Hola, viajeros, ¿listos para un paseo por el corazón vibrante de la Provenza?
El Marché Place des Lices en St-Tropez es una explosión de vida y color que se despliega bajo la majestuosa sombra de los plátanos centenarios cada jueves y sábado. El aire se satura con el dulce perfume de la lavanda recién cortada, matizado por la salinidad sutil del mar y el aroma robusto de los quesos de cabra artesanales. Cestas de mimbre rebosan de tomates maduros, aceitunas brillantes y especias exóticas. La cerámica pintada a mano destella con patrones provenzales, mientras el lino ondea suavemente, invitando al tacto. El constante murmullo de voces, una mezcla de idiomas y acentos, se fusiona con el alegre pregón de los vendedores, creando una sinfonía auténtica que te envuelve. Cada puesto es un descubrimiento, desde la *tapenade* casera hasta los jabones artesanales que prometen capturar la esencia de la Provenza.
Pero hay un detalle que a menudo pasa desapercibido entre tanto bullicio. Si te detienes un momento cerca del rincón noroeste de la plaza, donde los árboles son más viejos y sus hojas más densas, percibirás un susurro constante. No es el viento, sino el roce sutil de las hojas de los plátanos, un sonido casi imperceptible que te envuelve, como un secreto ancestral que la ciudad te cuenta. Y justo ahí, casi escondido entre los puestos más grandes, hay un pequeño carrito de madera. No vende productos llamativos, sino exclusivamente *savon de Marseille* auténtico. Su aroma, puro y terroso, es distinto al de las lavandas o los dulces; es la esencia misma de la limpieza y la simplicidad provenzal, un ancla olfativa en medio de la opulencia. Este rincón, con su sonido y su olor tan particulares, ofrece una ventana a la Provenza más humilde y real, lejos del glamour costero.
¡Hasta la próxima aventura!