¡Hola, trotamundos! Si me preguntaras cómo guiarte por Koh Yao Yai, no te daría un mapa turístico, sino una brújula para sentirla. Imagina que el avión ya ha aterrizado en Phuket y el bullicio empieza a desvanecerse. Cierra los ojos. Ya casi lo tienes.
¿Cómo llegas a este pedacito de paz? Es sencillo, como un mensaje de texto a un amigo: desde el muelle de Bang Rong en Phuket, toma una lancha rápida o una *longtail boat* hasta el muelle de Chong Lard en Koh Yao Yai. Las lanchas rápidas son más rápidas (unos 30 minutos, 200-300 baht), las *longtail* más lentas y auténticas (1 hora, 150 baht), pero ambas te dejan en la misma orilla. No hay que reservar con antelación, simplemente llegas, compras tu billete y te subes. Fácil.
Al pisar tierra, no hay prisas. Sientes el aire, una mezcla de salitre y vegetación húmeda que te envuelve. El ritmo es diferente aquí; el tiempo se estira. Tus oídos captan el suave murmullo de las olas, el canto de algún pájaro lejano, y el ronroneo ocasional de una scooter. Para alojarte, busca algo cerca de Laem Had Beach al sur si quieres más tranquilidad, o cerca del centro si prefieres tener a mano algunos restaurantes y tiendas locales. Hay desde bungalows sencillos hasta resorts más cómodos, pero todos comparten esa vibra relajada. Personalmente, me encantan los sitios pequeños y familiares, donde te sientes parte de la comunidad.
Para moverte por la isla, la scooter es tu mejor amiga. Por unos 250-300 baht al día, alquilas una y te da total libertad. No hay mucho tráfico, las carreteras son decentes y te permiten explorar a tu ritmo. ¿Recuerdas esa sensación de libertad? Aquí la sientes en cada curva, con el viento en la cara y el aroma de la naturaleza. Si no te atreves con la moto, los taxis locales (camionetas con asientos) están disponibles, pero son menos espontáneos.
Empecemos nuestra ruta. Te sugiero que tomes tu scooter y te dirijas hacia el sur, a Laem Had Beach. Cuando llegues, tus pies sentirán la arena suave y fresca bajo el sol matutino. Es una playa tranquila, casi virgen. Imagina caminar por la orilla, el agua cálida y cristalina te roza los tobillos, y escuchas solo el suave vaivén de las olas. A lo lejos, puedes ver las formaciones kársticas de la bahía de Phang Nga. Respira hondo. Huele a mar y a tierra húmeda. Este es el verdadero despertar de la isla, sin aglomeraciones, solo tú y la inmensidad.
Desde allí, te animo a que te pierdas por los caminos interiores que llevan al pueblo de Tha Khao. No esperes grandes monumentos, sino la vida local en su esencia. Tus ojos verán casas de madera, niños jugando, y pescadores reparando sus redes. El aire se llena con el aroma del curry y las especias que salen de las cocinas locales. Busca un pequeño puesto de comida al borde de la carretera para almorzar. Pide un *Pad See Ew* o un *Massaman Curry*. El sabor es auténtico, casero, y la gente te sonríe con una calidez que te llega al alma. Es la oportunidad perfecta para sentir el pulso de la isla, lejos de los resorts.
¿Qué saltarse? Quizás los puntos que se sienten "demasiado turísticos" si buscas la autenticidad, aunque en Koh Yao Yai eso es raro. Personalmente, no me detendría mucho en las zonas de resorts más grandes si tu idea es la inmersión local. ¿Qué guardar para el final? La puesta de sol en Ao Muang Beach al norte. Siente cómo el sol empieza a descender, tiñendo el cielo de naranjas, rosas y púrpuras. El calor del día se suaviza, y una brisa ligera te acaricia la piel. Los sonidos del día dan paso al canto de los grillos y el suave chapoteo del agua. Es el momento de la reflexión, de absorber la belleza de este lugar, de sentir la calma que te deja la isla.
La comida en Koh Yao Yai es una delicia sencilla. Busca los restaurantes locales, los que no tienen un menú muy elaborado pero sí un montón de sabor. Prueba el marisco fresco, recién sacado del mar. Las gambas a la parrilla, el pescado al vapor con lima y chile, o un simple arroz frito con pollo. Los sabores son vibrantes y auténticos. No te olvides de los batidos de frutas tropicales; la piña y el mango son espectaculares. Cada bocado es un recordatorio de la generosidad de esta tierra y su gente.
Koh Yao Yai no es para el que busca fiesta o atracciones impresionantes. Es para el que busca reconectar, respirar, y sentir la vida sin filtros. Es la isla que te recuerda que la verdadera aventura está en la simplicidad, en la calidez de su gente, en el susurro del mar. Te vas de allí con una sensación de paz que te acompaña mucho después de que tus pies hayan dejado su arena. Es un abrazo silencioso que te llevas contigo.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa de la ruta