Imagina que el coche empieza a subir. Sientes cómo la carretera se retuerce, un ascenso constante que te lleva lejos del bullicio de la costa. El aire, poco a poco, se vuelve más fresco, más ligero, y el zumbido de la ciudad se disipa, reemplazado por un silencio que solo rompe el viento entre los árboles y, a veces, el lejano canto de un pájaro. Es una sensación de anticipación, como si te acercaras a algo grande, algo que ocupa el horizonte. A medida que avanzas, el sol tropical te envuelve, cálido y constante, pero sabes que algo monumental te espera.
Cuando llegas, sientes el cambio de superficie bajo tus pies, del asfalto a un suelo más rugoso, y el aire se llena con un suave murmullo de voces. Hay un leve aroma a incienso mezclado con el dulzor de flores exóticas. Empiezas a subir unos escalones de piedra, cálidos por el sol. Cada paso te eleva un poco más, y puedes sentir cómo el espacio se abre a tu alrededor. El sonido del viento se intensifica, y de repente, una inmensidad se revela. No puedes verlo, pero la escala del lugar te abruma: es como si el mundo se expandiera en todas direcciones.
Estás en la base de la Gran Iluminación, la estatua del Gran Buda. El mármol blanco que lo recubre irradia una frescura que contrasta con el calor del aire. Escucharás el tintineo constante de pequeñas campanas que cuelgan por todas partes, movidas por la brisa, creando una melodía etérea y tranquilizadora. A veces, oirás el suave murmullo de oraciones o el arrullo de palomas. La energía aquí es palpable, una mezcla de reverencia y asombro. Puedes sentir la inmensidad de la estatua sobre ti, una presencia serena que te invita a la calma.
Justo al lado del Gran Buda, hay un pequeño pabellón. Aquí, el ambiente es diferente. El sonido es más contenido, las voces son susurros. El suelo es fresco bajo tus pies descalzos. Si tienes suerte, escucharás el canto rítmico de los monjes budistas, una vibración profunda que resuena en el aire. A veces, la gente se acerca para recibir una bendición, y sentirás el tacto ligero de un hilo blanco que se ata a tu muñeca mientras escuchas palabras suaves de buena fortuna. Es un momento de conexión, un recordatorio de la devoción y la paz que impregna este lugar.
Para que tu visita sea lo más cómoda posible, ten en cuenta que es un lugar sagrado. Esto significa que debes cubrirte los hombros y las rodillas. Una camisa ligera y pantalones o falda que lleguen por debajo de la rodilla son perfectos. Si se te olvida, no te preocupes, suelen tener sarongs disponibles para alquilar o comprar a la entrada. El mejor momento para ir es a primera hora de la mañana, antes de las 9, o al final de la tarde, justo antes del atardecer. Evitarás el calor más intenso y las multitudes, lo que te permitirá disfrutar de la tranquilidad del lugar.
Llegar hasta el Gran Buda es bastante sencillo. Puedes tomar un taxi o un tuk-tuk desde cualquier punto de Phuket, pero asegúrate de negociar el precio antes de subir. Otra opción popular es alquilar una moto, si te sientes cómodo conduciendo en Tailandia, ya que la carretera es buena, aunque con algunas curvas pronunciadas. Si usas aplicaciones como Grab, también funcionan bien aquí. Una vez que llegues, planifica estar allí entre una hora y dos horas. Eso te dará tiempo suficiente para explorar la plataforma principal, sentir la atmósfera y disfrutar de las vistas.
Cuando estés allí, recuerda siempre quitarte los zapatos antes de entrar en cualquier edificio del templo. Es un gesto de respeto. Verás a mucha gente haciendo ofrendas, como flores de loto o incienso; no hay obligación de hacerlo, pero puedes comprar algunas en los puestos cercanos si quieres participar. También hay cajas de donaciones si deseas contribuir al mantenimiento de este impresionante lugar, que se construye con donaciones. La atmósfera es de respeto, así que mantén un tono de voz bajo y sé consciente de tu entorno.
Olya from the backstreets