Las vías son de asfalto liso, amplias y bien mantenidas. Ascendiendo en zigzag, las pendientes son pronunciadas con curvas cerradas. Cada tramo guía deliberadamente hacia miradores que revelan el paisaje. La carretera serpentea con precisión para conquistar la altitud hasta la cumbre.

Jebel Hafeet alcanza su mejor ambiente en las tardes invernales, con aire nítido y temperaturas suaves. El silencio se impone, quebrado solo por el murmullo del viento lejano. Las aglomeraciones, presentes pero contenidas, comparten una calma observadora. Esta quietud permite una apreciación inmersiva del vasto horizonte.

¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un lugar donde el desierto abraza el cielo.

La carretera serpenteante que asciende Jebel Hafeet es una obra de arte en sí misma, 11.7 kilómetros de curvas hipnotizantes que cortan la roca caliza, revelando estratos de tiempo geológico. A medida que ganas altitud, el aire se vuelve más nítido, el bullicio de Al Ain se desvanece y una quietud envolvente toma su lugar. Desde la cima, a 1.249 metros, el panorama es una alfombra infinita de tonos ocres y rojizos, donde el desierto se extiende sin interrupción hasta el horizonte, salpicado por las luces diminutas de la ciudad que titilan como gemas esparcidas. Al atardecer, el cielo se incendia con naranjas y púrpuras, proyectando sombras dramáticas sobre las formaciones rocosas esculpidas por el viento, una sinfonía visual que te conecta con la inmensidad del paisaje. Más allá de las vistas, Jebel Hafeet guarda secretos milenarios. Recuerdo haber leído sobre los trabajos arqueológicos que desenterraron más de 500 tumbas del período Hafit, que datan de hace 5.000 años, justo en sus faldas. Imagina la sensación de estar en un lugar donde civilizaciones antiguas ya buscaban un punto elevado para honrar a sus muertos, un recordatorio palpable de que este pico ha sido un faro y un santuario para la humanidad a lo largo de milenios. No es solo una montaña, es un portal al pasado, un silencioso testigo de la historia y la persistencia humana en el desierto.

¡Hasta la próxima aventura, exploradores!

La gente se detiene naturalmente en el área principal de estacionamiento y observación de la cumbre. Desde aquí, encuadra la vasta panorámica de Al Ain y el extenso desierto. Alternativamente, captura las dramáticas curvas de la carretera serpenteante contra la propia montaña. El atardecer ofrece la mejor luz, tiñendo el paisaje de tonos cálidos e iluminando la ciudad.

La subida a Jebel Hafeet es espectacular, con una carretera impecable y vistas panorámicas del desierto. En la cima, el destino es meramente un mirador con servicios limitados, a menudo saturado de gente. La experiencia se agota rápidamente sin actividades adicionales. La sorpresa fue la notable caída de temperatura en la cumbre.

No hay alquiler directo de sillas de ruedas o patinetes en Jebel Hafeet. Busca en farmacias grandes o tiendas de suministros médicos en Al Ain. La disponibilidad es limitada, se aconseja coordinar con antelación. Los hoteles en Al Ain pueden facilitar el contacto y la consulta de precios.

Ascender por sus curvas ofrece vistas progresivas del desierto y Al Ain. Desde la cima, se contempla una panorámica inmensa que abarca kilómetros de paisaje árido y urbano. Es un punto idóneo para capturar el atardecer, cuando el cielo tiñe el horizonte de tonos cálidos. Muchos disfrutan de un café o té mientras observan el valle desde el mirador.

¡Hola, exploradores! Listos para una aventura vertical?

El ascenso a Jebel Hafeet es una coreografía en sí misma. La carretera, una cinta impecable de asfalto, se desenrolla con gracia, trepando por las laderas escarpadas. A cada curva, el paisaje se transforma: las dunas arenosas dan paso a formaciones rocosas esculpidas por milenios, teñidas de ocres profundos, terracotas y un sutil violeta al atardecer. Desde la cumbre, la vista es un lienzo panorámico que quita el aliento. Abajo, Al Ain se extiende como un patrón de luces diminutas, un oasis verde que contrasta con la inmensidad árida que se desvanece en el horizonte. Aquí arriba, el aire es más nítido, más fresco, y el silencio tiene una cualidad expansiva. Si te detienes y permites que el viento te envuelva, notarás un detalle que a menudo se escapa: una vibración casi imperceptible en el aire, un *hum* profundo que parece emanar de la propia roca y del vasto desierto, la respiración del paisaje. Es el sonido de la quietud, la resonancia de un lugar antiguo que te recuerda lo insignificante que eres y, a la vez, lo conectado que estás. Los últimos rayos del sol tiñen las cumbres de fuego antes de que la noche envuelva todo en un manto estrellado.

¡Hasta la próxima cumbre!

El calor extremo exige hidratación constante y evitar las horas centrales del día en la ascensión. La sinuosa carretera requiere máxima precaución al volante; respeta los límites de velocidad. Anticipa curvas cerradas y posibles ciclistas o motoristas en la vía. Usa protector solar y sombrero, la exposición solar es intensa en la cumbre.

Jebel Hafeet es un destino gratificante para avistadores, con rapaces como el águila esteparia y el halcón peregrino. Se escuchan cantos de gorrión del desierto y bulbul. Los wadis secos y senderos menos concurridos cerca de la cima son ideales para la observación tranquila. La mejor época es de octubre a marzo, al amanecer o atardecer, para mayor actividad.