Larcomar (Centro Comercial Larcomar) Tours and Tickets

¡Hola, exploradores del mundo! Listos para sentir Lima de una forma diferente? Hoy nos sumergimos en Larcomar, un lugar que te sorprenderá no solo por dónde está, sino por cómo te mueve.

Imagina que el aire salado de Miraflores te envuelve, no desde una playa, sino desde lo alto de un acantilado. Larcomar no es un centro comercial al uso; es una experiencia que se despliega ante ti. Cuando caminas por sus pasillos, sientes una suavidad bajo tus pies, un pavimento liso y uniforme, nunca empedrado o irregular que te haga dudar de tu paso. Estos caminos, anchos y generosos, te invitan a seguir el contorno natural del acantilado. No son rectos, sino que se curvan suavemente, como si el viento te guiara. Escuchas el murmullo constante de las olas rompiendo muy abajo, un sonido que te acompaña, mezclado con las risas lejanas y el suave bullicio de la gente. A veces, una brisa marina te roza la cara, trayendo el olor a salitre y a la promesa de un horizonte infinito. Es un espacio diseñado para que te sientas libre, no encerrado.

Para moverte entre los diferentes niveles de Larcomar, que son varios, la accesibilidad es clave. Olvídate de escaleras complicadas. Aquí tienes amplios ascensores panorámicos que te llevan de un piso a otro sin esfuerzo, y escaleras mecánicas que te guían suavemente. Los pasillos principales son tan anchos que permiten el paso holgado de sillas de ruedas o carritos de bebé. No hay recovecos estrechos o zonas donde te sientas apretado. La señalización táctil es limitada, pero la disposición es tan intuitiva que te orientas por la amplitud y la dirección del flujo de gente, y siempre hay personal dispuesto a ayudarte. Es un lugar fácil de recorrer, pensado para que todos puedan disfrutarlo sin estrés.

El diseño de Larcomar te invita a pasear, no solo a comprar. Los caminos principales te llevan de forma natural hacia los miradores que dan al Pacífico. Sientes cómo el espacio se abre, el sonido del mar se hace más nítido, y el aire más fresco. Hay zonas al aire libre que se mezclan con galerías cubiertas, pero incluso bajo techo, la luz natural inunda el espacio, evitando esa sensación de "centro comercial cerrado". Los restaurantes y cafés están estratégicamente ubicados con vistas, y sientes la vibración de la conversación y el tintineo de los cubiertos cuando pasas cerca. El flujo es circular en cada nivel, lo que significa que rara vez te encuentras en un callejón sin salida; siempre hay una forma de seguir explorando o de volver al punto de partida, sintiendo la brisa marina como tu compañera constante.

Olya from the backstreets

Cuando piensas en Larcomar, no te quedes solo con la imagen de un centro comercial. Es mucho más. Para mí, el momento en que Larcomar *realmente* se siente, cuando te atrapa con todos tus sentidos, es al atardecer, justo cuando el sol empieza a besar el Pacífico. Imagina esto: estás de pie, el viento salado y fresco acaricia tu cara, trayendo ese aroma inconfundible a mar, a yodo, mezclado sutilmente con el dulce aroma de algún postre recién hecho que viene de los restaurantes cercanos. Escuchas el murmullo constante de las olas rompiendo abajo, un sonido rítmico que te calma el alma. A tu alrededor, el zumbido de conversaciones en diferentes idiomas se mezcla con alguna risa espontánea, pero nunca llega a ser agobiante. El aire no es ni frío ni caliente; es esa temperatura perfecta que te permite relajarte y simplemente *estar*.

La multitud en ese momento es una mezcla fascinante. No es la prisa frenética de la hora pico en una ciudad, sino un flujo constante de gente que parece estar viviendo el mismo momento de asombro. Verás familias paseando tranquilamente, parejas tomadas de la mano absortas en la vista, y grupos de amigos que se ríen y comparten. La energía es vibrante pero relajada, sofisticada pero accesible. Hay una sensación de comunidad en esa experiencia compartida del atardecer limeño, como si todos estuviéramos en sintonía con la belleza del océano. Es un público que valora la vista, la buena comida y la compañía, y eso se siente en el ambiente.

Y el clima, ¡ay, el clima de Lima! Cambia totalmente el alma de Larcomar. Cuando la famosa "garúa" limeña (esa neblina fina y persistente) envuelve la costa, Larcomar adquiere un aire más íntimo y melancólico. Sientes la humedad en tu piel, el aire se vuelve más denso, y los sonidos del mar parecen amortiguados, casi secretos. La gente tiende a buscar más los espacios interiores, las cafeterías se llenan, y el ambiente se vuelve más acogedor, con el calor de las luces y el vapor de un café caliente. Pero cuando el sol rompe y te regala un día claro, la energía explota. El brillo del Pacífico te deslumbra, el calor del sol te invita a pasear por los balcones, y el lugar se llena de una alegría contagiosa. Te dan ganas de sentarte al aire libre, con unas gafas de sol, y simplemente empaparte de esa luz y esa vista.

Un consejo práctico: si buscas las mejores fotos del atardecer, dirígete a las terrazas superiores, cerca de los restaurantes con vista al mar. Llega unos 45 minutos antes de la puesta de sol oficial para asegurarte un buen lugar. Si planeas cenar, es buena idea reservar con antelación, especialmente los fines de semana, ya que los mejores lugares con vista se llenan rápido. Y si vas en un día de garúa, no te desanimes: lleva un buen abrigo y disfruta de la atmósfera única y acogedora que se crea.

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros del alma! Hoy quiero llevarlos conmigo a un lugar en Lima que es mucho más que un centro comercial: Larcomar. Es un balcón al Pacífico, suspendido sobre los acantilados de Miraflores, y créanme, la experiencia aquí es para sentirla con cada fibra de su ser.

Imagínate esto: estás de pie, y aunque no puedas ver el horizonte, lo sientes inmenso. El aire salado te acaricia el rostro, fresco y vivo, trayendo consigo el eco de las olas rompiendo muy abajo, un murmullo constante que te envuelve. Escuchas el suave roce de la brisa, el lejano bullicio de las voces, y de repente, el grito de una gaviota que pasa volando, libre. Si extiendes la mano, podrías tocar la barandilla fría, sintiendo la solidez del lugar mientras, debajo de ti, el océano se extiende infinito. Es una sensación de estar en el borde del mundo, con toda la energía del Pacífico a tus pies.

Mi abuela siempre contaba que, antes de Larcomar, este pedazo de acantilado era un lugar un poco olvidado, solo para los que se atrevían a bajar a la playa. Pero cuando lo construyeron, la gente de Lima se sorprendió. Decían: "¿Un centro comercial *dentro* de un acantilado? ¡Qué locura!". Y sí, era una locura maravillosa. Ella recordaba la primera vez que vino, ya de mayor, y se sentó en uno de los bancos, escuchando el mar, y dijo que era como si la ciudad finalmente le hubiera dado un regalo a sus propios ojos, un lugar para respirar. Para ella, Larcomar no era solo tiendas; era la prueba de que Lima podía mirar al futuro sin olvidar su mar, un punto de encuentro donde lo moderno y lo natural se abrazaban.

Si quieres llegar, es súper fácil. Estás en Miraflores, así que puedes caminar tranquilamente desde muchos puntos del distrito, es un paseo agradable por el Malecón. Si vienes de más lejos, un taxi o una aplicación de transporte te dejarán justo en la entrada. El mejor momento para ir, si me preguntas, es al atardecer. No solo por las vistas, que son una locura, sino porque la luz cambia y el ambiente se vuelve mágico. Pero si buscas más tranquilidad, ve por la mañana; es perfecto para un café con vistas y menos gente. Todo está diseñado para ser accesible, con rampas y ascensores, así que moverse por los diferentes niveles es sencillo para cualquiera.

Y ya que estás ahí, no te vayas sin explorar un poco más allá de las tiendas principales. Hay un pequeño anfiteatro al aire libre donde a menudo hay artistas callejeros –músicos, mimos– que le dan un toque extra de vida al lugar. A veces, el simple hecho de sentarte en un banco, con un helado en la mano, y escuchar el ir y venir de la gente, el sonido del mar, es la mejor experiencia. Si buscas algo para comer, encontrarás de todo, desde opciones rápidas hasta restaurantes con mesas al aire libre con vistas espectaculares. Un consejo: si te gusta el ceviche, busca un lugar con terraza y pide uno mientras el sol se pone. Es un clásico que no falla.

¡Hasta la próxima aventura!

Luz de Camino

¡Hola, explorador! Si hay un lugar en Lima que te abraza con su energía y te regala vistas que se quedan en el alma, ese es Larcomar. No es solo un centro comercial; es una experiencia colgada sobre el Pacífico.

Imagina que estás ahí conmigo. Sientes la brisa fresca del mar en tu cara, un saludo constante del océano. Escuchas el murmullo de las olas rompiendo contra los acantilados allá abajo, un sonido que te acompaña casi como un latido de fondo. A tu alrededor, el suave bullicio de la gente, risas, conversaciones lejanas, el tintineo de copas de un café cercano. Caminas por un sendero ancho y sientes la calidez del sol en tu piel, incluso si el cielo está un poco nublado, la luz es suave y envolvente. El lugar natural donde la mayoría de la gente se detiene, donde la energía te jala, es en cualquiera de los miradores principales que dan directamente al océano. Es casi imposible no extender la mano, como si quisieras tocar la inmensidad.

Cuando estás en esos miradores, lo que te rodea es pura Lima costera. Justo debajo de ti, los acantilados escarpados, con la espuma del mar besando su base. Si el día es claro, escucharás el silbido del viento y, de repente, un suave batir de alas o un roce de tela: son los parapentistas, que se lanzan desde el malecón de arriba y planean silenciosamente, casi flotando, al nivel de tus ojos. Puedes sentir el aire vibrar ligeramente a su paso. A lo lejos, el horizonte se extiende infinito, y a veces, el sonido de las bocinas de algún barco lejano te recuerda que estás a un paso del vasto Pacífico. La arquitectura de Larcomar en sí es moderna y abierta, integrada con el paisaje, así que no te sentirás encerrado. Hay barandas lisas y frías al tacto que te dan seguridad mientras te asomas.

Para capturar la esencia de este lugar, el momento del día lo cambia todo. Si buscas una luz suave y una atmósfera más tranquila, ven por la mañana. La brisa es más fresca, los sonidos son más nítidos y hay menos gente, lo que te permite sentir la magnitud del lugar con más calma. Si lo que quieres es drama y color, apunta a la tarde, especialmente la "hora dorada" antes del atardecer. El sol se tiñe de naranja y rosa, proyectando sombras largas y cálidas sobre el mar y los acantilados. El aire se siente más denso, cargado de la energía de la gente que se reúne para ver el espectáculo. Por la noche, las luces de la ciudad se encienden, el océano se vuelve una masa oscura salpicada por los reflejos, y el ambiente es más íntimo, con el sonido de la música de los restaurantes mezclándose con el murmullo de las olas. Depende de la sensación que quieras llevarte.

Elena desde el Sur

¡Hola! Acabo de volver de Larcomar y tengo que contarte todo. Imagina que el suelo bajo tus pies se detiene abruptamente, como si la tierra se cortara para dar paso a un abismo azul. Caminas por un sendero ancho y sientes la brisa del Pacífico en tu cara, trayendo ese olor salado y fresco que te llena los pulmones. De repente, te das cuenta de que no estás en la calle, sino en un centro comercial ¡construido en el acantilado! Es una sensación extraña, como si la modernidad se hubiera atrevido a desafiar la naturaleza, pero de alguna manera, lo logró. Puedes escuchar las olas rompiendo abajo, un murmullo constante que te acompaña mientras te mueves.

Lo que más me gustó, sin duda, fue la vista. No es solo una vista, es una experiencia. Te acercas a los bordes y sientes la inmensidad del océano abriéndose ante ti. El sol, si tienes suerte, te calienta la piel mientras miras el horizonte infinito. Es un lugar perfecto para simplemente sentarse, respirar hondo y dejar que el sonido del mar te envuelva. Hay muchos bancos de madera y zonas con césped donde puedes quitarte los zapatos y sentir la suavidad de la hierba bajo tus pies mientras el aire fresco te acaricia. Incluso sin ver, la escala del lugar es impresionante; puedes sentir la amplitud de los espacios abiertos y la dirección de la brisa.

Pero, sinceramente, lo que no me convenció del todo y hasta me sorprendió un poco fue lo "genérico" que se siente una vez que entras a las tiendas. Después de esa entrada espectacular y la vista al mar, esperas algo más… local, quizás. Pero no, es un centro comercial como cualquier otro, con las mismas marcas internacionales que encuentras en cualquier ciudad grande. El aire acondicionado te golpea, y el olor a sal y brisa se reemplaza por el de perfumes y comida rápida. Los precios son bastante elevados, y aunque el ambiente es agradable, se siente un poco artificial en contraste con la majestuosidad natural que lo rodea. Es como si el alma del lugar estuviera en el exterior y el interior fuera solo un telón de fondo.

Si decides ir, te doy un par de consejos prácticos. Primero, ve al atardecer. Es cuando el cielo se tiñe de colores increíbles y el sol se esconde en el Pacífico; la luz es mágica y la temperatura es perfecta. Evita los fines de semana si no te gustan las multitudes, porque se llena bastante y el bullicio puede ser abrumador. Si te apetece un café o un helado, siéntate en alguna de las terrazas que dan al mar, no importa el precio, solo por la experiencia de sentir la brisa mientras disfrutas de tu bebida. Y no te quedes solo en Larcomar; el Malecón de Miraflores, justo arriba, es precioso para caminar y sentir la energía de la gente haciendo ejercicio, patinando o simplemente paseando a sus perros.

En resumen, Larcomar es un lugar de contrastes. Por un lado, tienes la majestuosidad del Pacífico y la audacia arquitectónica que te deja sin aliento. Por otro, es un centro comercial más, con sus luces, sus marcas y su aire acondicionado. Si vas, tómatelo como una experiencia sensorial completa: disfruta de la vista, del sonido de las olas, de la brisa, y luego, cuando entres, sé consciente de cómo cambia todo. Es un lugar para ver y ser visto, pero sobre todo, para sentir la increíble geografía de Lima.

¡Un abrazo desde la ruta!

Mara en ruta

Imagina que el aire salado del Pacífico te acaricia el rostro. Estás en Lima, y el sonido constante de las olas rompiendo contra los acantilados de Miraflores es la banda sonora de tu día. Cierras los ojos y sientes la brisa, esa humedad refrescante que trae consigo el aroma a sal y a la promesa de aventura. Caminas por el Malecón, el sol cálido en tu piel, y percibes el murmullo de las conversaciones, el lejano grito de los parapentes que surcan el cielo azul. Llegar a Larcomar es casi una revelación, un espacio que se funde con el paisaje, excavado en el acantilado, donde el rugido del océano es tu compañero constante.

Y si bien la vista desde allí es impresionante, sé que la verdadera experiencia de Lima se vive caminando, sintiendo cada rincón. Si necesitas una ayuda extra para moverte, es una pregunta muy válida. Dentro de Larcomar, sí, suelen tener sillas de ruedas básicas disponibles para uso *dentro* del centro comercial. Solo tienes que preguntar en el módulo de información o seguridad. Son para moverte entre tiendas y restaurantes, facilitando tu visita por sus pasillos y miradores.

Pero si lo que buscas es una silla de ruedas o un scooter de movilidad para explorar Miraflores y más allá, para sentir el asfalto bajo las ruedas y la brisa en la cara mientras recorres el Malecón, la cosa cambia un poco. No esperes encontrar un punto de alquiler justo al salir de Larcomar. Tu mejor opción es dirigirte a las "ortopedias" o tiendas de suministros médicos. Hay varias en Miraflores, aunque no pegadas al centro comercial. Piensa en un corto viaje en taxi o en auto. Busca por ejemplo "Ortopedia y Salud" o "Ortopedias 24 horas" en las cercanías, aunque te recomiendo siempre llamar antes.

¿Es fácil? No es un "llegas y te la llevas" como un carrito de supermercado; requiere un poco de planificación. La disponibilidad de sillas de ruedas suele ser buena, pero para scooters de movilidad es más limitada, así que llama con antelación para asegurar que tengan lo que necesitas. Pregunta directamente por el costo de alquiler diario o semanal, ya que varía bastante. Algunas de estas tiendas incluso ofrecen servicio de entrega a domicilio o a tu hotel por un costo adicional, lo cual podría ser muy conveniente. Y si te hospedas en un hotel de mayor categoría, a veces ellos mismos tienen convenios o pueden ayudarte a conseguir una.

Un abrazo desde la carretera,

Olya from the backstreets

Imagina que caminas por Miraflores, el sol en tu cara, el bullicio de la ciudad a tu espalda. De repente, el suelo parece desaparecer bajo tus pies de una forma inesperada. No hay una entrada grandiosa ni marquesinas llamativas. En su lugar, el aire se vuelve salado y un rugido constante, profundo, te envuelve: es el Pacífico. Estás en el borde de un acantilado, y lo que sientes es la brisa marina, el olor a sal, y la sorpresa de descubrir un lugar que no está *sobre* la tierra, sino *dentro* de ella, excavado en la roca viva. Tus oídos se acostumbran al sonido rítmico de las olas rompiendo abajo, un telón de fondo constante para lo que venga.

Una vez que tus pies sienten la solidez del suelo bajo el acantilado, te das cuenta de que el murmullo de las conversaciones y el tintineo de los cubiertos se mezclan con ese rugido constante del océano. Puedes sentir la brisa marina acariciando tu piel mientras te asomas a la barandilla, y el olor a salitre se mezcla con aromas de café recién hecho, de comida especiada de algún restaurante cercano o del dulzor de un postre. Lo que haces aquí es, sobre todo, respirar esa inmensidad. Puedes sentarte en una terraza, sentir el calor del sol o la sombra fresca, y simplemente escuchar el ir y venir de las olas mientras el tiempo parece detenerse por un momento. No es solo un lugar para estar, es un lugar para *sentir* el océano muy cerca.

Más allá de las vistas que te roban el aliento, el espacio se abre a una variedad de sensaciones. Si tus manos buscan texturas o tu oído anhela melodías, puedes explorar tiendas donde sentir la suavidad de la alpaca o el brillo de la plata. Hay rincones donde el aroma a palomitas te guiará hacia una sala oscura y fresca, donde puedes sentir la vibración de una película en tus asientos, y otros donde la música en vivo te invitará a moverte al ritmo. Un buen consejo: ve con tiempo, sin prisa. No hay una ruta fija. Simplemente déjate llevar por lo que tus sentidos te pidan en cada momento. Si buscas algo para comer, la variedad es enorme, desde un bocado rápido hasta una cena más elaborada, siempre con el sonido del mar como compañía.

Cuando el día empieza a despedirse y el sol se sumerge lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de naranjas, rosas y morados, el aire se vuelve un poco más fresco y la brisa más notoria. Sientes el viento del atardecer en tu piel mientras el sonido de las olas parece calmarse, como si el océano también se preparara para la noche. La memoria que te llevas es esa sensación de inmensidad, de estar suspendido entre la vibrante energía de la ciudad y el vasto azul del Pacífico, con todos tus sentidos activados. Es una despedida suave, pero llena de la energía del mar.

Leo de la Ruta

¡Hola, exploradores de sensaciones! Hoy te llevo a un lugar que muchos ven, pero pocos *sienten* de verdad: Larcomar, en Lima. No pienses en un centro comercial cualquiera. Imagina que caminas por un pasillo abierto, y de repente, bajo tus pies, sientes una vibración sutil, un *thrum* constante. No es el tráfico, no es la música. Es el pulso del Pacífico.

Es el eco de las olas rompiendo contra el acantilado, resonando a través de la roca y el concreto, subiendo hasta donde estás. Es una sensación profunda, como si la tierra misma respirara contigo. Y con esa vibración, llega el olor. No solo el aire salado que esperas, sino un aroma más complejo: el yodo de las algas mojadas, el mineral de la roca húmeda, mezclado con la brisa que te acaricia la cara. Es como si el océano te susurrara un secreto, recordándote que, por muy moderno que sea el lugar, estás parado al borde de algo inmenso y antiguo. Cierra los ojos y *siente* cómo el mar te habla a través del suelo.

Para captar esa sensación única, el mejor momento es al atardecer, cuando la luz se suaviza y el sonido de las olas parece amplificarse. Busca los rincones menos transitados de los pasillos superiores, cerca de las barandas que dan al mar. No te quedes solo en la zona de restaurantes; explora los pasillos que conectan las tiendas, especialmente los que están más cerca del borde del acantilado. Es ahí donde la vibración es más perceptible. Si te sientes abrumado por la gente, hay bancas discretas donde puedes sentarte y simplemente *sentir* el lugar sin prisas. No necesitas comprar nada para vivirlo.

Llegar a Larcomar es sencillo. Si estás en Miraflores, es probable que puedas ir caminando por el Malecón, que es un paseo precioso por sí solo. Si vienes de más lejos, un taxi o una app de transporte te dejará justo en la entrada principal. Recuerda que está construido en el acantilado, así que prepárate para usar escaleras o ascensores para moverte entre los niveles. Hay un supermercado grande dentro si necesitas algo básico, y cajeros automáticos. Los baños son limpios y fáciles de encontrar.

Con cariño desde el camino,

Léa

¡Hola, viajeros! Si hay un lugar en Lima donde la ciudad abraza el Pacífico de una forma única, ese es Larcomar. Imagina esto: estás de pie, el viento salado te acaricia la cara, trayéndote el rumor constante de las olas rompiendo justo debajo de ti. Sientes el sol cálido en tu piel, pero hay una brisa constante que te refresca, un contraste delicioso. Escuchas las gaviotas volando, sus llamadas mezclándose con el murmullo de la gente y la música suave de algún café cercano. Es una sinfonía de sensaciones, un balcón al infinito que te invita a quedarte.

Mientras caminas por sus pasillos, diseñados para que siempre tengas esa vista espectacular, ten en cuenta una cosa práctica. Las superficies pulidas, especialmente cerca de las fuentes de agua o en días de llovizna marina, pueden volverse resbaladizas. No es un drama, pero sí un recordatorio: elige calzado con buena suela, algo cómodo y con agarre. Tus pies te lo agradecerán, y así podrás disfrutar de cada rincón sin preocupaciones.

Y hablando de caminar, al salir de los pasillos principales y aventurarte por las áreas más exteriores, o incluso en las plazas que rodean Larcomar, notarás que el suelo a veces cambia. Hay zonas con adoquines o piedras decorativas que, con el tiempo y el uso, pueden volverse un poco irregulares. Es fácil tropezar si vas distraído. Mi consejo es simple: de vez en cuando, echa un vistazo al suelo, especialmente si la iluminación no es perfecta. No es para asustarte, solo para que sigas disfrutando de la vista sin sorpresas en el camino.

Finalmente, y esto es un consejo general para cualquier lugar concurrido, pero especialmente útil en Larcomar por ser un punto turístico: mantente siempre atento a tu alrededor. Es un sitio seguro, pero la distracción es la mejor amiga de los pequeños despistes. Si alguien se te acerca con una petición extraña o intenta llamar tu atención de forma inusual, simplemente sé amable pero firme y sigue tu camino. Guarda tus objetos de valor en un lugar seguro y visible, y si necesitas un taxi, usa siempre aplicaciones conocidas o servicios oficiales. Es solo sentido común, pero te da esa tranquilidad extra para que tu experiencia sea pura maravilla.

Olya desde el camino

¿Disfrutaría un amante de las aves de Larcomar en Lima? ¡Absolutamente! Imagina el aire fresco y salado acariciando tu rostro mientras te acercas a los acantilados de Miraflores. Aunque es un centro comercial, su ubicación te regala una conexión directa con el Pacífico, y con ella, un desfile constante de vida alada. Sientes la brisa marina, a veces suave, a veces más fuerte, que te envuelve, y el murmullo constante de las olas rompiendo abajo, una banda sonora natural que te acompaña.

Dirige tus pasos hacia los miradores, esos balcones amplios que se asoman al océano. Aquí, el sonido de las olas se mezcla con los gritos de las gaviotas dominicanas, que planean con una elegancia que te hipnotiza. Escucha bien el "caw-caw" grave de los pelícanos de Humboldt mientras se lanzan en picada al agua, una y otra vez, un espectáculo rítmico. Si te quedas quieto, apoyando tus manos en la barandilla fría y sintiendo la brisa, podrás verlos posarse en las rocas de abajo, junto a los cormoranes guanay, con su plumaje oscuro y brillante. A veces, si el día está tranquilo, incluso oirás el chapoteo del agua cuando las aves pescan.

Para capturar estos momentos mágicos, lo ideal es venir temprano en la mañana, justo después del amanecer, o al final de la tarde, antes de que el sol se ponga sobre el horizonte. A esas horas, la gente es menos, el murmullo de las conversaciones es más suave y las aves están más activas, buscando su alimento o regresando a sus nidos. Lleva unos binoculares si tienes, te permitirán ver los detalles de sus ojos curiosos y sus picos. Y no olvides una chaqueta ligera, la brisa marina puede ser engañosa, incluso en un día soleado.

Olya from the backstreets