¿Alguna vez has querido retroceder en el tiempo, no solo viendo ruinas, sino sintiendo la vida que una vez bulló en ellas? Eso es Ostia Antica. Imagina que el aire que respiras no es el de la Roma moderna, sino uno filtrado por siglos, con un sutil aroma a pino y tierra seca. Cierras los ojos y, por un momento, el bullicio de la ciudad se apaga, dejando solo el susurro del viento entre los ladrillos antiguos y el lejano canto de los pájaros. Aquí, cada piedra tiene una historia, cada huella en el pavimento te conecta con miles de vidas que pasaron antes. Es un lugar para caminar despacio, para tocar las paredes rugosas y sentir el calor del sol sobre tus hombros, como lo hicieron los antiguos romanos. Es una experiencia para el cuerpo entero, para dejarte llevar por la imaginación y sentir la magnitud del tiempo.
Para empezar esta aventura, mi consejo es llegar temprano. La estación de tren Ostia Antica, a la que llegas fácilmente con un tren de cercanías desde Piramide/Porta San Paolo, te deja a unos minutos andando del sitio. Al cruzar la pasarela y llegar a la entrada, no te agobies. Justo después de los tornos, te encontrarás con la Porta Romana, la antigua entrada principal. Siente el cambio en el terreno bajo tus pies: de asfalto a gravilla. Esta es tu señal. Desde aquí, el Decumanus Maximus se extiende ante ti, una calle principal que te guiará directamente al corazón de la ciudad. Camina despacio, siente la gravilla crujir bajo tus zapatillas, como si fueras un mercader llegando a la ciudad. A tu izquierda, verás los restos de las Termas de Neptuno.
Al llegar a las Termas de Neptuno, busca el gran mosaico de Neptuno y Anfitrite. No es solo un dibujo en el suelo; imagina el agua caliente del *caldarium*, el vapor, el murmullo de las conversaciones y el chapoteo. Siente el calor del sol en la piedra, incluso hoy. A veces, si el viento sopla de cierta manera, casi puedes oler el sulfuro del agua termal. Justo después, el Teatro se alzará imponente. Sube por las escaleras de piedra hasta la parte superior de las gradas. Siéntate donde lo hacían los espectadores hace dos mil años. Cierra los ojos y escucha el silencio. Luego, abre la boca y deja escapar un grito, una palabra. La acústica es increíble. Te sentirás pequeño y, a la vez, parte de algo grandioso. Aquí es donde los dramas y las comedias de la vida romana se desarrollaban.
Desde el teatro, baja y dirígete al Piazzale delle Corporazioni justo detrás. Este es uno de mis lugares favoritos y un must-see. Es una plaza porticada con más de 60 oficinas de corporaciones comerciales, cada una identificada por un mosaico en el suelo que te indicaba a qué se dedicaban: graneros, barqueros, exportadores de marfil. Agáchate y toca los mosaicos. Siente la textura, las formas. Es un mapa táctil de la economía romana. De aquí, puedes desviarte un poco hacia la Via dei Molini para ver los molinos de grano, y luego hacia el Thermopolium, una especie de taberna o bar de comida rápida. Imagina el ajetreo, el olor a pan recién hecho, a vino especiado, el tintineo de las copas. Puedes incluso ver el mostrador de mármol con los agujeros para las ánforas. No te esperes una gran comida, pero es perfecto para sentir cómo era la vida cotidiana.
Continúa por el Decumanus Maximus hacia el Foro, el centro cívico y religioso de Ostia. Aquí la escala cambia. El espacio se abre, los edificios son más grandes, más imponentes. Siente la amplitud, la importancia del lugar. El Capitolium, el templo principal, domina el espacio. No hay mucho que *tocar* aquí aparte de las bases de las columnas, pero la sensación de estar en el corazón de una ciudad bulliciosa es palpable. Este es un buen punto para descansar un momento, sentarte en alguna piedra y observar. Si el tiempo es limitado y quieres evitar la fatiga, te diría que dejes el Museo y las áreas residenciales más alejadas (como las casas hacia el sur, cerca de Porta Laurentina) para una segunda visita. Aunque interesantes, el Foro y las áreas cercanas te dan la esencia de la ciudad.
Para el gran final, y lo que definitivamente guardaría para el último impacto, es volver al Teatro si no lo hiciste antes, o simplemente tomarte tu tiempo para caminar de regreso por el Decumanus Maximus, saboreando cada paso. La luz de la tarde, si te quedas hasta última hora, baña las ruinas con un tono dorado que las hace aún más mágicas. Siente el aire fresco al atardecer, la brisa suave que te acaricia la cara. Es el momento perfecto para procesar todo lo que has visto y sentido. No te olvides de llevar agua, algo de picar y, sobre todo, calzado cómodo. El suelo es irregular y hay mucho que caminar.
¡Espero que lo disfrutes tanto como yo!
Max in motion