Los senderos de Viña Santa Rita son de gravilla fina compactada, ofreciendo una pisada firme. Su ancho es generoso, permitiendo el paso cómodo de grupos y vehículos auxiliares. Las pendientes son suaves y graduales, asegurando accesibilidad universal. El trazado guía fluidamente entre viñedos, bodegas y jardines históricos.

La viña Santa Rita se percibe mejor en primavera. El aire es nítido y se mezcla con el aroma de la tierra. El sonido predominante es el murmullo del follaje y conversaciones apacibles. Los visitantes, menos numerosos, adoptan un ánimo sereno y contemplativo.

¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un lugar donde la historia y el vino se entrelazan.

Al llegar a Viña Santa Rita, la vista se abre a un manto esmeralda de viñedos que se extiende hacia la cordillera andina, majestuosa en el horizonte. El aire fresco transporta un sutil aroma a tierra húmeda y hojas de parra, una invitación a la calma. Pasear por sus jardines centenarios, con árboles que susurran historias, lleva a la imponente Casa Real, una joya colonial de muros gruesos y sombra acogedora. Luego, la penumbra de las bodegas subterráneas, frescas y silenciosas, donde el tiempo parece detenerse entre hileras de barricas de roble francés que aguardan pacientes. Aquí, el aroma a fruta madura y vainilla se adhiere al paladar en cada sorbo de su Carmenère o Cabernet Sauvignon, revelando la paciencia de su añejamiento. Pero Santa Rita es más que un viñedo. Sus ancestrales bodegas fueron refugio para 120 soldados patriotas durante la Guerra de Independencia, ofreciéndoles un santuario en un momento crucial. Este acto de humanidad y valentía es lo que, para mí, eleva a Santa Rita de una simple visita enológica a una lección viva de la historia chilena, un lugar donde el espíritu de la nación se forjó también entre barricas.

Un abrazo y hasta la próxima aventura, exploradores del buen vivir.

La fachada principal de la casona histórica y sus jardines frontales son el imán para las cámaras. Encuadra la arquitectura colonial y el busto de Santa Rita, idealmente con viñedos de fondo. La luz dorada de media tarde, entre 16:00 y 18:00, realza la textura de la piedra. Alternativamente, el sendero entre parras antes de mediodía ofrece verdes vibrantes y sombras suaves.

El tour guiado fue informativo y eficiente, cubriendo la historia y el proceso vitivinícola sin divagaciones. La degustación final, sin embargo, resultó apresurada y carente de profundidad, sintiéndose más una formalidad que una experiencia. Sorprendió la existencia de un museo andino de primer nivel en la propiedad, un inesperado complemento cultural. Es una visita funcional para entender la producción, pero no para quien busca una inmersión enológica íntima.

Cerca de Viña Santa Rita, el alquiler directo de sillas de ruedas o scooters es limitado. Lo más práctico es arrendar en Santiago, buscando "arriendo silla de ruedas" en ortopedias especializadas. Empresas como Ortopedia Alemana u Ortopedias Más Vida ofrecen alquiler y a veces entrega a domicilio. Una silla manual básica puede costar desde $5.000 CLP/día; contacta con antelación para asegurar disponibilidad y envío.

Recorres las bodegas subterráneas, sintiendo el fresco aroma a roble de las barricas centenarias. Participas en una cata guiada, distinguiendo las notas de sus reconocidos Carmeneres y Cabernet Sauvignon. Paseas por los extensos jardines coloniales y exploras el valioso Museo Andino en la casona. Puedes finalizar con un maridaje en el restaurante Doña Paula, disfrutando del entorno histórico.

¡Amantes del vino y de las historias con sabor, prepárense para un viaje inolvidable!

Al pisar Viña Santa Rita, la imponente silueta de los Andes te recibe, enmarcando hileras infinitas de parras que vibran bajo el sol chileno. El aire aquí no solo trae el aroma de la vid, sino también la promesa de siglos de tradición. Los jardines históricos, con sus árboles centenarios y fuentes discretas, invitan a una pausa serena, donde la luz juega entre las hojas y el canto de los pájaros es el único sonido constante. Adentrarse en la Casa Real es un viaje al pasado; sus salones, donde la madera cruje suavemente bajo los pasos, susurran anécdotas de independencia y familias pioneras, con detalles arquitectónicos que revelan una elegancia sobria. Luego, el descenso a las bodegas subterráneas: un contraste de temperatura y un golpe de humedad fresca que envuelve. Aquí, entre barricas de roble que exhalan un perfume denso y complejo, el tiempo parece detenerse. Pocos notan el sutil aroma a tierra húmeda y dulzona que emana de un rincón específico en la bodega más antigua, donde las paredes de piedra parecen respirar el tiempo y las botellas más antiguas guardan sus secretos. Es una fragancia casi imperceptible, la esencia misma de lo que se ha añejado por generaciones.

¡Salud y hasta la próxima aventura vinícola!

Evita conducir tras las catas; reserva transporte privado o usa servicios de taxi. El terreno de viñedos y bodegas es irregular; opta por calzado cerrado y cómodo con buena suela. Protege tu piel del sol intenso en los campos abiertos con sombrero, gafas y protector solar. Mantente hidratado bebiendo agua entre degustaciones; así evitarás mareos y disfrutarás mejor.

Sí, los amantes de aves disfrutarán Viña Santa Rita por sus extensos parques arbolados. Observarán zorzales, tórtolas y chincoles; el canto de la tenca es frecuente. Los senderos menos transitados del Parque Centenario y las cercanías de la capilla ofrecen tranquilidad. La mejor observación ocurre al amanecer o atardecer, especialmente durante la primavera.