calor menos intenso y hay menos gente, lo que te permite sentir la tranquilidad del lugar sin distracciones. Lleva agua, siempre. La caminata por la pasarela, aunque plana, puede ser calurosa. Un sombrero o gorra y protector solar son esenciales. No hay vendedores de comida o bebida cerca del templo, así que planifica bien. Neak Pean forma parte del circuito más grande, así que normalmente se visita junto con Preah Khan y Ta Som. Es una parada que, aunque pequeña, te regala una perspectiva diferente de la grandeza y la filosofía jemer. Dale al menos 30-45 minutos para apreciarlo sin prisas.
¡Nos vemos en el próximo destino!
Sofía del Camino