¿Me preguntas qué se *hace* en el Schlosspark Schönbrunn? No es solo "ver" un palacio, es una experiencia que te envuelve. Imagina que el aire es fresco, con un ligero toque a tierra húmeda y hojas recién cortadas, incluso en pleno día. Entras y lo primero que notas es la inmensidad del espacio que se abre ante ti, como si te hubieran quitado un velo de los ojos. Sientes el crujido suave de la grava bajo tus pies mientras avanzas, y el sonido de tus propios pasos se mezcla con el murmullo lejano de otras personas, un eco tranquilo. A tu alrededor, la simetría es casi abrumadora; puedes sentir la precisión en cada seto, en cada árbol, como si la naturaleza hubiera sido guiada por una mano invisible pero firme.
Mientras caminas por los senderos principales, llegarás a la Fuente de Neptuno. No solo la ves, la escuchas antes de llegar. Es un murmullo constante que crece hasta convertirse en un suave rugido de agua cayendo, un sonido fresco y envolvente. Si es primavera o verano, el aire se carga con el perfume dulce y a veces picante de miles de flores que, aunque no las veas, sus aromas te guían por los parterres. Puedes extender la mano y sentir la textura áspera de un tronco viejo o la suavidad de una hoja de rosal. Es un baile de sensaciones, donde el sonido del agua y el perfume de las flores te invitan a seguir explorando.
Más allá de los jardines formales, te espera el Laberinto. Aquí, el juego es perderse. Imagina la sensación de la hierba bajo tus pies si te atreves a salirte un poco del camino, o la frescura de la sombra repentina cuando entras en un pasillo estrecho de setos altos. Escuchas las risas de los niños, y a veces, tu propia risa al dar con una salida inesperada o un callejón sin salida. Es un momento de pura diversión, de sentirse un poco travieso. Cerca de allí, la Ruina Romana te envuelve en un silencio diferente, uno más antiguo y solemne. Puedes sentir la roca, fría y rugosa, y el eco de los siglos te habla sin palabras.
Ahora, prepárate para subir a la Gloriette. Sientes cómo el camino se empina ligeramente, tus músculos trabajan un poco más, y el aire se vuelve más ligero a medida que ganas altura. Una vez arriba, el viento te acaricia la cara y puedes escuchar la ciudad a tus pies, un murmullo distante de coches y voces que se mezcla con el canto de los pájaros. Aquí, el espacio se abre de nuevo, pero esta vez hacia el horizonte. Es una sensación de amplitud y perspectiva, como si pudieras abarcar Viena con la mirada, y al mismo tiempo, sentirte pequeño en la inmensidad.
Si te animas, el Tiergarten Schönbrunn, el zoo más antiguo del mundo, está dentro del mismo parque. Es una experiencia distinta. De repente, un rugido lejano, el cacareo de aves exóticas o el olor inconfundible de los animales te envuelve. Puedes imaginarte la piel rugosa de un elefante, el pelaje suave de un panda o el vuelo ágil de un pájaro. Es un lugar donde los sonidos y los olores te transportan a otros continentes. Un consejo práctico: el zoo tiene una entrada separada, así que si planeas visitarlo, tenlo en cuenta para el presupuesto y el tiempo.
Un consejo práctico: si vas en verano, llega temprano para evitar las multitudes y disfrutar del frescor de la mañana. Lleva calzado cómodo, vas a caminar mucho, y una botella de agua recargable; hay fuentes. Si quieres comer, hay varias cafeterías y puestos de helados, pero si prefieres ahorrar, trae tu propio picnic. El parque es enorme y puedes pasar fácilmente medio día o un día entero explorándolo. La estación de metro Schönbrunn (línea U4) te deja justo en la entrada principal.
Y sí, el Palacio de Schönbrunn está ahí, imponente. Aunque el parque es el protagonista de esta charla, la verdad es que la visita al interior del palacio es otra experiencia completamente diferente. Es otro boleto, otro mundo de salones opulentos y la historia de los Habsburgo que te envuelve con su grandeza. Si tienes tiempo y energía, vale la pena, pero no te sientas obligado. El parque por sí solo es una maravilla.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya de las callejuelas