¡Hola, viajeros! Hoy os llevo al corazón palpitante de Sorrento.
La Piazza Tasso no es solo una plaza; es el escenario vibrante donde la vida sorrentina se despliega con una energía contagiosa. Al pisar su empedrado, uno se ve inmerso en un torbellino de actividad: el zumbido constante de las Vespas sorteando los coches, el murmullo de las conversaciones que emana de las terrazas repletas y el tintineo de las tazas de café. Los imponentes edificios barrocos, como el Palazzo Correale y la Chiesa del Carmine, flanquean el espacio, sus fachadas ocres y terracota bañadas por el sol mediterráneo, invitando a una pausa contemplativa. Desde un lateral, una vista sorprendente se abre al Vallone dei Mulini, un barranco profundo y frondoso que contrasta con el bullicio urbano. Aquí, entre el aroma a limones frescos y el perfume del café recién hecho, los locales se encuentran, los turistas se orientan y los carruajes tirados por caballos esperan pacientemente, ofreciendo un ritmo más pausado a la sinfonía urbana. Es un punto de encuentro, un lugar para observar el pulso de la ciudad o simplemente dejarse llevar por su encanto innegable.
Recuerdo una tarde, buscando desesperadamente una pequeña *gelateria* recomendada por un amigo local. Me sentía completamente desorientado entre las callejuelas. De repente, al girar una esquina, la Piazza Tasso se abrió ante mí, vasta y familiar. Vi a un grupo de ancianos charlando animadamente en un banco, unos niños persiguiéndose entre las mesas de los cafés, y el repique de las campanas de la iglesia marcando la hora. Fue en ese instante, al ver a toda la ciudad converger en este punto, que entendí su verdadera esencia: no es solo un punto en el mapa, sino el salón de la casa de Sorrento, el lugar donde todo comienza y todo vuelve. Me senté, pedí un espresso y, con la vista fija en el ir y venir de la gente, supe exactamente dónde estaba y, más importante, dónde quería estar.
¡Hasta la próxima aventura!