¡Hola, exploradores del alma! ¿Alguna vez has deseado sentir un lugar en cada fibra de tu ser, sin necesidad de verlo? Savannah, Georgia, es uno de esos destinos que te envuelve, te susurra al oído y te acaricia la piel. Imagina esto: caminas por sus calles empedradas, donde los adoquines, pulidos por siglos de pasos, se sienten frescos bajo tus pies. Escuchas el murmullo de las fuentes en las plazas, un concierto acuático que se mezcla con el suave arrullo de las cigarras en los robles, esas bestias antiguas cubiertas de musgo español que roza tu brazo como una cortina húmeda y fresca. El aire, denso y dulce, trae consigo el aroma a jazmín y magnolia, un perfume que se pega a tu ropa y a tu memoria. No es solo un olor, es una sensación de humedad y vida que te envuelve.
Mientras te adentras más, el ambiente se vuelve más íntimo, las casas de antebellum se alzan a tu lado, sus fachadas de ladrillo y estuco irradian una historia palpable. Sientes la brisa, que aunque cálida, trae un escalofrío al pasar por los callejones estrechos, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Es en este laberinto de belleza y misterio donde te topas con la imponente Mercer Williams House Museum. No es solo una casa, es un personaje más de la ciudad, con una presencia que casi puedes tocar.
Mi abuela, que vivió toda su vida en Savannah, siempre decía de la Mercer Williams House: "Esa casa no solo tiene paredes, tiene memoria. Dicen que las noches en esa calle nunca volvieron a ser las mismas después de lo que pasó allí. No es solo una historia de libros, es algo que se quedó en el aire, en el eco de los pasos por el porche. Es como si el espíritu de todo lo que allí ocurrió, las risas, los secretos, y ese momento que lo cambió todo, todavía respirara dentro. Te hace sentir lo fino que es el velo entre el pasado y el presente, y lo profundo que puede ser el eco de una vida en un lugar." Es esa resonancia, esa huella palpable de vidas pasadas, lo que hace que esta mansión no sea solo un edificio, sino un testimonio.
Una vez que cruzas el umbral, sientes cómo la temperatura baja unos grados, como si el tiempo se ralentizara. El olor a madera antigua, a cera pulida y a un ligero toque de polvo te envuelve, transportándote a otra época. Tus dedos rozan las barandillas de caoba, lisas y frías, y puedes casi sentir las manos que las tocaron hace más de un siglo. Escuchas el crujido suave de las tablas del suelo bajo tus pies, cada paso una nota en la sinfonía silenciosa de la casa. La luz se filtra a través de las altas ventanas, creando patrones danzantes en las alfombras persas, invitándote a imaginar las conversaciones, los bailes, los secretos que se guardaron entre esas paredes. Es una inmersión completa, donde cada sentido te cuenta una historia.
Si te animas a sentir esta historia de primera mano, la Mercer Williams House Museum está abierta para visitas guiadas de martes a sábado, generalmente de 10:00 a 16:00, y los domingos de 12:30 a 16:30. Los lunes suelen estar cerrados, así que planifica bien. Los boletos se compran directamente allí y las visitas son solo guiadas, lo que es genial porque los guías son excelentes contando las historias. No necesitas reservar con mucha antelación, pero es buena idea llegar un poco antes de la hora que te interese, especialmente en temporada alta.
Para moverte por Savannah después de la visita, lo mejor es caminar. La ciudad es muy transitable y cada plaza es un pequeño oasis donde puedes sentarte a escuchar los pájaros o sentir el sol. Si tus pies necesitan un descanso, los trolebuses turísticos son una opción divertida y te permiten subir y bajar. Para comer, busca alguna de las pequeñas tabernas o restaurantes con terraza en el centro. Prueba el 'shrimp and grits' o el 'fried chicken', son clásicos que te llenarán de energía para seguir explorando. Y no te olvides de buscar un buen helado artesanal, es el postre perfecto para un día cálido en el sur.
Olya de los Callejones