¡Hola, viajeros del alma! Hoy nos adentramos en el corazón de North Beach, San Francisco, para sentir una joya arquitectónica que te envuelve por completo: la Iglesia de Saints Peter and Paul.
Imagina que te acercas a ella desde Washington Square Park. Tus pies, acostumbrados al asfalto liso de la ciudad, empiezan a sentir un ligero cambio. Primero, el césped suave del parque, y luego, a medida que te aproximas a la iglesia, una transición a adoquines anchos y planos que te invitan a avanzar. Escuchas cómo el murmullo de la ciudad, los tranvías lejanos y las conversaciones de los cafés, empieza a difuminarse, reemplazado por un silencio que se va espesando. El aire, fresco y a veces con un matiz salino del Pacífico, parece volverse más denso, más solemne, como si la propia atmósfera te preparara para lo que viene. No hay caminos estrechos aquí fuera; son sendas amplias, como brazos abiertos que te guían directamente hacia las imponentes puertas, invitándote a dejar el bullicio atrás.
Una vez que cruzas el umbral, el cambio es total. El suelo bajo tus pies se vuelve liso y frío, de un mármol pulido o piedra desgastada por incontables pasos. Sientes la inmensidad del espacio por la resonancia de tus propios pasos, que ahora suenan más lentos, más deliberados. El aire es más fresco, con un aroma sutil a madera antigua y quizás un rastro de incienso. Te encuentras en el pasillo central, una vía principal, ancha y majestuosa, que se extiende directamente hacia el altar mayor. Puedes sentir cómo esta vía te impulsa hacia adelante, tu cuerpo se alinea naturalmente con su dirección. A ambos lados, se abren pasillos laterales, más estrechos pero igualmente lisos, que te invitan a explorar capillas más íntimas, donde el eco de los pasos es aún más tenue, y la sensación de quietud es casi palpable.
Para moverte por aquí sin problemas, es bueno saber que las rutas principales dentro de la iglesia son bastante accesibles. El pasillo central es amplio y liso, ideal si necesitas espacio o vas con alguien que usa silla de ruedas. Las capillas laterales, aunque los pasillos para llegar a ellas son un poco más angostos, el suelo sigue siendo igual de uniforme. No hay escalones inesperados en el piso principal, lo cual es un alivio. Si quieres evitar las multitudes y sentir la iglesia en su estado más sereno, intenta ir temprano por la mañana en un día de semana. Es cuando el silencio es más profundo y puedes percibir mejor la magnitud del espacio.
Mientras te mueves por los pasillos laterales, puedes sentir la textura de los bancos de madera bajo tus dedos, lisos y cálidos por el uso. En las capillas, el aire se siente un poco más recogido, casi como si el tiempo se ralentizara. El camino te lleva de vuelta al pasillo central, o quizás hacia las salidas laterales, y cada paso en el suelo liso te devuelve gradualmente a la realidad exterior. Sientes cómo la luz de la calle, que antes era solo un recuerdo, se hace más fuerte, invitándote de nuevo al bullicio de North Beach. Es una transición suave, de lo sagrado a lo cotidiano, un viaje de ida y vuelta que deja una huella profunda en tu memoria.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets.