¿Qué haces en La Fenice? Imagina que te adentras en una callejuela estrecha de Venecia, el sonido de tus propios pasos sobre la piedra antigua es casi lo único que escuchas. De repente, la calle se abre y sientes el aire cambiar, un espacio más grande se revela. Ahí, frente a ti, se alza una fachada que te transporta a otro tiempo, con ese color rosado-ocre tan veneciano. No es solo un edificio; es el latido de la ópera en la ciudad. Para llegar, lo más fácil es caminar desde San Marco, o si vienes en vaporetto, la parada "Santa Maria del Giglio" o "San Marco Vallaresso" te dejarán a unos diez minutos a pie.
Al cruzar el umbral, la sensación es inmediata: el aire es más fresco, cargado con un aroma sutil a madera pulida y terciopelo. Sientes el silencio reverente que envuelve el vestíbulo, roto solo por el murmullo suave de las voces y el eco distante de tus propios pasos sobre el mármol. Es como si el tiempo se ralentizara. Aquí es donde puedes adquirir tu entrada para la visita, si no la reservaste en línea (¡lo cual siempre recomiendo para evitar colas!). La boletería está justo a la entrada, y también hay una pequeña tienda con recuerdos si te apetece llevarte algo.
Luego, te guían hacia el corazón del teatro. Cuando pones un pie dentro de la sala principal, la vastedad te envuelve. Aunque no puedas ver, *sientes* la altura, la anchura. Imagina el tacto suave del terciopelo carmesí en los asientos, el frío pulido de los pasamanos de madera. El brillo del oro es casi tangible, se extiende en capas por los palcos, creando una sensación de opulencia que te rodea por completo. Escucha el eco de la historia en cada rincón, los susurros de las arias que han llenado este espacio durante siglos. La visita suele ser con una audioguía, muy útil para entender la historia y los detalles de la reconstrucción. Puedes moverte libremente, tomar fotos (sin flash, por favor) y sumergirte en la atmósfera.
Después de la sala principal, la visita te lleva por los salones nobles, como la Sala Apolínea, donde el silencio es aún más profundo, casi ceremonial. Sientes la solidez de las paredes, la textura diferente de los tapices. La luz que entra por los ventanales crea patrones en el suelo, y puedes imaginar a la alta sociedad veneciana paseando por estos mismos pasillos. Es una oportunidad para ver de cerca los detalles de la decoración, los techos pintados, los espejos que reflejan la luz. La visita completa suele durar entre 45 minutos y una hora y media, dependiendo de lo que te detengas.
Si tu visita coincide con una representación, la experiencia es completamente diferente. Imagina el bullicio creciente del público llegando, el suave roce de los programas de mano, el aroma a perfume y la expectación en el aire. De repente, las luces se atenúan y un silencio casi palpable se instala. Escucha el susurro de la orquesta afinando sus instrumentos, y luego, las primeras notas vibran a través del suelo, subiendo por tu cuerpo. Es un torbellino de sonido, una emoción compartida que te conecta con cientos de personas a tu alrededor. Si quieres vivir esto, compra tus entradas con mucha antelación en la web oficial; suelen volar. El código de vestimenta es elegante, pero no excesivamente formal.
Al salir, el contraste con el ajetreo veneciano es marcado. El aire fresco te golpea suavemente, pero la magia del teatro persiste. Te llevas contigo no solo el recuerdo de un lugar, sino la *sensación* de haber pisado un escenario lleno de vida, de drama y de arte. Para evitar las mayores aglomeraciones, lo mejor es ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde. Justo al lado, hay un par de cafés donde puedes sentarte a reflexionar sobre lo que acabas de experimentar, con un buen café italiano.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets