¡Hola, viajeros! Hoy nos elevamos sobre el Valle de Oaxaca para explorar un lugar mágico: Monte Albán.
Desde lo alto de Monte Albán, el Valle de Oaxaca se despliega como un tapiz esmeralda bajo un cielo inmenso. La Gran Plaza, un lienzo pétreo, respira una quietud ancestral que absorbe el murmullo del mundo moderno. Las imponentes plataformas y templos, construidos por los zapotecas hace milenios, se alzan con una majestuosidad silenciosa, invitando a la contemplación profunda.
Cada estela, cada glifo tallado en la piedra, susurra historias de reyes y dioses, de una civilización que dominó estas cumbres durante más de mil años. El Juego de Pelota, con su forma imponente, evoca la energía de antiguos rituales, donde el eco de la pelota aún resuena en la imaginación. La luz del sol, al caer sobre las estructuras, revela una paleta de ocres y grises que cambian con cada hora, añadiendo dramatismo al paisaje.
Pocos notan, sin embargo, cómo el viento, al acariciar las esquinas afiladas del Edificio J, el observatorio, no solo sopla, sino que entona una melodía grave y constante. Es casi un lamento o un cántico olvidado, una resonancia que solo se percibe si te detienes en ese punto exacto y escuchas con atención, separándolo del zumbido general del sitio. Es la voz milenaria del lugar.
¡Sigan explorando, y nos vemos en el camino!