¡Hola, amigos! Acabo de volver de un viaje alucinante, y tengo que contaros sobre un lugar que me ha dejado con el corazón encogido y la mente volando: el Warner Bros. Studio Tour London. Imagínate la piel de gallina, ese cosquilleo que te recorre desde la nuca hasta los pies, justo cuando las luces se atenúan y sabes que estás a punto de entrar a un mundo que solo habías soñado. Hay un silencio expectante en el aire, casi puedes saborear la emoción colectiva. Luego, de repente, ¡zas! Se abren las puertas y te ves ahí, plantado, sintiendo el eco de tus propios pasos en un suelo que te parece antiguo, respirando un aire que, inexplicablemente, huele a magia y a aventura. Es como si el aire mismo estuviera cargado de los susurros de mil historias.
Y hablando de historias, ¿recuerdas el Gran Comedor? Pues bien, prepárate para sentirte diminuto. Caminas por ese espacio inmenso, y aunque sabes que es un set, tus sentidos te gritan otra cosa. Sientes el frío de la piedra bajo tus dedos si rozas las paredes, el crujido sutil de la madera de las mesas bajo tus palmas, y el eco de las voces de otros visitantes se mezcla con una banda sonora imaginaria de risas y bullicio estudiantil. Cierras los ojos y casi escuchas los murmullos de los estudiantes, el tintineo de los cubiertos, el crepitar de las antorchas. Es una inmersión total que te envuelve, te hace parte de algo mucho más grande, y te deja con esa sensación de asombro infantil.
Pero si hay algo que me sorprendió de verdad, más allá de la escala, es Callejón Diagon. Te lo juro, es como si hubieran arrancado un pedazo de los libros y lo hubieran plantado justo delante de ti. La calle es estrecha, las tiendas se amontonan unas sobre otras, cada escaparate es una obra de arte con miles de detalles. Te mueves entre la gente, casi rozando las fachadas, y sientes la textura irregular de los ladrillos, la frialdad del cristal de los escaparates. El sonido ambiente es una mezcla de risas, exclamaciones de asombro y un murmullo constante que te hace sentir en medio de un mercado mágico. El olor... ah, el olor. Es una mezcla dulce y especiada, como a pergamino viejo, a pociones extrañas y a los dulces de Honeydukes. Lo que más me impactó fue la cantidad de objetos y accesorios reales que tienen allí; cada cajón, cada estantería, está repleta de cosas que usaron en las películas. Es un festín para los ojos y para el alma.
Ahora, pasemos a lo práctico, porque sé que te gusta el grano. Lo primero y más importante: reserva tus entradas con muchísima antelación. No es una sugerencia, es un mandamiento. Se agotan rápido, especialmente en temporada alta o fines de semana. Para llegar, lo más fácil es tomar un tren desde Euston hasta Watford Junction (unos 20 minutos) y desde allí hay un autobús especial de Warner Bros. que te lleva directamente a los estudios (otros 15 minutos). Intenta llegar un poco antes de tu hora de entrada, así tienes tiempo para la cola y el control de seguridad sin prisas. Te lo digo como amiga: la planificación aquí es clave para no agobiarte.
Y aquí va lo que no me encantó, para ser totalmente honesta: las multitudes. A veces, la cantidad de gente, sobre todo en zonas populares como el autobús noctámbulo o la cola para la cerveza de mantequilla, puede ser un poco abrumadora. Se forman tapones y es difícil ver los detalles con calma. La cerveza de mantequilla, por cierto, es una experiencia que hay que probar, pero es bastante cara y la cola es larga. Lo mismo ocurre con las fotos "mágicas" donde te ponen sobre una escoba voladora; son divertidas, pero el precio es bastante elevado. Ten en cuenta que, aunque la entrada merece la pena, los extras pueden sumar una buena cantidad al coste total.
Sobre la comida, hay cafeterías en el lugar, pero, como es de esperar, los precios son un poco altos y la oferta es la típica de parque de atracciones. Si quieres ahorrarte algo, puedes llevar tu propia comida y comerla en las zonas habilitadas para picnic, especialmente al aire libre en la zona del patio trasero. En cuanto a la duración de la visita, no vayas con prisa. Aunque la gente suele tardar unas 3-4 horas, yo te recomendaría reservar al menos 5 o 6 horas si eres un verdadero fan y quieres empaparte de todo, leer todas las explicaciones y hacerte fotos sin sentir que te persiguen. Hay muchísimos detalles ocultos.
Al final del día, te vas con esa sensación de haber vivido algo extraordinario. A pesar de las multitudes o el precio de la cerveza de mantequilla, la experiencia es indescriptible para cualquier fan de Harry Potter. Es un viaje al corazón de la magia, una oportunidad de tocar, oír y casi oler, un mundo que solo existía en tu imaginación. Sales con la cabeza llena de historias, las manos con ganas de volver a tocar una varita, y esa chispa de asombro que te recuerda lo bonito que es soñar.
¡Un abrazo mágico!
Olya de las callejuelas