¡Amigo! Si te llevo de la mano por Praga, el primer sitio al que te guiaría sería la Plaza de la Ciudad Vieja, la Staroměstské Náměstí. No es solo un lugar, es un abrazo de historia. Imagina que llegamos por la calle Celetná, una de las vías reales. Ya desde los primeros pasos, bajo tus pies sentirás el ligero desnivel de los adoquines, viejos, pulidos por siglos de pisadas. El aire aquí tiene un aroma peculiar, una mezcla de dulce (quizás un *trdelník* recién hecho), el humo de alguna chimenea lejana y el fresco olor a piedra antigua. A medida que avanzas, el bullicio crece, pero no es un caos; es una sinfonía: el murmullo de cientos de idiomas mezclándose, el golpeteo ocasional de un carruaje de caballos, el eco de algún músico callejero. Estás en el corazón de Praga, y lo sientes con cada poro.
Justo a tu izquierda, sentirás una presencia imponente, la del Antiguo Ayuntamiento. Dirige tu mano hacia la pared, y bajo tus dedos percibirás la rugosidad de la piedra, centenaria. Es aquí donde se encuentra el famoso Reloj Astronómico. No necesitas verlo para sentir su magia. Cada hora, justo antes de que dé la señal, la plaza se llena de una expectativa palpable. El murmullo se apaga, y un silencio casi reverente precede al suave tintineo de las campanadas. Luego, escucharás el delicado movimiento de sus figuras, casi como un suspiro mecánico. Es un momento fugaz, sí, y a veces la multitud es densa, pero la energía que emana de ese viejo mecanismo es innegable. Para serte honesto, no te diría que esperes la hora completa si la aglomeración te agobia, la verdadera maravilla es sentir su pulso en el ambiente de la plaza, no tanto la "función" en sí.
Si giras un poco el cuerpo a tu derecha desde el reloj, la imponente silueta de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn se alza frente a ti, con sus dos torres puntiagudas que parecen arañar el cielo. Aunque no las veas, puedes sentir su altura, su peso, su antigüedad. Es como si la propia iglesia respirara historia. Acércate a su base, siente la frialdad de la piedra. Es un recordatorio de lo pequeña que es la vida en comparación con el tiempo. Desde aquí, te guiaría hacia la Torre del Antiguo Ayuntamiento. Aunque no puedas disfrutar de la vista panorámica, subir es una experiencia en sí misma. Sentirás cómo la brisa se vuelve más fuerte a medida que asciendes, cómo el sonido de la plaza se va transformando en un zumbido distante, y la sensación de estar en las alturas es liberadora.
Ahora, con la plaza a tus pies (metafóricamente, claro), es momento de explorar sus aromas y sabores. El aire se llena con el dulzón aroma del *trdelník* que te mencioné antes, una masa dulce horneada al fuego y rebozada en azúcar y canela. Hay muchos puestos, y te diría que elijas uno donde el olor sea más intenso, donde sientas el calor que emana del horno. Pruébalo, es una delicia para el paladar, una textura crujiente por fuera y suave por dentro. Pero ojo, no todos son iguales, y algunos están pensados solo para turistas. También sentirás el aroma de la carne asada, de las salchichas, pero para comer de verdad, te aconsejaría que saliéramos un poco de la plaza principal; los restaurantes aquí suelen ser caros y no siempre los mejores. El verdadero tesoro está en las callejuelas adyacentes.
Para finalizar nuestra inmersión en Praga, y como el broche de oro de nuestra visita a la plaza, te llevaría al barrio judío, Josefov, que está a solo unos pasos. Es un cambio de atmósfera notable. El bullicio de la plaza se diluye y se transforma en una quietud más reflexiva. Aquí, cada calle, cada edificio, cada rincón, tiene una historia profunda que contar. El aire es diferente, más cargado de memoria. Puedes sentir la quietud de los antiguos cementerios, la solemnidad de las sinagogas. Es un lugar para la introspección, para sentir el peso de los siglos y la resiliencia de un pueblo. Por eso, te diría que lo guardes para el final: es un contraste necesario, una forma de asimilar la energía vibrante de la plaza con la profunda serenidad de Josefov.
En resumen, mi consejo es: llega por la mañana temprano o al atardecer para evitar las grandes multitudes y poder sentir la plaza con más calma. No te obsesiones con "ver" todo; concéntrate en "sentir" todo. El Reloj Astronómico, si no lo disfrutas por las aglomeraciones, no pasa nada, la energía está en el aire. Y guarda el barrio judío para el final, es el mejor postre para el alma.
Olya from the backstreets