Imagina que bajas del avión y el aire te envuelve. No es el aire de casa, no. Es una caricia cálida y húmeda, densa con el olor a sal y a flores exóticas que nunca habías olido antes, como plumerias y jazmines nocturnos. Escuchas el murmullo de las conversaciones, pero por encima de todo, una melodía suave de ukelele que parece flotar desde algún lugar cercano. Caminas y sientes el suelo ligeramente pegajoso bajo tus sandalias, una mezcla de arena fina y el rocío de la humedad. Es como si el aire mismo te diera la bienvenida, diciéndote: "Estás aquí. Relájate."
Cuando pises la arena de Waikiki, sentirás algo diferente. No es solo arena, es casi polvo de talco bajo tus pies, tan fina que se cuela entre los dedos con una suavidad increíble. El sol te calienta la piel de una manera que te hace sentir vivo, pero la brisa constante del océano te refresca justo a tiempo. Escuchas el ritmo constante de las olas rompiendo suavemente, un sonido hipnótico que te invita a cerrar los ojos y simplemente *ser*. Si te atreves a meter los pies en el agua, sentirás la temperatura perfecta, ni fría ni caliente, como un abrazo líquido que te arrastra suavemente. El sabor salado del aire se mezcla con un dulzor lejano, tal vez de los cócteles de piña que preparan cerca.
Si te apetece probar las olas, no te compliques. Hay tiendas de alquiler de tablas de surf y paddleboard por todas partes, justo en la playa o a una calle de distancia. La mayoría son superamables y te dan un mini curso rápido si eres principiante. No te estreses, las olas de Waikiki son bastante suaves, perfectas para aprender a levantarte. Si no te animas a surfear, un paseo en paddleboard al atardecer es mágico. Alquila un snorkel y métete cerca de los arrecifes, verás peces de colores sin irte muy lejos.
Para comer, olvídate de buscar sitios con estrellas Michelin. Aquí lo que mola es la comida callejera y los 'poke bowls'. Verás food trucks por todas partes, especialmente por la zona de Kuhio Avenue, con opciones desde tacos de pescado hasta noodles tailandeses. Busca los 'plate lunches' que son como bandejas con arroz, carne (pollo katsu, cerdo kalua) y ensalada de macarrones, súper contundentes y baratos. Y por supuesto, prueba un 'shave ice' (hielo raspado con sirope de frutas) para refrescarte, hay miles de sabores y es una explosión de frío y dulzor en la boca.
Al caer la tarde, el aire cambia. Se vuelve más suave, con un toque salado y dulce a la vez, por las flores de plumeria que se abren. El sol se sumerge en el horizonte, tiñendo el cielo de naranjas, rosas y morados tan intensos que te costará creer que son reales. Escucharás el sonido de los tambores de las danzas hula en algunos resorts, un ritmo que te conecta con la tierra. Si caminas por el paseo marítimo, sentirás el bullicio de la gente, las risas, las conversaciones. Para una bebida tranquila, busca un bar de hotel con vistas a la playa, o si te apetece algo más animado, hay sitios con música en vivo y ambiente isleño por Kalakaua Avenue.
Si quieres alejarte un poco del bullicio sin irte muy lejos, hay un par de opciones geniales. La subida a Diamond Head es un "must". No es una caminata complicada, pero sí un poco empinada, con escalones y túneles que te hacen sentir como un explorador. Arriba, el viento te golpea la cara y la vista de toda Waikiki y el océano es impresionante, te hace sentir pequeño y parte de algo enorme. Otra opción es el Kapiolani Park, justo al final de Waikiki. Es un espacio verde enorme donde puedes tumbarte en la hierba suave, escuchar a los pájaros y ver a la gente hacer yoga o jugar al frisbee. Es un respiro de calma.
Moverte por Waikiki es sorprendentemente fácil. Si te alojas en la zona principal, casi todo lo haces andando. La avenida Kalakaua es la arteria principal y es totalmente transitable a pie. Para distancias un poco más largas o para ir a sitios como Diamond Head, el autobús público (TheBus) funciona de maravilla, es barato y eficiente. También hay trolleys turísticos que te llevan a los principales puntos de interés. No necesitas coche si tu plan es quedarte solo en Waikiki y sus alrededores inmediatos.
Y cuando llegue el momento de irte, te prometo que te llevarás algo más que fotos. Te llevarás la sensación del sol en tu piel, el sabor salado y dulce del aire, el eco de las olas en tus oídos. Recordarás la suavidad de la arena bajo tus pies y la calidez del agua. Hawai se te mete dentro, y la sensación de 'aloha' (amor, paz, compasión) se queda contigo mucho después de que el avión haya despegado.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets