¡Prepárate para sentir Hawái con cada fibra de tu ser! Waimea Falls, en Oahu, no es solo un lugar que ves; es un lugar que te abraza.

Imagina el tacto suave bajo tus pies mientras caminas. El sendero principal es una vía pavimentada, ancha y bien mantenida, que serpentea suavemente por el valle. No hay adoquines irregulares ni rocas sueltas que sortear; es una superficie lisa, casi como un paseo por un parque. Te guía con una facilidad reconfortante, sin grandes desniveles, invitándote a relajarte y absorber cada sensación. El aire es denso, húmedo, cargado con el perfume dulce de las flores de plumeria y el aroma terroso de la tierra mojada.

Caminas envuelto por una sinfonía de sonidos. A cada lado, el camino está flanqueado por una vegetación exuberante y vibrante. Escuchas el suave murmullo de un arroyo que corre paralelo al sendero, y el canto constante de aves tropicales que se esconden entre las hojas gigantes. El sendero no es estrecho; es lo suficientemente amplio como para que dos o tres personas caminen cómodamente lado a lado, lo que te permite compartir la experiencia sin sentirte agobiado. No hay desvíos confusos; el camino principal te conduce directamente, sin prisas, hacia el sonido creciente del agua.

El recorrido es una inmersión gradual en la jungla hawaiana. A medida que avanzas, el camino te lleva a través de diferentes "salas" de un jardín botánico viviente. Cada sección tiene una atmósfera ligeramente distinta: en un momento, podrías sentir el aire más fresco bajo el dosel denso de los árboles, y al siguiente, el calor del sol acariciando tu piel en un claro. La forma en que el sendero se curva y se abre te prepara lentamente para la gran revelación al final. Es una caminata de aproximadamente 1.5 millas (2.4 km) ida y vuelta, que te tomará unos 20-30 minutos tranquilamente, y es completamente accesible para sillas de ruedas y cochecitos de bebé.

Al final del camino, la recompensa: la poza de las cataratas. Mucho antes de verla, sientes el rocío fresco en tu cara, un aviso de la energía del agua cayendo. El sonido de la cascada es un rugido suave que se intensifica con cada paso final. Si planeas nadar, hay salvavidas de turno y te pedirán que uses un chaleco salvavidas, que te proporcionan allí mismo. No te preocupes por la profundidad; ellos te darán todas las indicaciones.

Max en movimiento

Si me preguntas cuándo Waimea Falls en Oahu se siente mejor, no pienses en un mes, piensa en una sensación. Imagina que llegas temprano, muy temprano, justo cuando el sol empieza a calentar el aire después de una noche húmeda. El aire es denso, casi dulce, cargado con el aroma de la tierra mojada y las flores tropicales que aún tienen rocío. Escuchas el murmullo constante del agua, un sonido que te envuelve, se mezcla con el canto de pájaros que apenas despiertan. Sientes la humedad en tu piel, una caricia suave y refrescante antes de que el calor del día se asiente. Es ese momento cuando el velo de la noche se levanta y la naturaleza respira hondo.

Esa hora mágica de la mañana es tu aliada contra la marabunta. Si llegas más tarde, especialmente a media mañana, la atmósfera cambia por completo. El sendero se llena de voces, risas y el constante arrastrar de pies. El murmullo del agua se pierde entre el bullicio, y el aire, antes íntimo, se siente compartido por cientos. La poza bajo la cascada puede parecer una piscina pública en un día de verano. No es que sea malo, pero la conexión con el lugar se diluye. Si lo que buscas es paz y esa sensación de comunión con la naturaleza, evita las horas punta del mediodía.

El clima aquí es un personaje más. Un día soleado y brillante, con el sol filtrándose entre las copas de los árboles, hace que el agua de la cascada brille como mil diamantes. El ambiente es vibrante, alegre, y el chapuzón en la poza se siente como una bendición. Pero espera a un día de lluvia ligera, de esos que apenas mojan pero empapan el aire. El bosque se vuelve más oscuro, más misterioso. El sonido de la cascada se amplifica, y el aroma a tierra húmeda y vegetación es más intenso. Sientes las gotas ligeras en tu piel, una danza silenciosa que te conecta con la tierra. La atmósfera es más introspectiva, casi sagrada. No subestimes la belleza de Waimea bajo un cielo nublado o con un chubasco tropical.

Hablando de chapuzones, no olvides tu bañador y una toalla ligera. El camino hasta la cascada es un paseo encantador, unas dos millas ida y vuelta por un sendero pavimentado que se desliza suavemente junto al río. Es accesible para casi todos, incluso con cochecito de bebé o silla de ruedas. Hay zonas de sombra, pero el sol de Hawái pega fuerte, así que un buen sombrero y protector solar son imprescindibles. Y sí, lleva agua. Siempre lleva agua. Hay baños y vestuarios cerca de la cascada, lo cual es un alivio después de un buen baño. Y un último consejo: aunque la cascada es la estrella, tómate tu tiempo para explorar los jardines botánicos a lo largo del sendero. Son un tesoro de colores y fragancias.

Max in motion

Si alguna vez te encuentras en Oahu, hay un lugar que no es solo un punto en el mapa, es una experiencia que te abraza. Imagina que el aire cálido y húmedo de la isla te envuelve, pero aquí, en Waimea Valley, tiene un toque distinto. Es más denso, cargado con el perfume dulce de las flores tropicales que no conocías y el olor terroso de la tierra mojada después de una lluvia. Caminas por un sendero pavimentado, suave bajo tus pies, pero a cada lado, la vida explota en un estallido de verde. Escuchas el murmullo constante del arroyo Waimea, un compañero sonoro que te guía. A veces, un pájaro exótico grazna o un insecto zumba cerca de tu oído, recordándote que estás en su casa. Sientes cómo la sombra de los árboles se vuelve más profunda y fresca a medida que te adentras, un alivio bienvenido del sol hawaiano. Cada paso te sumerge más en un manto vibrante, vivo.

Después de un suave paseo, el sonido del agua se intensifica. Se convierte en un rugido suave, luego en un trueno amortiguado que resuena en tus huesos. Sabes que estás cerca. Y de repente, ahí está: la cascada de Waimea. No es solo un sonido; es una presencia. Puedes sentir la bruma fina en tu piel, un velo refrescante que te invita a acercarte. El aire alrededor de la cascada es más frío, más puro, con un aroma a agua dulce y a la piedra húmeda que ha sido moldeada por siglos. Te animas a entrar al agua, que es sorprendentemente fresca, un abrazo gélido que te despierta cada fibra del cuerpo. Flotas, escuchando el estruendo constante del agua al caer, sintiendo las suaves corrientes bajo la superficie. Es una sensación de limpieza, de renovación, como si el agua se llevara consigo cualquier preocupación, dejándote ligero y presente.

Este lugar no es solo bonito; tiene alma. Mi abuela, que nació y creció aquí, solía decirme que Waimea no es solo un valle, es un *piko*, un ombligo, un centro sagrado. Me contaba cómo los *kahuna* –los sacerdotes y expertos hawaianos– venían aquí para meditar y conectarse con los ancestros. No buscaban oro ni poder, sino *mana*, la energía espiritual. Decía que el agua de la cascada no solo refresca el cuerpo, sino que también limpia el espíritu, y que escuchar el murmullo del río es como oír las voces de los que vivieron aquí hace miles de años, susurrando sabiduría. Para ella, cada piedra, cada planta, cada gota de agua en Waimea tenía una historia, una conexión con el pasado que te recordaba que eras parte de algo mucho más grande y antiguo.

Si decides vivir esta experiencia, aquí van unos consejos de amigo. Lleva tu bañador y una toalla, claro, pero también unas sandalias de agua o escarpines; el fondo de la piscina natural puede ser resbaladizo. Ve temprano por la mañana, justo cuando abren, o a última hora de la tarde. Así evitarás la mayoría de la gente y podrás sentir la tranquilidad del lugar de verdad. No te preocupes por la comida, hay un pequeño café y tiendas de recuerdos, pero lleva tu propia botella de agua rellenable. Hay fuentes. La entrada tiene un costo, pero vale cada céntimo. Y no te olvides de explorar el jardín botánico, es parte del encanto y está muy bien cuidado. No hay necesidad de apresurarse; tómate tu tiempo para sentirlo todo.

Hasta la próxima aventura,

Leo del Camino

El camino a Waimea Falls no es solo un paseo; es una inmersión. Sientes la humedad en el aire, densa y cálida, mientras el aroma a tierra mojada y flores exóticas te envuelve. Escuchas el murmullo constante del arroyo, que te guía como un hilo musical invisible. A cada paso, tus pies huelen la grava suave bajo tus sandalias, y el sol se filtra a través del dosel espeso, pintando parches de luz y sombra en el suelo. Esta senda, que te lleva desde la entrada hasta la cascada, es una experiencia sensorial completa, un calentamiento para lo que está por venir.

Justo antes de llegar al estanque principal, hay un pequeño recodo en el sendero, donde el sonido del agua cayendo ya no es un murmullo, sino un crescendo. Aquí, el aire se vuelve más fresco, cargado con una neblina fina que acaricia tu piel como un susurro helado. Es el primer punto donde la Waimea Falls se revela en toda su majestuosidad, una cortina de agua blanca que se precipita con fuerza. A tu alrededor, la vegetación se abre un poco, permitiendo que la luz caiga directamente sobre la cascada y el estanque. Este es el lugar perfecto para capturar esa primera impresión, donde la escala de la naturaleza te abruma y te hace sentir pequeño y asombrado.

Pero si quieres una foto que realmente capture la energía de Waimea, camina hasta el borde mismo de la poza, donde la fuerza del agua es palpable. Sientes las vibraciones en el suelo bajo tus pies, y el rugido es tan profundo que casi lo sientes en el pecho. Aquí, puedes incluir el reflejo del cielo y los árboles en el agua, o incluso a alguien nadando para dar escala y vida a tu imagen. Para la luz, no hay un "mejor" momento único, pero te diría que la primera hora de la mañana, justo después de abrir, o la última hora antes de cerrar, son mágicas. Por la mañana, la luz es suave y dorada, ideal para tonos cálidos y una atmósfera serena. Por la tarde, el sol puede proyectar sombras dramáticas, dándole a la cascada un aire más misterioso y poderoso.

Un consejo práctico: Waimea puede llenarse, especialmente a mitad del día. Si buscas esa foto íntima, casi solitaria, llega temprano. En cuanto al equipo, no necesitas nada sofisticado. Tu teléfono o una cámara compacta harán maravillas. Solo asegúrate de que sea resistente al agua o de tener una buena protección, porque la bruma de la cascada es omnipresente. Y un último detalle sobre el estado de ánimo: la tranquilidad matutina te ofrece una conexión más profunda con el lugar, mientras que el bullicio de la tarde, aunque menos "fotogénico" en términos de soledad, te sumerge en la alegría colectiva de quienes disfrutan de este paraíso. Elige el que resuene más contigo.

¡Hasta la próxima aventura!

Max en movimiento

¡Hola! Acabo de volver de Waimea Falls en Oahu y tengo que contarte todo. Es un sitio que te hace sentir cosas, te lo juro.

Imagina que el aire es denso, casi dulce, con el perfume de miles de flores tropicales que no conoces. No ves los colores vibrantes de los hibiscos o las orquídeas, pero los hueles, los sientes en la humedad que te envuelve. Escuchas el canto constante de los pájaros, un coro que te acompaña mientras caminas por un sendero ancho y bien cuidado. Sientes la tierra húmeda y compacta bajo tus pies, un poco resbaladiza en algunos puntos, y a cada paso la temperatura del ambiente te abraza con un calor pegajoso pero reconfortante, como si la propia selva te diera la bienvenida. Los árboles son gigantes, sus hojas te rozan, y el sonido de un río cercano empieza a crecer, un murmullo que se va transformando en un rugido a medida que avanzas.

De repente, ese murmullo se convierte en un estruendo. El rocío te envuelve, una bruma fría que te despierta la piel, y sabes que estás cerca. El sonido del agua al caer es ensordecedor, una fuerza bruta que te sacude el pecho. Y la sorpresa: el agua, ¡helada! Te lanzas, y la sensación del chorro golpeando tu cabeza y tus hombros es como un masaje potente, una descarga de energía. Es un frío que te quita el aliento por un segundo, pero luego te revitaliza, te hace sentir vivo. Flotas, te dejas llevar un poco por la corriente suave, y la presión del agua cayendo es una experiencia que te resetea por completo.

Un consejo rápido: lleva calzado cómodo y que no resbale, ¡es clave! Y si vas a nadar, las escarpines son tus mejores amigas, el fondo es rocoso. Lo que no me gustó tanto: los vestuarios son bastante básicos, no esperes grandes lujos, y se llena de gente, sobre todo a media mañana. Si puedes, ve a primera hora para tener un poco más de paz. Y sí, la entrada no es barata, pero al menos incluye el acceso a los jardines botánicos, que son preciosos.

Pero, a pesar de todo, la sensación de estar bajo esa cascada, esa inmersión total en la naturaleza, es algo que te llevas contigo. Es una de esas experiencias que te hacen sentir pequeño ante la majestuosidad del planeta, y a la vez, increíblemente conectado. La belleza del camino a través del jardín, con toda esa explosión de vida que puedes sentir con cada uno de tus sentidos, hace que valga la pena cada dólar y cada momento de aglomeración. Es un chute de energía pura.

¡Hasta la próxima aventura!

Max en movimiento

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un rincón mágico de Hawái, Waimea Falls en Oahu. Prepárate para sentirlo todo, incluso si tus ojos no pueden verlo.

Imagina esto: estás en el corazón de un valle sagrado, rodeado por una humedad cálida y densa que acaricia tu piel. El aire huele a tierra mojada, a hojas tropicales y a flores exóticas que no conoces, pero que sabes que son vibrantes. Escuchas el murmullo constante de un arroyo que te acompaña, el susurro de las palmeras meciéndose con una brisa suave y, a lo lejos, el canto de pájaros que parecen competir por el sonido más hermoso. Caminas por un sendero suave, sintiendo la tierra bajo tus pies, a veces un poco más firme, a veces un poco más blanda, mientras el sol se filtra en parches cálidos a través de un denso dosel de árboles.

Avanzas, y el sonido del agua se hace más fuerte, envolviéndote. De repente, sientes una neblina fresca y fina en tu rostro, como un aliento helado en un día cálido, y sabes que te estás acercando. El rugido del agua es ahora ensordecedor, una sinfonía de poder natural. Si extiendes la mano, podrías sentir la humedad en el aire, casi como una lluvia suave, pero constante. Aquí, al pie de la cascada, el aire es más fresco, más puro, y el suelo bajo tus pies es suave y húmedo. Es un lugar donde la naturaleza te abraza con todos sus sentidos.

Ahora, si necesitas ayuda para moverte por este paraíso, es importante que sepas que Waimea Valley, donde se encuentran las cascadas, tiene caminos pavimentados y es bastante accesible. Sin embargo, no ofrecen alquiler de sillas de ruedas o scooters directamente en el lugar. Esto es clave para planificar tu visita.

Tu mejor opción será buscar compañías de alquiler de equipos médicos en Oahu, preferiblemente en Honolulu o en las zonas más pobladas. Muchas de estas empresas ofrecen scooters de movilidad o sillas de ruedas de alquiler por día o por semana. Es crucial que te pongas en contacto con ellas con antelación para asegurar la disponibilidad.

En cuanto al costo, espera pagar entre 25 y 50 dólares al día por un scooter de movilidad, y un poco menos por una silla de ruedas manual. Algunas empresas también pueden pedir un depósito. Asegúrate de preguntar si tienen servicio de entrega hasta la zona de North Shore (donde está Waimea) y cuáles son las tarifas de envío, ya que puede ser un cargo adicional. Lo más eficiente es llamar directamente a Waimea Valley (su número está en su web oficial) para preguntar sobre cualquier recomendación local o si tienen alguna silla de ruedas disponible para uso de emergencia.

¡Espero que esta información te ayude a planificar tu aventura!

Leo del Camino

Imagina que te bajas del coche y, antes incluso de dar un paso, el aire te envuelve. No es solo calor, es una caricia húmeda, densa, que trae consigo el aroma dulce y profundo de la tierra mojada y de miles de flores que no conoces. Escuchas el murmullo de las hojas en la brisa suave y el canto lejano de pájaros que suenan distintos a todo lo que has oído antes. La luz se filtra a través de un dosel verde, creando un mosaico de sombras frescas en el camino de tierra compacta bajo tus pies.

Caminas por un sendero ancho y bien cuidado, tan fácil que casi no notas que te adentras más y más en la selva. A cada lado, la vegetación es una explosión de texturas: hojas lisas y cerosas, otras aterciopeladas, la rugosidad de los troncos de los árboles gigantes. A veces, el camino se estrecha un poco y te sientes completamente inmerso, como si la selva te abrazara. Escuchas el chapoteo suave de pequeños arroyos que corren por las rocas, y de repente, un grito agudo y vibrante: el de un pavo real que se pasea libremente, a veces tan cerca que casi puedes sentir el aire que mueve al extender sus plumas. Todo el trayecto es un concierto de sonidos naturales y el aroma de las flores se intensifica, mezclándose con una frescura que te indica que el agua está cerca.

A medida que avanzas, un rugido sordo y constante empieza a llenar el aire, cada vez más potente. Es el sonido del agua, inconfundible. La temperatura baja un par de grados, y empiezas a sentir una neblina fina en la piel, como un rocío invisible. El olor a tierra húmeda se intensifica, mezclándose con el aroma limpio y mineral del agua pura. Cuando llegas, el estruendo es total: el agua cae con una fuerza increíble sobre una poza natural. Te quitas los zapatos y sientes la suavidad de la arena bajo tus pies antes de sumergirte. El agua es fresca, vigorizante, y te envuelve por completo. Puedes flotar libremente, sentir la fuerza de la corriente bajo la cascada si te acercas, o simplemente dejarte llevar por la calma de la poza, con el sonido atronador del agua como única banda sonora.

Para disfrutar al máximo, ve temprano por la mañana, justo cuando abren, o a última hora de la tarde. Así evitas las multitudes y la experiencia es más personal. No necesitas ser un nadador experto para la poza, hay chalecos salvavidas disponibles y un socorrista siempre atento. Lleva tu bañador puesto debajo de la ropa, una toalla, y una bolsa seca para el teléfono si quieres fotos. No te olvides de sandalias o chanclas fáciles de quitar. Hay vestuarios y duchas simples, pero son funcionales. Y sí, hay un pequeño puesto de comida cerca de la entrada si te entra el hambre después de la caminata.

Olya from the backstreets

Imagina que el aire se vuelve más fresco, pesado con la promesa de algo verde y húmedo. No hay prisa aquí. Cada paso en el sendero de Waimea Falls es una inmersión. Escuchas el crujido suave de la grava bajo tus pies, un ritmo constante que te guía. A tu alrededor, el sonido del viento se mezcla con el murmullo distante de un arroyo, como si la naturaleza te estuviera susurrando un secreto. El sol se filtra entre las hojas de palmeras gigantes, creando un juego de luces y sombras que te envuelve, y el aire ya huele a tierra mojada, a vida vibrante.

Mientras avanzas, presta atención a lo que pocos notan. Cierra los ojos por un instante y respira hondo. Hay un aroma sutil, casi imperceptible, que se eleva de la tierra: una mezcla de humedad mineral y un dulzor tenue de las hojas de helecho nativas. Y si escuchas con verdadera atención, más allá del canto de los pájaros o el murmullo del arroyo, hay un zumbido constante, casi inaudible, de miles de pequeños insectos que danzan en el aire húmedo, un coro minúsculo que es el pulso del bosque mismo, una melodía que no está en ninguna guía.

Luego, de repente, lo sientes. El aire se carga de humedad y una bruma fina te acaricia la piel, como un abrazo refrescante. El sonido del agua se hace más fuerte, envolvente, pasando de un murmullo a un rugido suave que llena todo el espacio. Caminas los últimos metros y la cascada aparece ante ti: una cortina de agua que cae con una fuerza hipnótica sobre un estanque de un verde esmeralda profundo. Puedes sentir la vibración en el suelo, el rocío en tu cara, y si te atreves, la frescura del agua al sumergir los dedos, un choque vigorizante que te conecta directamente con la fuerza de la naturaleza.

Ahora, un par de cosas prácticas. Lleva buen calzado, de esos que no te resbalen si llueve un poco o si el sendero está húmedo. No necesitas botas de montaña, pero las sandalias finas no son buena idea. El camino es fácil de andar, pero es largo y querrás estar cómodo. Y sí, aunque hay tiendas de recuerdos, lo esencial es llevar tu propia botella de agua rellenable. Hay puntos para recargar, así que úsalos. Vas a sudar, aunque parezca fresco.

Para evitar las multitudes y disfrutar más de la paz, intenta ir a primera hora de la mañana, justo cuando abren. La luz es preciosa y tendrás la cascada casi para ti. No te quedes solo en la cascada; el jardín botánico que la rodea es una joya. Hay senderos secundarios que te llevan a especies increíbles y árboles gigantes que te harán sentir pequeño. Y si te entra hambre después, hay food trucks cerca de la entrada o puedes conducir unos minutos hasta el pueblo de Haleiwa para opciones más variadas. La entrada es de pago, tenlo en cuenta, pero vale la pena.

Olya from the backstreets

Imagina por un momento el instante en que el aire cambia. Dejas atrás el sol brillante de la costa de Oahu y, de repente, sientes una frescura húmeda que te envuelve, cargada con el aroma dulce de las flores exóticas y la tierra mojada. Escuchas el canto ininterrumpido de pájaros que no conocías, un coro vibrante que te guía más allá de los senderos principales. Tus pies sienten el cambio del asfalto al sendero de tierra compacta, luego a la grava suelta, y de pronto, bajo una bóveda de árboles frondosos, el suelo se vuelve suave, casi esponjoso, cubierto por una alfombra de hojas caídas y musgo. Es como si la naturaleza te diera la bienvenida con un abrazo gigante, susurrándote secretos con cada brisa que roza tu piel.

A medida que avanzas por el Jardín Botánico, el sonido del agua se hace cada vez más presente. Primero es un murmullo lejano, luego un suave chapoteo, y finalmente, un rugido constante que te indica que la cascada está cerca. Caminas por un sendero serpenteante, y aunque la vista es espectacular, tus pies son tu mejor guía aquí. Sientes cómo el terreno se eleva y desciende suavemente, cómo las raíces de los árboles se abren paso por el camino, creando escalones naturales y superficies irregulares. Es vital que prestes atención a cada paso; la humedad constante en este paraíso tropical hace que algunas rocas y tramos del sendero puedan ser resbaladizos, especialmente si ha llovido recientemente. No te apresures; disfruta de la sensación del suelo bajo tus pies y de la frescura que te envuelve.

Y entonces, llegas. El sonido de la cascada Waimea es ensordecedor y majestuoso, una cortina de agua que cae con fuerza sobre una poza de un verde intenso. La bruma fina te rocía la cara, una sensación refrescante y vigorizante. Si decides zambullirte, que es lo más recomendable, sentirás el agua fría al principio, pero rápidamente te acostumbras. Aquí es donde la precaución es clave: las rocas bajo el agua y alrededor de la poza son increíblemente resbaladizas debido a las algas. Es fácil perder el equilibrio. Verás socorristas atentos, lo cual da mucha tranquilidad, pero aun así, sé muy consciente de dónde pisas. No intentes saltar o correr; muévete con cautela y usa los pasamanos si los hay.

Un consejo de amiga: ¡lleva escarpines o sandalias de agua con buena suela! Te salvarán de resbalones y te permitirán disfrutar del baño sin preocuparte por las rocas afiladas o resbaladizas. Y sobre tus cosas: aunque el parque es seguro, siempre es buena idea ser consciente de tus pertenencias. Si vas a nadar, deja tus objetos de valor en una mochila bien cerrada y supervisada por alguien de tu grupo, o usa una bolsa estanca si la llevas contigo al agua. No te confíes dejando el móvil o la cartera a la vista sin atención, como en cualquier lugar con afluencia de gente. Lo mejor es ir a primera hora de la mañana para evitar las multitudes y tener más espacio para disfrutar de la cascada con calma.

¡Que disfrutes de la magia de Waimea!

Olya from the backstreets.

¡Claro que sí! Si eres amante de las aves, Waimea Falls en Oahu es un regalo para los sentidos, un lugar donde la naturaleza te susurra historias a través de sus habitantes alados. Imagina que entras en un túnel de verdor, la humedad del aire acariciando tu piel y el sol filtrándose entre las hojas, creando un mosaico de luces y sombras. Cierras los ojos por un instante y te dejas envolver por un coro invisible: el suave arrullo de las tórtolas cebra, el canto alegre y agudo de los cardenales, y de vez en cuando, el trino más exótico de algún pájaro tropical que no has escuchado antes. Sientes cómo el suelo bajo tus pies cambia de tierra a un sendero más firme, guiándote más y más adentro de este santuario natural donde cada sonido cuenta una historia.

Mientras caminas por los senderos botánicos que te llevan hacia la cascada, mantén tus oídos bien abiertos y tus ojos atentos. Es muy probable que te encuentres con el Cardenal Rojo Hawaiano (Red-crested Cardinal), con su inconfundible cresta roja y su plumaje vibrante, o el Myna Común (Common Myna), ruidoso y omnipresente, con su andar confiado. Escucharás el repetitivo y melodioso arrullo de la Tórtola Cebra (Zebra Dove) y la Tórtola Moteada (Spotted Dove), que se mezclan con el canto del Ojo Blanco Japonés (Japanese White-eye), un pajarito pequeño y enérgico que se mueve rápido entre las ramas. Para tener las mejores oportunidades de observarlos sin molestar, busca los pequeños desvíos del sendero principal, cerca de los estanques o en las zonas más densas del jardín botánico. Hay bancos de madera a lo largo del camino; siéntate en uno de ellos y quédate quieto, dejando que la vida silvestre se acerque a ti.

El mejor momento para visitar Waimea Falls si buscas aves es a primera hora de la mañana, justo después de que abran sus puertas. La afluencia de visitantes es menor, lo que significa menos ruido y más tranquilidad para las aves. Además, las primeras horas del día son cuando las aves están más activas buscando alimento y marcando su territorio con sus cantos. Lleva unos prismáticos, incluso unos pequeños, y mucha paciencia. No esperes ver aves nativas de Hawái en esta zona, ya que la mayoría de las que encontrarás son especies introducidas que se han adaptado bien al entorno. Pero eso no les resta encanto a sus cantos ni a su belleza. Simplemente, disfruta del momento y del sonido de la vida que te rodea.

Olya from the backstreets