¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo de la mano por un lugar que me encanta, un verdadero oasis en medio de la ciudad: El Prado, en Balboa Park, San Diego. No es solo un parque, es una experiencia que se vive con cada poro de la piel.
Imagina que el sol te acaricia la piel mientras caminas sobre el Puente Cabrillo. Sientes la brisa suave que trae el aroma de la vegetación lejana y el murmullo de las fuentes que aún no ves. El aire es limpio, fresco, una invitación a seguir. A tu izquierda, el Museo del Hombre (ahora Museo de Nosotros), con su imponente torre, te saluda con su presencia robusta. Para empezar, te diría que llegues por la mañana, antes de que el calor apriete demasiado. Si vienes en coche, el aparcamiento del Museo del Aire y del Espacio suele tener sitio y está a un paseo agradable. Desde ahí, cruza el puente a pie. Es la mejor manera de sentir la escala del lugar.
Avanzas y el aire cambia. De repente, sientes una humedad deliciosa en el ambiente y un perfume dulce y terroso te envuelve. Has llegado al Pabellón Botánico. Siente el cambio de temperatura al entrar, la frescura de la sombra y el aroma a flores exóticas, a tierra mojada, a vida. Escucha el suave goteo del agua en el estanque de los nenúfares justo enfrente, y el sonido de las hojas al moverse con la brisa. Luego, gira a la izquierda y déjate llevar por los colores y los sonidos del Spanish Village Art Center. Aquí, el suelo cambia bajo tus pies, a veces es empedrado, otras más liso. Escucharás el tintineo de la cerámica, el rasgueo de pinceles sobre lienzos y el murmullo de las conversaciones de los artistas. Entra en sus talleres, toca las texturas de las obras, siente el calor de los hornos de cerámica. Si buscas un recuerdo auténtico, este es el sitio; los artistas suelen estar ahí creando y son súper amables.
Sales de la explosión de color del Spanish Village y el espacio se abre. Sientes el sol de nuevo en la cara y el sonido de las fuentes se hace más presente, un constante borboteo de agua que relaja. Estás en la plaza central, flanqueada por el Museo de Arte de San Diego y el Museo Timken. Aquí, el aire vibra con una energía diferente, más pausada, más contemplativa. Puedes sentir la suavidad del mármol bajo tus dedos si tocas las columnas de los edificios. Busca un banco a la sombra de un árbol y simplemente siéntate. Escucha el eco de los pasos, la risa de los niños, el canto de los pájaros. Si tienes sed, hay un par de carritos de café cerca que te pueden salvar. No te obsesiones con entrar a todos los museos si el tiempo es limitado; a veces, el exterior y la atmósfera son la verdadera joya.
Un poco más allá, encontrarás un cambio de ambiente total en las Casas Internacionales de Relaciones del Pacífico. Aquí, cada pequeña casa tiene su propio aroma, su propia música, su propia vibración. Puedes sentir la diferencia en la madera de las puertas, en la textura de los jardines. Luego, déjate llevar por la serenidad del Jardín Japonés de la Amistad. Escucha el suave murmullo de las cascadas, el arrullo de los peces koi en los estanques, el crujido de la grava bajo tus pies. Siéntate en una de las bancas y simplemente siente la calma. Prueba un té en la casa de té, es una experiencia muy auténtica. Revisa los horarios de las casas internacionales, muchas abren solo los fines de semana y ofrecen delicias culinarias de sus países.
Para el gran final, guarda un momento para el Pabellón del Órgano Spreckels. Si tienes la suerte de estar allí durante un concierto (suelen ser los domingos por la tarde, pero revisa el calendario), el sonido te envolverá por completo. Sientes la vibración del órgano en el pecho, la música resuena en el aire abierto, una experiencia grandiosa y conmovedora. El aire se llena de una energía compartida con la gente que te rodea. Para mí, es el cierre perfecto, una explosión de cultura y sonido. Después de eso, si te apetece, hay varios restaurantes con terraza cerca para cenar al aire libre. Lo que yo "saltaría" si no tienes mucho tiempo es entrar a museos que no te llamen la atención por su temática; el verdadero encanto de El Prado está en pasear, sentir sus jardines y la arquitectura.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa del camino.