¿Qué se *hace* en el Flamingo de Las Vegas? Amigo, no es solo un sitio, es una explosión para los sentidos. Imagina esto: pones un pie dentro y, de golpe, el aire acondicionado te envuelve, un alivio fresco contra el calor del desierto que se queda fuera. De inmediato, un aroma peculiar te golpea: una mezcla de perfume dulce, un rastro lejano de humo y un toque a limpio, como si quisieran borrar cualquier rastro de la noche anterior. Escuchas un murmullo constante, un zumbido eléctrico que es la banda sonora de la emoción: el cliqueteo metálico de las fichas en las mesas, el tintineo mecánico de las tragaperras, risas sueltas, fragmentos de conversaciones y, siempre, una música de fondo que te impulsa a seguir. Caminas sobre una alfombra mullida, casi como si tus pies se hundieran un poco, y sientes la vibración del suelo bajo tus pies, como si el propio edificio estuviera vivo.
Una vez que te acostumbras a ese primer impacto, te das cuenta de que no hay un "centro" fijo, sino una energía que te tira en todas direcciones. ¿Qué hacer con las manos? Puedes deslizar tus dedos sobre las palancas de las máquinas, sentir la textura fría de las fichas de plástico o el suave roce de las cartas. Si te apetece probar suerte, busca una mesa de blackjack; el crupier te indicará dónde poner tus fichas y cómo señalar tu jugada. Para las tragaperras, solo tienes que insertar tu dinero (o un ticket con crédito), presionar un botón grande y escuchar cómo los carretes giran y se detienen, esperando el sonido de la victoria. Si necesitas algo de beber, busca a una de las camareras que circulan; suelen preguntar si quieres algo mientras juegas. Simplemente pides lo que te apetezca y la propina es siempre bienvenida.
Pero hay un respiro de todo ese ajetreo. Busca la salida trasera, hacia el exterior, y de repente, el aire cambia. Ya no huele a casino; te llega un aroma más fresco, a agua y a vegetación. Escuchas el chapoteo suave del agua y, si agudizas el oído, el graznido peculiar de los flamencos. Sí, flamencos de verdad. Puedes caminar por un sendero adoquinado, sintiendo el sol en tu piel de nuevo, y acercarte a los estanques. Si extiendes la mano, casi podrías tocar el agua fresca. Verás a esas aves rosadas moverse elegantemente, a veces levantando una pata, a veces sumergiendo su cabeza. Es un oasis gratuito, un momento para que tus ojos descansen de las luces parpadeantes y tus oídos se calmen con sonidos naturales.
Si el sol aprieta demasiado o simplemente quieres más diversión, dirígete a la zona de la piscina. Aquí, el sonido de las olas artificiales y las risas de la gente te envuelven. El olor a cloro es inconfundible, mezclado con el aroma dulce de la crema solar. Imagina que te sumerges en el agua fresca, sintiendo cómo el calor del desierto se disipa de tu piel al instante. Puedes flotar, dejarte llevar por las corrientes suaves o simplemente sentarte en el borde, sintiendo el hormigueo del agua en tus pies. Hay tumbonas donde puedes sentir el sol directamente en tu cara, y si te da sed, hay bares cerca donde puedes pedir una bebida fría con hielo que tintinea en el vaso.
Cuando el hambre aprieta, el Flamingo tiene de todo, desde opciones rápidas hasta restaurantes más formales. Puedes seguir el olor a café recién hecho por la mañana o el aroma a hamburguesas y patatas fritas al mediodía. Hay cafeterías para un café rápido y un bollo, o puedes sentarte en un restaurante más grande donde el sonido de los cubiertos y las conversaciones llenan el aire. Si buscas algo más tranquilo, hay opciones para cenar donde el ambiente es más tenue y puedes disfrutar de una comida sin el constante zumbido del casino. Simplemente camina y deja que tu nariz te guíe, o pregunta a alguien en recepción si buscas algo específico.
Y finalmente, si te quedas a dormir, la habitación es un refugio. Después de todo el ruido y la estimulación, el silencio aquí es casi ensordecedor. Puedes sentir la suavidad de las sábanas, el frescor de la almohada contra tu mejilla. Si te acercas a la ventana, aunque no veas, puedes sentir el leve zumbido de la ciudad a la distancia, y la luz tenue que se filtra, incluso de noche, te recuerda que estás en Las Vegas. Es el momento de que tu cuerpo se relaje por completo, absorbiendo todas las experiencias del día, antes de que decidas volver a sumergirte en la energía del Flamingo.
¡Hasta la próxima aventura!
Max en Ruta