¡Hola, trotamundos! Si me preguntas por Bondi Beach, prepárate, porque no es solo una playa, es una sensación. Para mí, la mejor forma de empezar tu aventura aquí es llegar por la mañana, cuando el sol aún no aprieta del todo. Imagina que bajas del autobús en Campbell Parade, justo en el corazón de Bondi. Lo primero que te golpea es el aire: una mezcla salada y fresca, con un toque dulce de protector solar y el aroma inconfundible de café recién hecho. Puedes sentir la brisa en tu piel, una caricia suave que te invita a seguir. Escucha: el murmullo constante de las olas rompiendo, un ritmo hipnótico que te dice que estás en el lugar correcto. A lo lejos, el grito de las gaviotas y, más cerca, el zumbido de las conversaciones y risas. Camina unos pasos y tus pies sentirán el cambio: del asfalto cálido al paseo marítimo fresco, y luego, esa arena, suave y fina, que se cuela entre tus dedos. Es vasta, brillante, y te rodea por completo.
Una vez que tus pies tocan la arena, el mundo se abre. Si cierras los ojos, puedes sentir el calor del sol en tu cara y la arena tibia bajo tus plantas. Abre los ojos y el azul del Pacífico te envuelve, un lienzo inmenso que cambia de tonalidad con cada ola. Aquí, en la parte central de la playa, la energía es palpable. Escucharás el chapoteo de los niños jugando, el silbido de las tablas cortando el agua y, si agudizas el oído, el grito ocasional de alegría de un surfista que ha pillado la ola perfecta. No necesitas ser un experto para sentirlo; basta con mirar a los surfistas, ver cómo se deslizan, cómo el océano los abraza. Si te animas a un chapuzón, el agua es fresca y vigorizante, te despierta cada poro de la piel. Si solo quieres sentir, siéntate, deja que las olas te rocen los pies y la arena se mueva bajo ti con cada vaivén del agua. Para un baño tranquilo, lo mejor es venir temprano, antes de que se llene.
Desde la arena principal, te guiaría hacia el sur, siguiendo el paseo marítimo. A medida que avanzas, el sonido de las olas se vuelve más profundo y el aire se satura aún más con ese olor a sal y cloro. Es el Bondi Icebergs Club. No te lo puedes perder. Aunque no nades, acercarse es una experiencia. Imagina las rocas escarpadas, el blanco de la espuma que rompe contra ellas y, en medio de todo eso, dos piscinas de agua salada, de un azul tan intenso que parece irreal. Puedes sentir la humedad en el aire, el rocío de las olas que chocan contra el borde de la piscina. Escucha el eco de los nadadores y el sonido rítmico de la respiración. Si quieres nadar, hay una pequeña tarifa de entrada, pero vale la pena solo por la vista y la sensación de nadar con el océano a tu lado. Para un café con vistas increíbles, hay un par de sitios justo encima de las piscinas.
Ahora, para cambiar de ambiente, volvamos a la playa central y caminemos hacia el norte. Esta parte es a menudo un poco más tranquila, ideal si buscas un rincón para simplemente ser. El paseo se vuelve un poco más rocoso en algunos puntos, y puedes escuchar el sonido de las pequeñas conchas crujiendo bajo tus pies. Aquí, la vista de la playa se extiende a lo lejos, y puedes apreciar la curva dorada de Bondi en toda su magnitud. Si te apetece un paseo más largo, puedes seguir el Coastal Walk desde aquí, pero para una visita relajada, no hace falta. Lo que sí te diría es que evites las tiendas de souvenirs genéricas en Campbell Parade; no aportan nada nuevo a la experiencia. Mejor, busca un pequeño quiosco de zumos frescos o un puesto de pescado y patatas fritas cerca del North Bondi Surf Life Saving Club. Es un buen lugar para sentir el pulso local sin las multitudes.
Para terminar tu día en Bondi, te sugiero un plan infalible. Después de todo el movimiento, busca un lugar para cenar. Hay opciones para todos los gustos y bolsillos a lo largo de Campbell Parade o en las calles laterales. Desde restaurantes de mariscos frescos hasta pizzerías informales. La clave es encontrar un sitio donde puedas sentir la energía del lugar mientras disfrutas de la comida. Y para el broche de oro, si el tiempo lo permite, quédate para ver el atardecer. Puedes sentir cómo la brisa se vuelve más fresca, cómo la luz cambia, tiñendo el cielo de naranjas, rosas y violetas. El sonido de las olas se vuelve más suave, casi una nana. Es el momento en que Bondi se relaja y te invita a hacer lo mismo. Para volver al centro de Sídney, los autobuses son frecuentes y te dejarán en un santiamén.
Olya from the backstreets