¡Hola, exploradores! Hoy nos adentramos en un viaje al pasado, a un lugar donde el silencio habla y la piedra guarda secretos milenarios. Si me preguntas cómo guiaría a un amigo por las Necrópolis Etruscas de Cerveteri y Tarquinia, te diría que empezamos aquí, en Cerveteri, la Necrópolis de la Banditaccia.
Imagina esto: llegas y, de repente, un paisaje ondulado se abre ante ti, pero no es un campo cualquiera. Es una ciudad, una ciudad entera hecha para los muertos, pero construida como si fuera para vivir. Tus pies pisan un camino de tierra que serpentea entre suaves colinas. El aire es fresco, incluso en verano, y sientes cómo la temperatura baja un par de grados a medida que te adentras. Escuchas el murmullo del viento entre los pinos, un sonido que ha acompañado a estas tumbas durante milenios. No hay prisa aquí. Te invito a pasear lentamente, a dejar que tus dedos rocen las paredes de toba volcánica que forman las tumbas tumulares, esas colinas redondas que parecen montículos de hierba. Cada una es una casa, con su puerta, sus ventanas excavadas, su propio camino de entrada.
Dentro de la Necrópolis de la Banditaccia, hay un punto que no puedes perderte: la famosa Tumba de los Relieves. Para llegar, seguirás un sendero bien marcado. Al acercarte, sentirás una corriente de aire fresco que emana de la entrada, una invitación a descender. Bajas unos escalones irregulares, labrados en la misma roca, y el sonido del mundo exterior se desvanece. Dentro, la oscuridad es casi total al principio, hasta que tus ojos se acostumbran a la luz tenue que se filtra o a la iluminación artificial. Siente la humedad en el aire, el aroma a tierra húmeda y a piedra antigua. Tus manos pueden tantear las paredes lisas y luego, de repente, encontrar la textura intrincada de los relieves. Son herramientas, armas, objetos cotidianos tallados en la roca, como si los difuntos quisieran llevarse un pedazo de su vida. Imagina la vida que se vivía fuera de estas paredes, hace 2.500 años, reflejada en estos objetos que puedes "tocar" con la imaginación.
Ahora, para pasar de Cerveteri a Tarquinia, un consejo práctico: lo ideal es tener coche, ya que el transporte público entre ambos sitios no es directo ni muy frecuente. Es un trayecto de unos 45-60 minutos en coche, por carreteras secundarias que te permiten ver la campiña laziale. No te agobies si no tienes coche, puedes organizar un taxi o un servicio de transporte privado con antelación, es una inversión que vale la pena para la comodidad. Una vez en Tarquinia, el plan es diferente. Aquí, la joya no está tanto en la estructura exterior de las tumbas, sino en lo que guardan dentro: las pinturas.
En Tarquinia, nuestra primera parada es el Museo Nacional Etrusco, ubicado en el hermoso Palazzo Vitelleschi, en el centro del pueblo. No es la necrópolis aún, pero es crucial para entender lo que verás después. Aquí, no hay sensaciones de aire o tierra, sino de asombro. Pasea por sus salas amplias. Imagina el peso de los sarcófagos de piedra, decorados con figuras reclinadas de los difuntos, que ahora puedes ver de cerca. Presta atención a las vitrinas donde se exhiben joyas, cerámicas y objetos cotidianos. Es aquí donde empiezas a "escuchar" las historias de los etruscos, a través de los objetos que utilizaban, cómo vestían, cómo celebraban. Es como leer el guion antes de ver la película.
Después del museo, nos dirigimos a la Necrópolis de Monterozzi, en Tarquinia. Está a las afueras del pueblo, a un corto trayecto en coche o en autobús local. Aquí, la experiencia es totalmente distinta a Cerveteri. En Monterozzi, las tumbas son subterráneas, excavadas en la roca. Para visitarlas, se accede a través de estructuras modernas que protegen las entradas. Al bajar los escalones, sentirás un cambio brusco en la atmósfera: el aire es más denso, más cargado de historia. Algunos pasillos son estrechos, y la luz es tenue, solo la justa para proteger las delicadas pinturas. Tus ojos se ajustarán a la penumbra, y entonces, ¡boom! Ante ti, paredes llenas de vida y color. Son escenas de banquetes, danzas, música, caza, y hasta el viaje al inframundo. Es como si hubieras entrado en una cápsula del tiempo, y pudieras oler el vino, escuchar la flauta, sentir el ritmo de los bailarines. Las figuras, aunque antiguas, transmiten una energía increíble, una celebración de la vida incluso en la muerte. No te saltes ninguna tumba abierta, cada una es una obra de arte.
Para cerrar este día, te sugiero que guardes para el final la Tumba de los Leopardos en Tarquinia. Es una de las más famosas y mejor conservadas. Al entrar, sentirás la misma emoción que en las otras, pero aquí, la escena es particularmente vibrante. Los leopardos pintados en el friso superior parecen mirarte, guardianes silenciosos de este banquete eterno. Imagina la música, las risas, el vino fluyendo. Es una explosión de color y movimiento que contrasta con el silencio y la oscuridad del lugar. Es el broche de oro perfecto para entender la filosofía etrusca: celebrar la vida hasta el último aliento, incluso más allá.
Un último consejo: lleva calzado cómodo, agua y prepárate para sentir la historia bajo tus pies y en cada aliento.
¡Hasta la próxima aventura!
Clara del Camino