Holburne Museum Tours and Tickets

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¡Hola, viajeros y amantes de la cultura!

Al cruzar el umbral del Holburne Museum en Bath, el primer abrazo es el de un aire distinto: fresco y quieto, impregnado de un sutil aroma a madera encerada y polvo antiguo, una fragancia que evoca siglos de historias contenidas. Mis pasos, antes firmes en el pavimento, ahora se amortiguan sobre alfombras mullidas en las galerías más íntimas, o resuenan con una cadencia más clara y espaciada sobre los pulidos suelos de parqué y las frías baldosas de piedra en los pasillos más amplios. El ritmo se vuelve pausado, casi reverente.

Los sonidos son un delicado tapiz: murmullos distantes de conversaciones apagadas, el suave susurro de la ropa de otros visitantes al moverse, quizás el ligero crujido de una tabla bajo el peso de un pie, o el discreto tintineo de una joya contra el cristal de una vitrina. La acústica de las salas, a veces altas y abovedadas, permite que estos sonidos viajen y se desvanezcan con una elegancia que sugiere amplitud. Mis dedos rozan pasamanos de madera lisa y fría, detectan la rugosidad de la piedra en algunos arcos y la suavidad de los bancos tapizados, invitando a una pausa reflexiva. Es una experiencia de calma y descubrimiento, donde cada sentido te invita a conectar con el pasado.

¡Hasta la próxima joya escondida!

El acceso exterior presenta pavimento liso y una suave rampa conduce a la entrada principal. En el interior, pasillos amplios y umbrales a nivel facilitan el tránsito, con ascensores que conectan todas las plantas. El flujo de visitantes, incluso en horas punta, permite una circulación cómoda sin aglomeraciones excesivas. El personal es proactivamente atento y servicial, haciendo el museo muy accesible y manejable para usuarios de silla de ruedas.

¡Hola, exploradores! Hoy nos adentramos en un rincón de Bath que respira arte y serenidad.

El Holburne Museum, con su fachada palladiana inmaculada, se alza majestuoso al final de Great Pulteney Street, una joya que a menudo se pasa por alto en la prisa por las termas romanas. Dentro, el aire es diferente; no hay la grandilocuencia de otros museos, sino una intimidad palpable. Los suelos de madera crujen suavemente bajo los pasos, y la luz natural se filtra por los ventanales, acariciando las delicadas porcelanas, los intrincados esmaltes y los vibrantes retratos del siglo XVIII. Cada sala cuenta una historia susurrada, desde las miniaturas que parecen guardar secretos hasta los muebles que invitan a imaginar vidas pasadas. Es un viaje a través de la elegancia y la curiosidad de una colección privada que se convirtió en legado público.

Ahora, el secreto a voces entre los *Bathonians*: el verdadero encanto del Holburne no termina en sus galerías. Justo detrás, los Jardines de Sydney se despliegan, y los lugareños saben que la experiencia se completa con un paseo pausado por sus senderos una vez que has absorbido el arte. Además, el ala moderna, con su cafetería luminosa y vistas al parque, es el lugar ideal para una pausa. Allí, el aroma a café se mezcla con la brisa fresca que entra por las ventanas, y las exposiciones temporales de arte contemporáneo ofrecen un diálogo fascinante con la colección histórica, un contraste que pocos se detienen a saborear plenamente, lejos del bullicio del centro. Es un oasis cultural donde el tiempo parece ralentizarse.

¡Hasta la próxima aventura!

Comienza en la planta baja; la colección de platería victoriana es inesperadamente cautivadora. Omite las vitrinas de cerámica asiática si priorizas el tiempo; son extensas. Guarda el segundo piso para los maestros del retrato; la serenidad del salón Gainsborough es inolvidable. El museo es íntimo, permitiendo una experiencia profunda sin agobios.

Para evitar multitudes, visita el museo a primera hora de la mañana entre semana. Dedica entre 1.5 y 2 horas para apreciar las colecciones sin prisas. El museo dispone de baños limpios y una agradable cafetería con terraza. Asegúrate de pasear por los adyacentes Sydney Pleasure Gardens después de tu visita.