Imagínate que vas llegando. El coche sube suavemente por un puente, sientes el viento en la cara por un instante y un olor salado te envuelve, mezclado con el asfalto caliente. Escuchas el murmullo lejano de la ciudad que se va quedando atrás, y el sonido más cercano de las gaviotas. Sabes que estás en Rozelle, cerca del agua, porque el aire se siente diferente, más fresco y expansivo. Te acercas a un edificio grande, moderno, y puedes sentir la vibración del tráfico que pasa por encima.
Una vez que el coche se detiene y la puerta se abre, pisas un suelo liso, probablemente hormigón, y el aire es distinto, más fresco, como el de un espacio muy amplio. Escuchas un murmullo constante de voces, risas, y el arrastre suave de maletas con ruedas. Es un sonido que te envuelve, no es estridente, sino un eco suave de cientos de personas moviéndose y hablando. Te guían para dejar tu equipaje, sientes el contacto de la etiqueta que te ponen en la mano y el peso de tu maleta al soltarla. Es un alivio, una sensación de que el viaje ya ha empezado.
Después de dejar las maletas, te mueves con la corriente de gente. Hay una sensación de orden, aunque haya muchas personas. Escuchas breves pitidos, el sonido de las máquinas de seguridad, y la voz amortiguada de los empleados dando instrucciones. Puede que sientas una ligera presión en la espalda o los hombros a medida que te mueves en fila, pero es una presión suave, de empuje, no de agobio. Luego, te adentras en una sala de espera. Sientes el tacto de las sillas, algunas más suaves, otras más duras, y el sonido de las conversaciones se vuelve más cercano, más personal. Escuchas anuncios, a veces claros, a veces un poco distorsionados, que te indican la siguiente etapa.
Y llega el momento. Sientes el suave declive de la pasarela bajo tus pies, un cambio en la textura del suelo. Es como si el camino te succionara hacia adelante. Puedes escuchar el sonido del metal, a veces un leve crujido, y el aire se siente diferente, más denso, como si estuvieras entrando en otro espacio. El murmullo de voces cambia, se vuelve más cercano, más íntimo, y puedes sentir la vibración sutil del barco, como un latido constante bajo tus pies, incluso antes de haber llegado a la cubierta.
Ahora, hablemos de lo práctico. Para llegar al White Bay Cruise Terminal (WBCT), la forma más sencilla es en taxi o con un servicio de coche compartido. No esperes encontrar transporte público directo hasta la puerta; está un poco apartado en Rozelle, bajo el puente Anzac. Si vienes del centro de Sídney, el viaje suele ser de unos 15-20 minutos sin tráfico pesado. No es como Circular Quay, donde tienes trenes y ferries a mano. Así que, organiza tu transporte con antelación, especialmente si vas con mucho equipaje.
Una vez dentro del terminal, ten en cuenta que no hay muchas opciones para comer o beber. Hay alguna cafetería pequeña, pero no es el lugar para sentarse a desayunar tranquilamente. Lo mejor es que comas algo antes de llegar o lleves tus propios snacks y una botella de agua. Los baños están limpios y son accesibles. Hay asientos de sobra, pero en días de mucha afluencia, puede que te toque esperar de pie un rato. La señal de Wi-Fi puede ser irregular, así que no cuentes con ella para trabajar o ver películas. Es un espacio funcional, diseñado para mover a la gente de forma eficiente.
Al salir del barco (o al llegar de nuevo), el proceso es similar. Una vez que has recogido tus maletas (que salen por una cinta, como en un aeropuerto), te dirigen a una zona de recogida de vehículos. Puede haber bastante congestión, especialmente si llegan varios barcos a la vez. Mi consejo es que tengas tu taxi o coche compartido ya reservado o al menos listo para pedirlo en cuanto salgas. Es un poco caótico al principio, pero la gente de seguridad y el personal suelen ser muy útiles indicando dónde están las cosas.
Léa en ruta.