¿Te preguntas qué se *hace* realmente en Hatta Heritage Village, lejos del brillo de Dubái? Imagina que el asfalto bajo tus ruedas empieza a ondularse, la planicie se eleva y, de repente, te rodea el silencio de las montañas Hajar. El aire se siente distinto, más seco y limpio, con un matiz terroso. A medida que te acercas, la carretera serpentea entre formaciones rocosas imponentes, y sientes la escala del paisaje. No hay rascacielos aquí, solo la promesa de algo antiguo, una paz que se te pega a la piel. De repente, entre las rocas, asoma un pequeño grupo de edificios de adobe, como si hubieran brotado de la tierra misma.
Cruzas un umbral imaginario y el sonido de tus pasos cambia, de la grava suelta a la tierra compacta. El sol, aunque presente, se suaviza al entrar en el corazón del pueblo. Sientes el frescor de los muros de piedra y adobe, una bendición contra el calor exterior. Puedes pasar una mano por la superficie rugosa de una pared, notando la textura de los materiales naturales. El silencio se rompe solo por el susurro del viento entre los tejados de palma y quizás el canto lejano de un pájaro. Es como si el tiempo se hubiera detenido, y cada rincón te invita a bajar el ritmo, a respirar hondo el aroma tenue de la historia y la tierra.
Dentro de las casas, el ambiente es aún más íntimo. Puedes casi escuchar los ecos de las conversaciones pasadas. Tus ojos se ajustan a la penumbra, y empiezas a distinguir los detalles: utensilios de cocina de barro, cestas tejidas a mano, herramientas de labranza y armas antiguas. Sientes la frescura del suelo bajo tus pies descalzos si te atreves, o simplemente notas el cambio de temperatura al pasar de una habitación a otra. En algunas estancias, un aroma sutil a incienso o a especias secas flota en el aire, transportándote a las vidas que una vez se desarrollaron aquí. Es un testimonio silencioso de cómo era la vida en estos valles hace siglos.
Luego, sube por el sendero que te lleva a la torre de vigilancia. Sentirás el esfuerzo en tus piernas mientras asciendes, pero cada paso te acerca a una recompensa. Arriba, el viento te golpea suavemente la cara, trayendo consigo el aroma de las montañas. Mira a tu alrededor: el pueblo se extiende a tus pies, un mosaico de tonos tierra, enmarcado por las cumbres dentadas. El sol se siente cálido en tu piel, y la inmensidad del paisaje te envuelve. No es solo una vista, es una sensación de conexión con la tierra, un momento de perspectiva sobre la vida que se vivía en este remoto rincón.
Para llegar, lo más práctico es ir en coche, ya que el transporte público es limitado. Desde Dubái, es aproximadamente una hora y media a dos horas de trayecto, dependiendo del tráfico. Te recomiendo ir por la mañana temprano, justo cuando abren, para evitar las horas de mayor calor y la afluencia de gente. La mejor época del año es de octubre a abril, cuando las temperaturas son más suaves y agradables para explorar a pie.
Asegúrate de llevar calzado cómodo para caminar, preferiblemente cerrado, ya que hay grava y superficies irregulares. El sol puede ser intenso, incluso en invierno, así que no olvides un sombrero o gorra, gafas de sol y protector solar. Y, por supuesto, una botella de agua grande es indispensable; aunque hay un pequeño quiosco, siempre es mejor ir preparado.
Después de explorar el pueblo, Hatta ofrece mucho más. Puedes ir al Hatta Dam para hacer kayak o simplemente disfrutar de las vistas. Hay varios senderos de montaña para los amantes del trekking, con diferentes niveles de dificultad. Para comer, hay algunos restaurantes locales sencillos que sirven platos emiratíes, o puedes llevar tu propia comida para un picnic en las áreas designadas cerca de la presa.
Olya from the backstreets