¡Hola, viajeros curiosos! Hoy te llevo de la mano a un lugar en Ámsterdam que es pura magia para los sentidos, un sitio que se te mete en la piel y el alma: la Casa Bols.
Imagina que das un paso dentro, y al instante, el mundo exterior se difumina. Un aire denso, casi palpable, te envuelve, cargado con un dulce misterio. No es solo un olor; es una sinfonía aromática de vainilla, naranja, especias exóticas y un toque de alcohol que te acaricia la nariz. Es como si el aire mismo estuviera hecho de licor, suave y cálido. Escuchas un murmullo bajo, casi reverente, el sonido de pasos amortiguados sobre un suelo liso, y una música ambiental discreta que te invita a adentrarte más. Sientes la frescura del aire acondicionado al principio, y luego, a medida que avanzas, una calidez que no es de temperatura, sino de la atmósfera misma, como si el espíritu del jenever y los licores te abrazara. Es una inmersión sensorial total, una experiencia que te entra por cada poro y se queda contigo mucho después de haber salido.
A medida que te adentras, la experiencia se vuelve aún más íntima. Llegas a una sección donde los aromas se aíslan, se magnifican. Aquí, puedes acercar tu mano a pequeñas cúpulas, y al hacerlo, un chorro concentrado de fragancia te envuelve: cítricos vibrantes que te hacen salivar, hierbas frescas que te transportan a un jardín secreto, especias que evocan mercados lejanos. Es como si pudieras *tocar* el aroma. Luego, en la barra de degustación, el sonido cambia; ahora oyes el tintineo suave del hielo en los vasos, el vertido preciso de líquidos, y las voces bajas de los expertos describiendo cada matiz. Sientes el frío del cristal en tus dedos, y al probar, una explosión de sabor que es a la vez dulce, amarga, herbal, compleja, te inunda la boca, recorre tu garganta y deja un eco cálido en tu pecho. Es una danza de texturas y sabores que te hace sentir conectado con una tradición centenaria.
Para que tu visita sea perfecta, te doy unos consejos prácticos. Compra tus entradas online con antelación, siempre es más barato y te ahorras la cola. El mejor momento para ir suele ser a primera hora de la mañana o a última de la tarde, para evitar las multitudes y tener una experiencia más tranquila. La visita dura aproximadamente una hora, incluyendo el cóctel final. Hablando de eso, al final de tu recorrido, tienes derecho a un cóctel gratuito, preparado por expertos. Si no bebes alcohol, no te preocupes, también tienen opciones sin alcohol deliciosas que conservan la complejidad de los sabores. Es una experiencia apta para mayores de 18 años, claro.
Está súper bien ubicada, justo al lado del Museumplein, así que puedes combinarla fácilmente con una visita al Rijksmuseum o al Museo Van Gogh. Puedes llegar en tranvía o autobús sin problema, las paradas están muy cerca. No es un lugar enorme, pero cada rincón está diseñado para estimular tus sentidos. Y sí, tienen una tienda de regalos al final donde puedes llevarte a casa alguna de esas botellas con los aromas que te han cautivado. Es una forma genial de prolongar la experiencia. No es solo un museo, es una aventura sensorial que vale mucho la pena si buscas algo diferente en Ámsterdam.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets