¿Me preguntas qué se *hace* en el Árbol Petrificado de Yellowstone? Mira, no es un parque de atracciones. Es otra cosa. Imagina que el aire de Yellowstone te envuelve, fresco, con ese aroma a pino y tierra húmeda. Conduces por una carretera que se estrecha un poco, y de repente, el coche se detiene. Bajas. El silencio te golpea, solo roto por el crujido de la gravilla bajo tus pies y, quizás, el canto lejano de algún pájaro. Es un lugar donde el tiempo se siente diferente. No hay multitudes, no hay ruido de gente. Solo tú y la inmensidad del parque.
Caminas por un sendero corto, de tierra compacta y algunas piedras sueltas. No es una caminata larga, pero cada paso te acerca a algo realmente singular. Sientes el sol en la cara, o quizás la brisa fría si es temprano. El camino te guía, y a medida que te acercas, una silueta se recorta contra el cielo. Es imponente, pero no en la forma que esperarías de un árbol vivo. No hay hojas, ni ramas que se balanceen. Es una presencia sólida, inamovible, que te invita a acercarte con reverencia.
Estás frente a él. Extiende tu mano. No sentirás la corteza rugosa y viva, sino una superficie fría, increíblemente dura y lisa, casi como roca pulida. Los patrones de lo que una vez fue madera, sus vetas, sus nudos, están perfectamente conservados, pero ahora son piedra. Puedes rodearlo, sentir su escala. No es el árbol más grande que verás, pero su quietud y su edad te envuelven. Es un monumento natural al tiempo, a la paciencia de la tierra, y a la memoria de un pasado geológico inmenso. El aire alrededor parece denso, cargado de millones de años.
Para llegar, busca el desvío hacia Petrified Tree en la carretera del Valle de Lamar, cerca de Tower Junction. Hay un pequeño aparcamiento justo al lado del inicio del sendero; no esperes grandes instalaciones. Lo mejor es ir por la mañana temprano o al final de la tarde. La luz es más suave y es probable que tengas el lugar para ti solo, lo que realmente potencia la experiencia. Lleva agua, calzado cómodo para el sendero corto y, si hace sol, un sombrero, porque no hay mucha sombra directa allí.
Esto no es un tronco caído cualquiera. Es un árbol que se mantuvo erguido mientras la ceniza volcánica lo cubría lentamente, y con el tiempo, sus células orgánicas fueron reemplazadas por minerales, convirtiéndolo en roca. Es un fósil en pie, una ventana a un bosque antiguo que existió hace eones. Tómate tu tiempo. Rodea el árbol, obsérvalo desde diferentes ángulos. Imagina el bosque que lo rodeaba, los animales que vivían en él. No hay mucho más que ver en ese punto exacto, y esa es la clave: la experiencia es el árbol en sí y la historia que representa.
Al alejarte, la imagen de su textura pétrea y la sensación de esa antigüedad se quedan contigo. El crujido de tus pasos al regresar al coche suena distinto, como si hubieras pisado un pedazo de tiempo congelado. Miras hacia atrás y lo ves, una silueta solitaria, un guardián silencioso de un pasado que solo podemos imaginar. Te deja con una sensación de asombro y de la insignificancia de nuestra propia existencia frente a la paciencia de la naturaleza.
Un abrazo desde la carretera,
Olya from the backstreets.