¿Sabes esa sensación de cuando te apetece un respiro, pero no quieres alejarte demasiado de la magia? Imagina que dejas atrás el bullicio de Venecia, el murmullo constante de las góndolas, el olor salino del Gran Canal. Te subes a un autobús o, mejor aún, a una pequeña embarcación que te aleja suavemente de la laguna. A medida que avanzas, el aire cambia. Se vuelve más fresco, más dulce, con un ligero aroma a tierra húmeda y a vegetación. Escuchas el suave chapoteo del agua contra el casco o el murmullo lejano de un motor, y sientes cómo el ritmo se ralentiza en tu pecho. De repente, el paisaje se abre: no son solo los colores del agua y el cielo, sino el verde intenso de los prados, salpicado por imponentes fachadas de piedra que asoman entre los árboles. Es como si el tiempo se doblara y te transportara a otra época, una donde la vida era más pausada, más elegante.
Ahora, imagina que tus pies pisan la grava crujiente de un sendero que se adentra en un jardín inmenso. El sol juega a través de las hojas de árboles centenarios, creando patrones de luz y sombra en el suelo. Puedes sentir la brisa acariciando tu piel, trayendo consigo el perfume de las flores que no puedes ver pero que sabes que están ahí, exuberantes y vibrantes. Escuchas el constante y relajante sonido de fuentes, el agua cayendo en cascadas o brotando de estatuas de piedra, un eco de la vida que una vez llenó estos espacios. Al entrar en una de esas villas, como la majestuosa Villa Pisani, el aire se vuelve de inmediato más fresco, casi gélido. Sientes el frío del mármol bajo tus dedos al tocar una barandilla, y tus pasos resuenan en los techos altos, un recordatorio de su grandiosidad vacía. Cada sala te envuelve con el tenue olor a madera antigua, a historia contenida, y puedes casi sentir la presencia de quienes la habitaron.
El viaje entre una villa y otra es una experiencia en sí misma. Si eliges el barco, el suave vaivén del agua te arrulla mientras el paisaje desfila lentamente a ambos lados del canal. Observas las orillas verdes, las casas sencillas que conviven con la magnificencia de las villas, los pequeños puentes que cruzan el agua. Puedes sentir el sol en tu cara y la brisa fresca del río Adige, que se mezcla con el aire. Si vas en autobús, la ventana se convierte en tu propio cuadro en movimiento, y el suave zumbido del motor es el telón de fondo de un paisaje que se revela poco a poco. Es una sucesión de momentos de calma, una oportunidad para simplemente existir y observar cómo la vida se despliega a lo largo de este canal histórico, lejos del frenesí turístico.
Para llegar a este remanso, desde Piazzale Roma en Venecia, el autobús 53E de ACTV es tu mejor amigo; te deja en Stra, Dolo o Mira, los pueblos principales de la Riviera, y es un trayecto de unos 45-60 minutos, súper cómodo. También hay excursiones en barco que salen de Venecia y te llevan por el canal, parando en las villas más importantes como Villa Pisani, Villa Widmann y Villa Foscari (La Malcontenta). Si vas por tu cuenta, te recomiendo empezar por Villa Pisani en Stra, es la más grande y tiene unos jardines impresionantes. Luego, puedes ir bajando por el canal. Lo ideal es ir en primavera u otoño; el clima es perfecto y los colores, tanto de los jardines como del paisaje, son espectaculares. Revisa los horarios de apertura de las villas, porque varían y algunas cierran en invierno.
Y ya que estás allí, no te vayas sin probar la gastronomía local. Busca una pequeña osteria a orillas del canal, de esas que no parecen gran cosa desde fuera pero que huelen a comida casera. Siente el calor de una sopa de pasta y judías (pasta e fagioli) o el sabor robusto de un buen risotto con marisco fresco del Adriático. Escucha el murmullo de las conversaciones locales, el tintineo de los vasos y el sonido de las risas. Es una Venecia diferente, más auténtica, más arraigada a la tierra y al agua dulce. Aquí, el tiempo no corre, simplemente fluye, como el río Brenta. Es la oportunidad de conectar con una parte de Italia que a menudo se pasa por alto, pero que te dejará una sensación de paz y plenitud.
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