Los senderos principales son de asfalto, amplios. Son mayormente planos, bordeando la orilla del agua. Este sendero continuo guía a los usuarios en paralelo al Puget Sound. Carriles específicos separan a peatones de ciclistas, facilitando el tránsito.

La mejor sensación en Myrtle Edwards Park surge en las mañanas tardías de primavera o principios de otoño. El aire, fresco y salino del Puget Sound, se impregna del suave murmullo de las olas y el distante tintineo de bicicletas. Corredores y paseantes comparten el espacio con una calma activa, absortos en las vistas de la bahía y los picos olímpicos. Este ambiente permite una conexión serena con el paisaje urbano-marino, lejos de las aglomeraciones.

¡Hola, exploradores! Hoy os llevo a un rincón de Seattle donde el agua y la ciudad bailan en perfecta armonía.

Myrtle Edwards Park se despliega como una alfombra verde a orillas del Puget Sound, ofreciendo un respiro inmediato del pulso urbano. Aquí, el aire salado acaricia el rostro mientras la mirada se pierde entre las siluetas de los ferries que surcan las aguas y la imponente cordillera Olympic en el horizonte, siempre cambiante con la luz. El sendero pavimentado, amplio y acogedor, invita a ciclistas y corredores a un ritmo pausado, donde cada pedalada o zancada revela nuevas perspectivas: desde las esculturas de arte público que salpican el césped hasta los barcos de carga que avanzan majestuosos hacia el puerto. El murmullo de las olas se mezcla con el graznido de las gaviotas, creando una banda sonora natural que aísla del bullicio de la ciudad, a pesar de estar a pocos pasos del centro. Recuerdo una tarde, tras un día especialmente agotador, cómo el simple acto de sentarme en un banco y observar un águila marina planear sobre el agua, para luego zambullirse, me conectó de nuevo con la naturaleza salvaje que persiste incluso en una metrópolis. Fue un recordatorio palpable de la belleza y la calma que este parque ofrece, una especie de bálsamo para el alma. Es un lugar donde la energía de Seattle se encuentra con la serenidad del Pacífico, un lienzo donde cada atardecer pinta el cielo con tonos imposibles.

¡Hasta la próxima aventura en la ciudad esmeralda!

Junto al muelle, el icónico "borrador de máquina de escribir" enmarca la Aguja Espacial y el *skyline* de Seattle. La luz dorada de la tarde realza los detalles urbanos. Más al norte, el sendero ofrece vistas despejadas de las Montañas Olímpicas sobre Puget Sound. El atardecer allí produce contraluces espectaculares y cielos vívidos.

Myrtle Edwards Park ofrece vistas espectaculares del Puget Sound y las Montañas Olímpicas desde su sendero pavimentado. Sin embargo, la constante cercanía a las vías del tren y la falta de sombra resultan incómodas en días cálidos. La sorpresa fue descubrir instalaciones de arte público inesperadas, camufladas en el entorno. Funciona para paseos rápidos o ciclismo, pero carece de zonas para una estancia prolongada o servicios básicos.

Bellevue Healthcare, en Westlake, alquila sillas de ruedas y scooters. Su ubicación, cerca de Myrtle Edwards Park, facilita la recogida. Contacte directamente para disponibilidad y tarifas diarias o semanales. Otras tiendas de suministros médicos en Seattle también pueden tener opciones.

Deslizas por el sendero pavimentado, el Puget Sound a tu derecha. La brisa marina roza tu rostro mientras los transbordadores cruzan el horizonte. Te detienes a contemplar las Montañas Olímpicas, su silueta emergiendo sobre el agua. Un picnic improvisado en el césped o la captura de una puesta de sol vibrante completan la tarde.

¡Hola, exploradores urbanos!

Hoy les llevo a un oasis lineal donde el pulso de Seattle se encuentra con la inmensidad del Puget Sound: el Parque Myrtle Edwards. Al pisar el sendero, la ciudad bulliciosa se desvanece, reemplazada por la amplitud del horizonte. La mirada se pierde en las aguas plateadas que se extienden hacia las cumbres nevadas de las Montañas Olímpicas, un telón de fondo majestuoso que cambia de color con cada capricho del sol. El aire, fresco y salobre, acaricia el rostro, trayendo consigo el eco lejano de las bocinas de los ferris, que cruzan el estrecho como pequeñas manchas blancas.

Caminar por aquí es un ballet de sensaciones. A la izquierda, la silueta urbana de rascacielos se recorta nítida, un recordatorio constante de la metrópolis, mientras que a la derecha, las olas rompen suavemente contra la orilla rocosa, un ritmo hipnótico. Los corredores pasan con zancadas firmes, las bicicletas zumban, y las gaviotas planean con elegancia, sus graznidos añadiendo una banda sonora natural. Pero si uno se aventura hacia el extremo norte, especialmente durante la marea baja, descubrirá un detalle que escapa a la mayoría: el *aroma denso y terroso* del lecho marino expuesto, una mezcla inconfundible de salitre y fango que revela la vida oculta bajo las olas, una historia olfativa que pocos se detienen a escuchar. Es un contrapunto crudo a la belleza panorámica, una firma secreta del estuario.

¡Hasta la próxima aventura!

En Myrtle Edwards Park, los robos de vehículos son frecuentes; nunca dejes objetos de valor a la vista. Para seguridad personal, evita las áreas aisladas y el horario nocturno. Las aguas del Puget Sound son extremadamente frías; mantente siempre en los muelles y senderos marcados. Comparte el sendero pavimentado con ciclistas; mantente atento y a tu derecha.

Sí, amantes de las aves apreciarán Myrtle Edwards Park, con avistamientos frecuentes de serretas grandes y águilas calvas. La sección estuarina al norte ofrece un remanso tranquilo para observar gaviotas, charranes y escuchar el reclamo agudo de los ostreros. Las madrugadas, especialmente durante las migraciones de primavera y otoño, son óptimas para descubrir aves playeras y paseriformes. Senderos menos transitados cerca de la orilla, al oeste del principal, revelan somormujos y colimbos en un entorno menos perturbado.