¡Hola, viajeros y soñadores!
Hoy nos vamos a un lugar que te susurra historias antiguas, no a gritos, sino con la delicadeza de una rosa: Banteay Srei, el "Templo de la Ciudadela de las Mujeres" en Angkor. Olvídate de la escala monumental de Angkor Wat; aquí, la magia está en los detalles y en el color. Imagina el sol de la mañana acariciando tu piel mientras te acercas, sintiendo el calor creciente que promete un día vibrante. El aire se siente denso, húmedo, con un ligero aroma a tierra mojada y a vegetación exuberante. Escuchas el zumbido constante de los insectos y, a veces, el canto lejano de un pájaro tropical. Cuando tus ojos (o tu imaginación) se posan en él, te golpea el color: un rosa intenso, casi rojizo, que no habías visto en ningún otro templo de la zona. Es como si el mismísimo sol se hubiera derretido sobre la piedra arenisca, tiñéndola de un tono cálido y acogedor.
Una de las paradas obligatorias para capturar esa esencia, y donde la mayoría se detiene para una foto, es justo al pasar el primer gopura (la entrada ceremonial) y antes de llegar a los santuarios centrales. Te encuentras en un pequeño patio donde las estructuras principales, los santuarios y las "bibliotecas" se alzan a tu alrededor. Aquí, te sientes envuelto por la arquitectura; el espacio es íntimo, casi como un jardín secreto. Puedes extender tu mano (sin tocar, claro, ¡respeto siempre!) y casi sentir la filigrana de los bajorrelieves, la textura de las apsaras danzando, los guardianes mitológicos con sus expresiones severas. El sonido principal es el murmullo de la gente, una mezcla de admiración y susurros. Si te detienes y respiras, puedes percibir un ligero aroma a piedra antigua, a tiempo petrificado. Es un lugar donde la escala humana del templo te invita a acercarte y a perderte en cada curva y cada figura.
Para que esa arenisca rosada cobre vida en tu lente (o en tu mente), el momento ideal es la primera hora de la mañana, justo después de la apertura, o la última hora de la tarde, antes del cierre. Olvídate del mediodía; la luz cenital es dura, aplana los detalles y hace que el rosa se vea deslavado. En cambio, cuando el sol está bajo, sus rayos dorados inciden en ángulo, resaltando cada talla, cada relieve. La piedra parece encenderse desde dentro, adquiriendo una profundidad y un brillo que te quitan el aliento. Escucharás el eco de tus propios pasos más claramente, y el aire, que al mediodía es sofocante, se siente más fresco, casi acariciante. Es en esos momentos cuando el templo parece respirar contigo, revelando sus secretos con una luz suave y envolvente.
Más allá de las tomas amplias, no olvides buscar los detalles. Banteay Srei es famoso por sus intrincadas tallas, así que acércate (respetando las distancias, por supuesto) y enfócate en los pedimentos tallados sobre las puertas, las figuras de las devatas (diosas celestiales) y los dvarapalas (guardianes). Cada uno es una obra de arte en sí misma. Utiliza el zoom para capturar las expresiones y los adornos más finos. Para enmarcar tus fotos, puedes usar los dinteles de las puertas o las columnatas. Un consejo práctico: lleva ropa ligera y transpirable, preferiblemente de colores claros para reflejar el sol. Un sombrero y mucha agua son esenciales, ya que, aunque el templo es pequeño, el calor de Camboya no perdona.
Y cuando ya hayas explorado cada rincón del templo, no te quedes solo con él. Banteay Srei está un poco alejado de los templos principales de Angkor, y eso es una ventaja. Al salir, siente el espacio abierto a tu alrededor, el vasto cielo, la brisa que mueve los campos de arroz. Puedes oler la tierra húmeda, el aroma de las plantas y, si hay agricultores cerca, el humo de alguna quema controlada. Escucha el sonido del viento entre las palmeras o el chapoteo de los búfalos de agua en los charcos. Considera pedirle a tu conductor de tuk-tuk que te lleve por los caminos rurales cercanos; verás la vida local, las pequeñas aldeas, y tendrás una perspectiva diferente del entorno. Es una oportunidad para conectar con la Camboya rural, que es tan parte de la experiencia como el templo mismo.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets