¡Hola a todos! Acabo de volver de Khao San Road en Bangkok y tengo la cabeza llena de sensaciones, así que os lo cuento tal cual.
Cuando te bajas del tuk-tuk, lo primero que te golpea es una ola de sonido y calor. Imagina una banda sonora hecha de cien canciones diferentes, risas, el zumbido de los tuk-tuks, el grito de los vendedores y el crepitar de la comida en los woks. Sientes el aire denso y húmedo contra tu piel, mezclado con el dulzor del mango pegajoso, el picante del Pad Thai y un toque inesperado a incienso y humo. Caminas y el suelo vibra bajo tus pies por la música que escapa de los bares. Es un asalto total a los sentidos, caótico y abrumador, pero a la vez, extrañamente, te atrapa. Es como si la calle te diera un abrazo gigante y ruidoso.
Si vas a meterte en este torbellino, un consejo práctico: para moverte por allí, el Grab (la app de taxi) es tu mejor amigo, pero ten paciencia, el tráfico es una locura. Si coges un tuk-tuk, negocia el precio antes de subirte, siempre. Y sobre todo, no te estreses por la multitud; es parte de la experiencia. Si te sientes agobiado, busca un callejón lateral, a veces hay pequeños templos o tiendas más tranquilas donde puedes respirar un poco.
Pero si hay algo que te envuelve allí, es la comida. Saboreas el Pad Thai recién hecho, cada bocado una explosión de dulce, salado y picante. Hueles el coco tostado del arroz pegajoso con mango mientras te lo preparan delante. Te encuentras con carritos de insectos crujientes (sí, grillos y escorpiones), y aunque no te atrevas a probarlos, su presencia es una parte más de la locura sensorial. Las cubetas de cóctel son otra historia; son fuertes y muy dulces. Si no te gusta el jaleo, puedes buscar los puestos de zumos naturales, que son un oasis de frescura.
Hablando de cosas prácticas: lleva efectivo, aunque hay cajeros, a veces las comisiones son altas. Y ten siempre un ojo en tus pertenencias, es un lugar muy concurrido y los carteristas saben que los turistas se despistan. En cuanto a las bebidas, si pides algo con hielo, asegúrate de que sea hielo hecho con agua embotellada (generalmente lo es en los sitios turísticos, pero no está de más preguntar). Por la noche es cuando Khao San realmente cobra vida, así que si quieres la experiencia completa, ve después del atardecer.
Cuando la noche avanza y la música sigue latiendo, sientes el cansancio en los pies, pero una energía extraña te mantiene en pie. Escuchas cómo las conversaciones se mezclan con el ritmo de la música y el eco de las risas. Te das cuenta de que has pasado horas simplemente observando, absorbiendo. La sensación que te llevas no es solo de una calle, sino de un pulso, una vibración que se te mete en el cuerpo. Es ruidoso, desordenado, pero tiene una autenticidad innegable, una especie de magia callejera que no encuentras en muchos sitios.
Un último consejo: si Khao San te parece demasiado para tu alma, justo al lado está Rambuttri Road, que es como su hermana pequeña y más tranquila. Tiene el mismo ambiente de mochileros, pero con menos decibelios y menos aglomeraciones. Puedes encontrar sitios para comer y bares con música en vivo, pero sin el caos absoluto. Es una buena opción si quieres la esencia de la zona sin el ataque frontal. No esperes un lugar tranquilo y zen; es un espectáculo, una fiesta, y si vas con esa mentalidad, lo disfrutarás mucho.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets