¿Preguntas qué se *hace* en el Salkantay? Amigo, no es solo "hacer", es *sentir* cada fibra de tu cuerpo. Imagina esto: llegas a Soraypampa, la base de operaciones, y lo primero que te golpea es el aire. Es tan puro, tan frío, que te llena los pulmones de una forma que nunca antes habías experimentado. Escuchas el suave murmullo del río Salkantay a lo lejos, una promesa de lo que está por venir. Montas tu tienda o te instalas en una cabaña rústica, el suelo bajo tus pies es firme y un poco helado, y el silencio es tan profundo que te hace sentir minúsculo bajo el manto estrellado. La cena humeante sabe a gloria después del viaje, y el calor de la taza de mate de coca en tus manos es un consuelo bienvenido mientras la oscuridad te envuelve.
El segundo día es el gran desafío: el Paso Salkantay. Sientes cómo el suelo se inclina abruptamente bajo tus botas, cada paso es una pequeña victoria. El viento empieza a morderte la cara, y el aire se vuelve más denso, más helado con cada metro de ascenso. Tus músculos arden, tu respiración se vuelve un jadeo constante, pero la recompensa es indescriptible. En la cima, a 4630 metros, el silencio es casi ensordecedor, roto solo por el soplido del viento gélido. Extiendes los brazos y sientes el espacio inmenso a tu alrededor, la inmensidad de las montañas que te rodean, el aliento helado de los Apus. Es una sensación de logro puro, de haber conquistado algo dentro de ti.
*Consejo práctico:* Lleva capas y más capas. Un buen gorro y guantes son esenciales. Y no subestimes la ayuda de las hojas de coca para la altitud.
Después de la cumbre helada, el cambio es drástico. Empiezas a descender hacia el bosque nuboso, y sientes cómo la temperatura sube gradualmente. El aire se vuelve húmedo, pesado, y de repente, el silencio es reemplazado por una sinfonía de sonidos: el canto de pájaros exóticos, el zumbido de insectos, el goteo constante de la humedad de los árboles. El olor a tierra mojada y a vegetación exuberante te envuelve. Tus piernas, antes tensas por el ascenso, ahora sienten el alivio de la pendiente descendente, y el suelo bajo tus pies se vuelve más suave, más acolchado. Es como entrar en un mundo completamente diferente, vibrante y lleno de vida.
*Consejo práctico:* Unas buenas botas de trekking impermeables son clave para esta sección. Y lleva un poncho o chaqueta de lluvia ligera; el clima puede cambiar en un instante.
Sigues descendiendo y llegas a la zona de las plantaciones de café. Aquí, el calor es más palpable, y el aire está impregnado de un aroma dulce y terroso: el del café recién tostado. Puedes sentir la textura áspera de las hojas de café, y si tienes suerte, probar los granos frescos. Escuchas el murmullo de los arroyos y el constante zumbido de la vida selvática. A veces, puedes sentir el cosquilleo de pequeños insectos en la piel, una señal de que estás en su territorio. Es un momento para relajarse, para absorber la calidez y la riqueza de la tierra.
*Consejo práctico:* No olvides un buen repelente de insectos. Y si tienes la oportunidad, participa en una degustación de café local; es una experiencia que activa todos tus sentidos.
El último día de caminata antes de Machu Picchu es una mezcla de emoción y cansancio. Tus pies ya conocen el camino, y sientes la familiaridad del ritmo de tus pasos. Escuchas el rugido cada vez más fuerte del río Urubamba a medida que te acercas a Aguas Calientes, un sonido que te llena de anticipación. El camino puede ser empinado en algunos tramos, pero la idea de ver el santuario te da un impulso extra. Cuando llegas a Aguas Calientes, sientes el bullicio de la gente, el calor del ambiente, y el alivio de saber que estás a solo un paso de tu destino final.
*Consejo práctico:* No te apresures en esta parte, aunque estés cansado. Disfruta de las últimas vistas del río y las montañas antes de sumergirte en el pueblo.
Y finalmente, Machu Picchu. Te levantas antes del amanecer, la expectativa te hace sentir un cosquilleo en el estómago. Subes los escalones, uno a uno, en la oscuridad, sintiendo el frío de la piedra bajo tus dedos si la tocas. Cuando el sol empieza a asomarse, y la silueta de la ciudadela emerge de la niebla, es un momento que te quita el aliento. Escuchas el murmullo asombrado de la gente a tu alrededor, el eco de los pájaros, y el viento que susurra historias antiguas entre las ruinas. Caminas por los pasadizos, sientes la aspereza de las piedras milenarias bajo tus manos, y te das cuenta de la escala monumental de este lugar. Es una conexión profunda con el pasado, una sensación de asombro que te llena por completo.
*Consejo práctico:* Ve temprano, muy temprano, para evitar multitudes y experimentar la magia del amanecer. Lleva tu pasaporte (es necesario para entrar y para sellar), agua y algo de comer (no hay mucha opción dentro).
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets