Acabo de volver de Bangkok, y tengo que contarte de Lumpini Park. Es como un respiro gigante en medio del caos, un pulmón verde donde la ciudad parece tomar una pausa. Me gustó mucho ese contraste, me sorprendió un montón de cosas, y sí, hubo un par de detalles que no me encantaron, pero en general, ¡es una experiencia!
Imagina que el ruido incesante de los tuk-tuks y el trajín de la gente se desvanece. De repente, solo escuchas el susurro del viento entre las hojas de las palmeras y el canto lejano de algún pájaro. Sientes una brisa suave que te acaricia la piel, una tregua del calor pegajoso que suele envolver Bangkok. Puedes caminar descalzo por el césped en algunas zonas, sintiendo la tierra suave y fresca bajo tus pies, o sentarte en un banco de madera, notando la textura rugosa, mientras el sol se filtra entre los árboles, creando patrones de luz y sombra. El aire aquí huele diferente, menos a escape y más a naturaleza húmeda, a hojas y a la vida que brota del suelo.
Si vas, ve temprano por la mañana, tipo 6 o 7 AM. El parque abre a las 4:30 AM y cierra a las 9 PM. A esa hora, la temperatura es mucho más agradable y verás a la gente haciendo tai chi, aeróbicos o simplemente paseando. Es gratis unirse a las clases improvisadas, una forma genial de sentir la energía local. Lleva agua, sí o sí; hay máquinas expendedoras, pero es mejor que tengas la tuya a mano. Y si quieres hacer ejercicio, hay pistas para correr y bicicletas de alquiler (por una tarifa muy pequeña).
Pero lo que de verdad te va a volar la cabeza y a sorprender son los varanos, los lagartos gigantes. Estás caminando tranquilamente, y de repente, sientes una presencia. No los hueles, pero los ves, se mueven con una lentitud majestuosa, su piel escamosa brillando bajo el sol mientras se deslizan por el césped o se zambullen en los lagos. A veces, puedes escuchar el arrastre de sus cuerpos contra el suelo si están cerca, o el chapoteo si se meten al agua. Es surrealista, como si la naturaleza salvaje de Tailandia se hubiera colado en el parque, recordándote que estás en el trópico. Te dan ganas de tocar el agua del lago, pero mejor no, por si acaso.
En cuanto a lo que no me convenció del todo: la comida dentro del parque es bastante limitada. Hay algunos puestecitos, pero no esperes una gran variedad ni la calidad de la comida callejera de fuera. Es mejor comer algo antes o después. Y por la tarde, especialmente los fines de semana, puede llenarse bastante, así que si buscas esa tranquilidad que te contaba al principio, la mañana es tu mejor opción. Ah, y aunque es un lugar seguro, siempre atento a tus pertenencias, como en cualquier sitio concurrido.
Al final, Lumpini Park es un respiro necesario. Es un contraste brutal con el resto de Bangkok, y eso es lo que lo hace tan especial. No es perfecto, pero es real y te da una perspectiva diferente de la ciudad. Si necesitas un momento de paz o simplemente ver algo inesperado, tienes que ir.
Un abrazo desde la carretera,
Max en movimiento.