¡Hola! Acabo de volver de Portobello Road en Londres y, como siempre, tengo que contarte todo. Es uno de esos sitios que te envuelven, ¿sabes?
Imagina que llegas a Notting Hill, y de repente, el aire cambia. Ya no es solo el olor a humedad de Londres, sino que se mezcla con un aroma dulce a churros, a café recién hecho y, si te acercas a las floristerías, una explosión de fragancias frescas. Escuchas el murmullo constante de la gente, pero también las voces de los vendedores, el tintineo de metales viejos, y a veces, una guitarra sonando en alguna esquina. Es un sonido denso, una vibración que te dice: "Estás en el corazón de algo vivo".
Mientras caminas, sientes el empuje suave de la multitud. Tu mano roza la tela de un abrigo vintage colgado en un puesto, luego el lomo rugoso de un libro antiguo. Puedes sentir la historia en cada objeto, la textura fría de una joya de plata o la suavidad de un pañuelo de seda olvidado. Es como si cada objeto te susurrara una historia. Te pierdes entre los puestos de antigüedades, y cada vez que te detienes, el sonido se hace más nítido: el regateo, una risa, el clinc-clinc de una caja registradora.
Y luego está la comida. Oh, la comida. El olor a especias exóticas te guía hacia los puestos de comida callejera. No solo son los olores, sino la vibración del suelo bajo tus pies por el trajín, el calor que emana de las parrillas. Puedes casi saborear el curry, el falafel o las empanadas con solo olerlas, sentir el vapor caliente en tu cara. Los músicos callejeros añaden una banda sonora improvisada, sus melodías se mezclan con el bullicio, creando un concierto caótico pero perfectamente orquestado.
Pero, ojo, no todo es de color de rosa. Lo que menos me gustó fue la cantidad de gente, especialmente un sábado. A veces, sientes que te arrastra la marea humana y es difícil detenerse a mirar con calma. Si eres de los que se agobian con las multitudes, te recomiendo ir temprano por la mañana o, si puedes, un viernes, cuando el mercado de antigüedades ya está montado pero hay mucha menos gente. Es clave para poder *sentir* el lugar sin el estrés del gentío.
Lo que más me sorprendió fue cómo, a pesar de todo el bullicio, puedes encontrar rincones de calma. Justo al salir de la calle principal, en las callejuelas laterales, descubres estas casas de colores pastel que son puro encanto. Es como si el ruido se desvaneciera por un momento, y de repente, solo sientes la brisa y ves la luz del sol en las fachadas. También hay pequeñas galerías de arte escondidas y cafés con encanto donde puedes escapar del ajetreo y recargar energías.
Así que, si vas, mi mejor consejo es que vayas un viernes si te interesa el mercado de antigüedades pero quieres menos gente. Si buscas la experiencia completa con todo el jaleo, el sábado es tu día, pero ve pronto. Lleva calzado cómodo, vas a caminar muchísimo. Y, aunque muchos puestos aceptan tarjeta, siempre es bueno llevar algo de efectivo para los más pequeños o para esos antojos de comida callejera. La forma más fácil de llegar es en metro (Tube) hasta Notting Hill Gate y seguir el flujo de gente. ¡No tiene pérdida!
¡Un abrazo desde el camino!
Clara desde el camino.