Cairo es una ciudad que te golpea los sentidos desde el primer instante. Polvo, cláxones, el aroma de las especias, la prisa de la gente... Es una sinfonía caótica y embriagadora. Pero hay un momento, una ventana diminuta al amanecer, antes de que el sol despierte por completo la Ciudadela y la vida bulliciosa se apodere de las calles, en la Mezquita-Madrassa del Sultán Hassan, que solo los que están allí, en ese instante preciso, pueden percibir.
Imagina que el aire aún está fresco, con ese frío seco de la noche del desierto, y trae un aroma sutil. No es el incienso denso de los bazares, sino una fragancia casi imperceptible, dulce y antigua, de *bakhoor* que se aferra a las piedras milenarias, mezclada con el olor a polvo que duerme y a la piedra cálida que empieza a despertar. Cierra los ojos. Escucha. Al principio, solo el silencio inmenso que las paredes gigantescas de la mezquita parecen absorber. Luego, muy, muy lejano, como un susurro que viaja desde los rincones más antiguos de El Cairo, escuchas el primer y tenue eco del *adhan* del *fajr*, el llamado a la oración del amanecer. Es tan suave que apenas lo captas, rebotando en los muros gigantes de la mezquita, como si la propia piedra estuviera respirando y resonando con la ciudad que aún duerme. Es el alma del lugar despertando. Sientes el suelo frío bajo tus pies, la inmensidad del espacio vacío a tu alrededor, y una calma profunda que es casi palpable.
Para vivir algo parecido, aunque el acceso antes del amanecer es solo para los que tienen conexiones especiales, te recomiendo llegar justo cuando abren sus puertas al público. La Mezquita-Madrassa del Sultán Hassan abre generalmente a las 8:00 AM (verifica siempre los horarios locales, pueden cambiar). Si llegas los primeros 30 minutos, la tendrás casi para ti solo. Está convenientemente ubicada cerca de la Ciudadela de Saladino, así que puedes combinar ambas visitas. La forma más fácil de llegar es en taxi o usando apps de transporte como Uber/Careem. Negocia el precio del taxi si no usas app. El costo de entrada es de alrededor de 120-140 EGP (precios de 2023-2024, mejor consultar antes). Lleva siempre efectivo para entradas y propinas.
Una vez dentro, tu cuerpo se da cuenta de la escala. Imagina que caminas sobre un suelo que ha soportado siglos de oraciones. Bajo tus pies, el mármol está pulido por millones de pasos, y puedes sentir su frescura incluso en el día más caluroso. Levanta la cabeza. Las paredes se elevan infinitamente, y la luz del sol, que ahora empieza a entrar a raudales, no ilumina, sino que *pinta* el espacio. Los rayos se deslizan por las intrincadas decoraciones de estuco y madera, revelando patrones que solo en ese momento de quietud puedes realmente apreciar. El aire dentro de los patios es diferente, más denso, más silencioso. Si extiendes la mano, casi podrías tocar la historia que impregna cada rincón. Es una sensación de asombro que te llena el pecho.
Cuando estés allí, fíjate en los detalles. No te pierdas el gigantesco *muqarnas* (bóvedas de estalactitas) en la entrada, es una obra maestra de la ingeniería islámica. Date tiempo para explorar los cuatro *iwans* (salas abovedadas) que representan las cuatro escuelas de pensamiento sunita. Cada uno tiene su propia atmósfera. Recuerda que es un lugar de culto activo. Vístete de forma respetuosa (hombros y rodillas cubiertos, las mujeres deben llevar un pañuelo para la cabeza, que a menudo te prestan a la entrada si no tienes). Habla en voz baja y apaga el flash de la cámara. Quítate los zapatos antes de entrar a las salas de oración; hay estanterías para dejarlos.
Cuando finalmente sales y el bullicio de El Cairo te envuelve de nuevo, la experiencia no se desvanece. Sientes el calor del sol en tu piel, el zumbido de la vida en las calles, pero algo dentro de ti ha cambiado. Es como si una parte de la calma y la grandeza de ese lugar se hubiera adherido a ti. La inmensidad de sus muros y la resonancia de su historia se quedan contigo, una nota silenciosa en el ruidoso concierto de la ciudad, recordándote la profundidad y la belleza que se esconden en cada esquina de este increíble país.
Olya desde los callejones