Imagina el sol de Atenas acariciándote la cara mientras el aire, denso con el aroma a tierra seca y el eco lejano de la ciudad, te envuelve. Caminas por un sendero de gravilla, cada paso levanta un susurro, y de repente, una sombra inmensa y fresca te abraza. Has llegado al Odeón de Herodes Ático. Este anfiteatro, anidado en la falda sur de la Acrópolis, suele ser una parada natural si vienes bajando desde el Partenón o subiendo desde el Museo de la Acrópolis. Mi consejo es que, al entrar, no te precipites. Tómate un momento justo en la entrada, antes de descender.
Sientes el cambio en el aire, se vuelve más fresco, casi sagrado. Escuchas el suave roce de tus zapatos sobre las antiguas piedras, un sonido que se amplifica en este espacio semiabierto. Extiende la mano; el mármol, liso y pulido por siglos de manos y pies, se siente fresco bajo tus dedos, transmitiendo una antigüedad palpable. Desde la entrada principal, verás las gradas inmensas que descienden hacia la orquesta. Empieza bajando por uno de los pasillos laterales, no por el central. Esto te permite apreciar la escala del lugar gradualmente y evita el flujo principal de gente que suele ir directo al centro.
A medida que bajas, el espacio se abre, y el zumbido de las conversaciones se disuelve en un silencio reverente, roto solo por el trino ocasional de un pájaro. Cuando llegas al nivel de la orquesta, el suelo bajo tus pies cambia; es tierra compacta, luego piedra lisa. Imagina el eco de una voz, el resonar de una lira. Si cierras los ojos, casi puedes sentir la presencia de miles de espectadores, sus murmullos, sus aplausos, su energía vibrando en el aire. Una vez abajo, acércate al área de la orquesta. Si bien no puedes pisar el escenario mismo (está protegido), puedes caminar por el perímetro de la orquesta. Observa de cerca los detalles de las bases de las columnas en el muro escénico; te dan una idea de la grandiosidad original. No pierdas tiempo intentando ver la parte de atrás del escenario, no hay mucho que ver desde el área de visitantes.
Ahora, sube por las gradas, eligiendo un pasillo diferente al que usaste para bajar. Siente la inclinación, la altura de cada escalón irregular. Al ascender, el aire se vuelve más abierto, y puedes percibir cómo el viento juega con los sonidos, llevándolos y trayéndolos. Si alguien habla en la orquesta, su voz te llega con una claridad sorprendente, como si el espacio mismo estuviera diseñado para amplificar cada susurro. Es la magia de la acústica antigua. Te recomiendo subir hasta las filas más altas, quizás a mitad de camino, para apreciar la vista panorámica del Odeón completo y el telón de fondo de Atenas. No te obsesiones con llegar a la fila más alta si el sol es muy fuerte o si tienes problemas de movilidad; la experiencia acústica es similar desde cualquier fila superior.
Busca un asiento en una de las filas superiores, lejos del bullicio. Siente el calor del sol en la piedra, o la sombra fresca si encuentras un rincón resguardado. Aquí, el tiempo parece detenerse. El viento te acaricia la piel, y el silencio, interrumpido solo por el canto de las cigarras en verano, te permite imaginar el telón de fondo del escenario iluminado por antorchas, el murmullo de una multitud expectante. Es en este punto donde realmente "sientes" el propósito del Odeón, su alma. Guarda este momento de quietud en las gradas superiores para el final de tu visita al Odeón. Es tu recompensa. No hay nada que "saltarse" dentro del Odeón en sí, ya que la experiencia es la del espacio completo. Solo asegúrate de darle tiempo a este momento de contemplación, es lo más valioso. Si estás con un grupo, sugiere que cada uno encuentre su propio espacio por unos minutos.
En resumen, entra y tómate un respiro en la parte superior. Baja por un pasillo lateral hasta la orquesta, explora ese nivel. Luego, sube por otro pasillo hasta las gradas superiores. Y ahí, en un asiento tranquilo, absorbe la atmósfera antes de salir. Lleva agua, especialmente en verano. Y aunque la tentación es grande, no intentes saltar las barreras o tocar las partes más delicadas; queremos que este lugar mágico siga inspirando a otros. Es un sitio para sentir, no solo para ver.
Olya from the backstreets