Los senderos son de superficie lisa y pavimentada, con un ancho generoso que facilita el tránsito simultáneo. Presentan una pendiente mínima, mayormente planos, con suaves desniveles solo en los accesos a la arena. Discurren paralelos a la orilla, conectando el Peine del Viento con el Pico del Loro. Su diseño permite un flujo continuo, ideal para paseos o ejercicio junto al mar.

La primavera tardía o el inicio del otoño ofrecen un aire suave y una temperatura ideal. Las mañanas entre semana o el atardecer mitigan el bullicio, dejando solo el murmullo del Cantábrico. La afluencia es entonces más local y familiar, propiciando un ambiente tranquilo y contemplativo. La luz dorada baña la arena y la brisa marina es siempre refrescante.

¡Hola, viajeros!

Ondarreta no es solo una playa, es la serenidad personificada de San Sebastián. Su arena, un lienzo dorado que se curva con una gracia sutil, ofrece una perspectiva íntima de la Bahía de La Concha, enmarcando la Isla de Santa Clara como una joya esmeralda. Aquí, el agua no embiste; acaricia la orilla con un murmullo constante, invitando a sumergirse en su frescura cristalina. La brisa marina siempre trae un aroma salino y la luz del atardecer tiñe las rocas de Monte Igueldo de tonos ámbar y púrpura. A diferencia de otras playas, Ondarreta se siente como un refugio, un secreto bien guardado por los donostiarras, donde el ritmo de la vida se desacelera.

Recuerdo una tarde en particular. El sol comenzaba su descenso y un grupo de niños, ajenos al tiempo, jugaba incansablemente cerca de las esculturas del Peine del Viento, sus risas mezclándose con el potente bramido de las olas. Era una estampa de pura autenticidad, la demostración de cómo este rincón no es solo un paraje de postal, sino un espacio vital donde la naturaleza y la creatividad humana convergen, forjando recuerdos imborrables. Esa interacción entre la fuerza del mar y la inocencia de la infancia, bajo la atenta mirada de la obra de Chillida, me hizo entender la verdadera alma de Ondarreta: un lugar que inspira asombro y pertenencia.

Espero que esta pequeña incursión en Ondarreta os haya inspirado a visitarla. ¡Nos vemos en el próximo destino!

Junto a El Peine del Viento, la gente captura la fuerza del Cantábrico contra las esculturas. El Paseo de Eduardo Chillida ofrece vistas amplias de la bahía, con la Isla Santa Clara como foco. El atardecer ilumina la bahía y el Monte Igueldo con tonos cálidos. Para encuadres únicos, la curvatura del paseo hacia el funicular de Igueldo es ideal.

Ondarreta brilla por sus aguas tranquilas y su ambiente familiar, superior para un baño relajado. Con marea alta, la playa se reduce drásticamente, dejando apenas espacio para tumbarse. La integración directa con los jardines del Palacio de Miramar es una ventaja inesperada. Aunque más íntima que La Concha, su popularidad en verano provoca una ocupación veloz.

Para alquilar sillas de ruedas o scooters cerca de Ondarreta, visita ortopedias locales como Ortopedia Gipuzkoa, o consulta en farmacias de la zona. Es aconsejable contactarles previamente para verificar disponibilidad y requisitos de alquiler. Una silla de ruedas manual suele costar entre 10-15€ al día. Los scooters son más caros; los precios exactos se obtienen directamente al preguntar.

El sol calienta la arena fina mientras la mirada se pierde hacia la Bahía de la Concha. Las aguas serenas invitan a un chapuzón tranquilo o a remar suavemente en kayak. Al bajar la marea, se pasea descalzo por la orilla, conectando con el ritmo del Cantábrico. Los más activos encuentran su espacio para correr o acercarse al Peine del Viento.

¡Hola, amantes de los destinos con encanto!

En San Sebastián, más allá de la icónica Concha, se esconde una joya de elegancia serena: la Playa de Ondarreta. Su arena fina y dorada se extiende en una suave curva, abrazando la bahía con una gracia distintiva. Las aguas, de un verde esmeralda que se funde con el azul zafiro en el horizonte, invitan a un chapuzón refrescante bajo la atenta mirada de la Isla de Santa Clara y el imponente Monte Igueldo. Aquí el ritmo es pausado; familias construyen castillos de arena mientras los nadadores disfrutan de sus tranquilas mareas. El paseo marítimo, flanqueado por elegantes edificios de estilo Belle Époque, murmura historias de veranos pasados, invitando a paseos que se estiran hasta el atardecer. Pero hay un secreto que pocos notan: al final de la playa, donde la arena cede el paso a las rocas del Peine del Viento, si te acercas y escuchas con atención, oirás un suspiro profundo, casi un lamento rítmico. No es el romper de las olas, sino el sonido del mar respirando a través de las cavidades de las rocas, un eco ancestral que el viento arrastra, una melodía oculta que solo los pacientes descubren. El aire aquí es una mezcla salina y fresca, a veces con un matiz a pino que desciende de las laderas cercanas, una brisa suave que acaricia la piel y despeja la mente.

¡Nos vemos en la próxima parada!

La marea alta reduce drásticamente el espacio de arena; consulta las tablas mareales para planificar tu visita. Las corrientes pueden ser fuertes cerca de la boca de la bahía; nada siempre dentro de las zonas balizadas y respeta las banderas. En verano, la afluencia es masiva; llega temprano para encontrar sitio y vigila de cerca a los niños. Aunque ocasional, la presencia de medusas es posible; infórmate de avisos locales antes de bañarte.

Ondarreta ofrece avistamientos costeros limitados pero interesantes para amantes de las aves. Cormoranes y gaviotas patiamarillas son comunes; con suerte, se observan correlimos tridáctilos en la orilla. Los extremos rocosos, especialmente cerca del Pico del Loro, brindan tranquilidad para la observación. La marea baja al amanecer o atardecer maximiza las posibilidades de ver aves forrajeando.