¿Quieres saber cómo es realmente Wild Wadi, eh? No es solo un parque acuático, es una inmersión total. Desde el momento en que te acercas, el aire ya te da una pista. Sientes el calor del sol de Dubái en la piel, pero de repente, una brisa te trae el aroma inconfundible del cloro mezclado con algo dulce, como el algodón de azúcar o las patatas fritas recién hechas. Y luego lo escuchas: un rugido constante de agua, salpicaduras y, de vez en cuando, un grito de pura alegría que se eleva por encima de todo. Caminas por los senderos, que al principio pueden estar un poco calientes bajo tus pies descalzos, hasta que encuentras los primeros charcos de agua fresca que te dan la bienvenida. La imagen que se te graba es la de esas torres imponentes y toboganes que se retuercen, con el icónico Burj Al Arab asomando majestuoso justo detrás, como si vigilara toda la diversión.
Una vez dentro, la experiencia de las atracciones es lo que realmente te envuelve. Imagina que subes por una rampa, sientes el sol en la espalda y, de repente, el suelo se abre bajo tus pies. Durante unos segundos, experimentas una caída libre, el estómago se te sube a la garganta, el aire te golpea la cara y luego, ¡zas!, un chorro de agua fría te envuelve, amortiguando la caída con un chapoteo ensordecedor. O, por otro lado, puedes dejarte llevar por la corriente en uno de los ríos lentos. Te subes a un flotador, sientes el agua fresca acariciando tu piel, y la suave corriente te lleva a través de grutas y cascadas artificiales. Escuchas el murmullo del agua, risas lejanas y, a veces, el suave goteo de una cueva. No hay prisa, solo la sensación de flotar sin preocupaciones. Y cuando llegas a la piscina de olas, la sensación es como la de estar en el mar, con olas que te mecen y te empujan, sintiendo la fuerza del agua a tu alrededor.
Cuando necesitas un respiro, la comida y la bebida están a un paso. Caminas por los caminos que ahora están húmedos y frescos, sintiendo el contraste con el calor exterior. El olor a pizza recién horneada y a patatas fritas te envuelve, y el sonido de las conversaciones y el tintineo de los cubiertos se mezcla con el constante murmullo del agua. Puedes sentarte en una de las mesas a la sombra, sentir la brisa que te seca la piel, y saborear un helado frío que te refresca desde dentro. Es el momento perfecto para reponer energías, hidratarte con una bebida bien fría y simplemente observar el ir y venir de la gente, los niños chapoteando y las familias riendo.
Ahora, para lo práctico, como si te lo estuviera diciendo por mensaje de texto: lleva tu propio bañador, protector solar (¡imprescindible!) y una toalla. Si se te olvida algo, tienen tiendas, pero claro, a precio de parque. Hay taquillas disponibles para guardar tus cosas, son fáciles de usar y te dan una pulsera para acceder a ellas, así que no tienes que preocuparte por las llaves. Te recomiendo ir entre semana si puedes, para evitar las multitudes, y temprano por la mañana para aprovechar el día antes de que el sol pegue más fuerte. El precio de la entrada es un gasto importante, pero una vez dentro, la comida y bebida son extra, así que tenlo en cuenta para tu presupuesto. Y un último consejo: usa las chanclas hasta el último momento antes de subir a las atracciones para que tus pies no se quemen.
Al final del día, cuando ya el sol empieza a bajar y las luces de Dubái se encienden, el cansancio te invade, pero es un cansancio satisfactorio. Te secas en los vestuarios, donde el aire acondicionado es un alivio, y el olor a cloro se queda en tu piel y en tu pelo como un recuerdo. Sientes los músculos un poco doloridos de subir escaleras y de la adrenalina, pero tu mente está llena de las sensaciones del día: la velocidad, el agua fría, el calor del sol, las risas de los demás y la tuya propia. Miras hacia atrás y ves las siluetas de los toboganes contra el cielo anaranjado, y sabes que has vivido una experiencia que va más allá de un simple chapuzón.
Olya from the backstreets