Ciampino International Airport (CIA) Tours and Tickets

¡Hola, viajeros! Ojalá pudieras sentir lo que yo sentí al llegar a Ciampino. No es uno de esos aeropuertos gigantes que te tragan, no. Es más bien una bienvenida directa y sin rodeos. Imagina que acabas de bajar del avión, el aire huele a una mezcla de queroseno y la promesa de Roma. El primer contacto con el suelo es un hormigón liso, uniforme, que se extiende ante ti. No hay sorpresas aquí, ni adoquines que te hagan tropezar con tu equipaje. Es una pasarela clara y ancha, diseñada para que te muevas con facilidad, casi empujándote suavemente hacia la terminal. Puedes sentir la vibración de las ruedas de tu maleta deslizándose sin esfuerzo, una pequeña victoria después de un vuelo.

Una vez dentro, la sensación de fluidez continúa. Los caminos son de baldosas grandes y pulidas, o a veces de un terrazo tan liso que parece que flotas sobre él. No hay recovecos oscuros ni pasillos estrechos donde te sientas perdido. Todo está abierto, diseñado para que la luz natural inunde el espacio y te guíe. Puedes oír el murmullo de las conversaciones y el eco de los anuncios por megafonía, pero nunca es abrumador. Las señales son enormes, en un contraste blanco y negro que no deja lugar a dudas, apuntando directamente a "Arrivi" o "Uscita". Es como si el propio suelo te dijera: "Sigue recto, no hay desvíos aquí".

Si tu destino es el autobús o los taxis, el aeropuerto te conduce con una lógica aplastante. Los pasillos de salida son amplios, luminosos, te van preparando para el exterior. Poco a poco, el sonido de los motores de los autobuses se hace más nítido, y antes de que te des cuenta, sientes la brisa cálida de Roma en tu piel. Los caminos exteriores son de asfalto liso y resistente, perfectos para el tránsito de vehículos y personas. No hay laberintos, ni curvas inesperadas; es una progresión natural del interior al exterior, donde el olor a diésel se mezcla con el aire de la ciudad. Te sientes guiado por el flujo de la gente y la vibración constante del transporte esperando.

Para los que parten, la experiencia es igual de funcional. Una vez que pasas seguridad, los pasillos hacia las puertas de embarque son más compactos, pero nunca sientes claustrofobia. El suelo sigue siendo el mismo: liso, sin obstáculos. No busques alfombras mullidas ni decoraciones superfluas; aquí todo es eficiencia. El sonido dominante es el de los anuncios de embarque, la llamada a tu próxima aventura, y el suave traqueteo de las maletas de mano. La disposición de las puertas es lineal, fácil de seguir, y te sientes parte de un flujo constante, guiado por las pantallas y la propia marea de viajeros. Es un lugar de tránsito, no de contemplación, pero su claridad te da una paz inesperada.

Olya desde las callejuelas.

¡Hola, viajeros! Hoy vamos a aterrizar en un lugar que muchos conocen de paso, pero pocos sienten de verdad: el Aeropuerto Internacional de Ciampino (CIA) en Roma. No es el más grande, ni el más moderno, pero tiene su propio pulso. ¿Cuándo se siente mejor? Imagina que llegas a Ciampino una mañana de primavera o de principios de otoño, justo entre las 6 y las 8 de la mañana. El aire es fresco, pero ya sientes la promesa del sol en tu piel. Hay un aroma sutil a tierra húmeda mezclado con el ligero olor a queroseno quemado, casi imperceptible, y el inconfundible toque de café italiano que escapa de alguna cafetería. Escuchas el zumbido constante de los motores de los aviones, pero no es abrumador; es más bien un murmullo lejano que te recuerda dónde estás. La luz que se filtra por los ventanales es suave, dorada, y la sientes cálida si te pones a contraluz. Es un momento de calma relativa, antes de que el día se dispare, donde puedes percibir el espacio a tu alrededor, sentir la amplitud de la terminal y el eco de tus propios pasos.

En ese momento del día, la multitud es manejable. No hay empujones, no sientes la presión de cuerpos ajenos rozándote. Escucharás el suave rodar de maletas, el murmullo de conversaciones en diferentes idiomas, pero sin el estruendo de las horas pico. Es gente que viaja por placer, que empieza el día con ilusión, o que vuelve a casa con la calma de la mañana. Si te detienes, puedes sentir el flujo de personas que se mueven a tu alrededor, un ir y venir constante pero no caótico. Para moverte, te resultará más fácil sentir el espacio entre los grupos y escuchar las indicaciones de las pantallas sin la distorsión del ruido excesivo. Los mostradores de facturación están activos, pero sin colas interminables, lo que te permite sentir la textura del mostrador o el frío del cristal si te apoyas.

El clima, como en toda Roma, es un personaje más. Si llegas en un día de verano caluroso, sentirás el aire denso y seco, incluso dentro de la terminal, a pesar del aire acondicionado. El olor a asfalto caliente se cuela por las puertas, y el bullicio es más agudo, la gente parece tener más prisa, sudando ligeramente. Las superficies, como los asientos de metal o las paredes, retienen el calor. En cambio, un día de invierno, especialmente si llueve, el ambiente se vuelve más recogido. Percibirás el aire más húmedo y frío, y el sonido de la lluvia golpeando el techo o las ventanas puede ser relajante, amortiguando el ruido de la gente. La sensación de calidez al entrar en la terminal es reconfortante, y el olor a humedad de la ropa de la gente se mezcla con el del café caliente. La gente se mueve más despacio, con más cuidado, y el ambiente general es más introspectivo.

Para moverte desde Ciampino, te será muy útil saber que, al salir de la terminal de llegadas, el suelo cambia de la suavidad del interior a la textura más áspera del asfalto. Si necesitas un taxi, los escucharás llegar y parar, y sentirás la vibración del motor cerca de ti. La parada de autobuses para ir a la estación de Termini o a Anagnina (metro A) está justo enfrente de la salida, a unos pocos metros. Escucharás los motores de los autobuses encendiéndose y apagándose, y el sonido de las puertas abriéndose y cerrándose. Sigue la corriente de gente, y no dudes en preguntar: los locales suelen ser amables si ven que necesitas una mano. Los tickets de autobús los puedes comprar dentro de la terminal o en las máquinas expendedoras que tienen un relieve táctil para los números.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Imagina que el avión ya ha tocado tierra! Sientes ese *thump* suave y el ligero balanceo al reducir la velocidad. Las puertas se abren y, antes de que lo sepas, un aire cálido te envuelve. No es el aire pulcro de un aeropuerto moderno, no. Aquí, en Ciampino, hueles una mezcla tenue de queroseno, sí, pero también algo más terroso, más antiguo, como si la propia Roma te estuviera respirando en la cara. Escuchas el murmullo de voces en italiano mezclado con risas de turistas, el arrastre de maletas sobre el asfalto. Al salir de la terminal, sientes el sol en tu piel, un sol que se siente diferente, más... dorado. Es la bienvenida de Roma, sin filtros, directa al corazón.

Vale, ya has aterrizado y te has empapado del ambiente. Ahora, lo práctico: ¿cómo llegas al centro? Aquí no hay tren directo. Tu mejor opción son los autobuses que van a Termini. Tienes varias compañías, como Terravision o Rome Airport Bus. Los billetes los compras online o justo al salir de la terminal. Son baratos, unos 6-7 euros, y el trayecto dura unos 40 minutos, dependiendo del tráfico. Si sois un grupo o llevas mucho equipaje, un taxi te costará fijo 31 euros hasta el centro, ¡ojo! solo dentro de las murallas aurelianas. Pregunta antes de subirte para evitar sorpresas. No te compliques, es sencillo.

Para muchos romanos, Ciampino no es solo un aeropuerto; es parte de la familia. Mi nonna siempre cuenta que cuando era niña, este era un campo de aviación militar, y ella veía los aviones despegar y aterrizar, imaginando a dónde irían. Luego, cuando sus hermanos emigraron, este fue el lugar de las despedidas con lágrimas en los ojos y, años después, de los reencuentros, con abrazos tan fuertes que te dejaban sin aliento. Ella dice que cada vez que un avión despegaba, se llevaba un pedacito de ella, y cada vez que uno aterrizaba, le devolvía un pedazo de esperanza. Para ella, Ciampino no es solo una pista; es el umbral de miles de historias de amor, de familia, de adioses y bienvenidas.

Max in motion

¡Hola, viajeros! Hoy no vamos a hablar de ruinas antiguas ni de helados artesanales (¡todavía!). Hoy vamos a aterrizar en un lugar que muchos ven solo como un punto de partida o llegada: el Aeropuerto Internacional de Ciampino, en Roma. Pero incluso aquí, en este pequeño gigante con corazón de pueblo, hay historias que contar y momentos que capturar. Imagina que acabas de bajar del avión. El aire que te envuelve no es el mismo que en el centro de Roma; es una mezcla peculiar de queroseno, el suave murmullo de las turbinas lejanas y ese inconfundible olor a "viaje" que solo los aeropuertos tienen. Sientes el leve zumbido bajo tus pies, la vibración del asfalto por donde ruedan los autobuses y taxis. Escuchas el ir y venir de maletas, el eco de los altavoces llamando a embarcar y, de fondo, el latido constante de una ciudad que te espera o que acabas de dejar. Es un lugar de transiciones, de adioses y bienvenidas, y sí, ¡también de fotos!

Si buscas ese primer o último recuerdo visual, sal de la terminal principal y acércate a la zona de taxis y autobuses. Siente el sol romano en tu piel, incluso si es el de la mañana temprano o el de la tarde. El aire aquí es más abierto, menos confinado. Gira tu cuerpo y "mira" hacia la fachada del aeropuerto. No es una maravilla arquitectónica moderna, sino más bien un edificio funcional, con esa estética de los aeropuertos más antiguos que tienen su propio encanto. A la derecha, oirás el ir y venir de los autobuses que van a Termini, un constante recordatorio de la vida que fluye. El truco aquí es el cielo. Al ser un aeropuerto más pequeño, tienes una sensación de amplitud que no siempre encuentras en los gigantes. Para la luz, la mejor hora es a primera hora de la mañana, justo cuando el sol empieza a subir, o al final de la tarde, durante la "hora dorada". Tendrás una luz suave y cálida que baña la fachada y, si tienes suerte, puedes capturar un avión despegando o aterrizando en el fondo, silueteado contra el cielo. Es el momento perfecto para una foto que grite "¡Acabo de llegar a Roma!" o "¡Hasta la próxima, Roma!".

Una vez dentro, si tu vuelo aún no sale, o si acabas de pasar por control de seguridad, busca las ventanas que dan a la pista. Caminas por el pasillo y notas el cambio en el sonido; el rugido de los motores se vuelve un murmullo más lejano, filtrado por el cristal. Sientes el aire acondicionado en tu piel, una bienvenida frescura después del calor exterior. Si pones tus manos sobre el cristal, sentirás una leve vibración, casi imperceptible, de la actividad en la pista. Desde aquí, puedes "ver" la coreografía de los aviones en la plataforma: el personal de tierra moviéndose con prisa pero con método, las luces parpadeantes de las aeronaves. No es la vista panorámica más espectacular, pero captura la esencia de un aeropuerto en funcionamiento. Es el lugar ideal para una foto que muestre "el backstage" de tu viaje. La mejor hora para esto es durante el día, cuando hay buena luz natural para iluminar la pista. Si te toca el atardecer, las luces de la pista y las del aeropuerto se encienden, creando una atmósfera más dramática y fotogénica.

Y para tu última foto, esa que encapsula el sentimiento de despedida o la emoción de la espera, busca un rincón en la sala de embarque. Aquí, el aire se carga con una mezcla de anticipación y nostalgia. Escuchas las conversaciones a tu alrededor, el murmullo de diferentes idiomas, la risa de los niños, el suave tintineo de las tazas de café. Sientes la textura de los asientos, la frescura del suelo bajo tus pies. No es un lugar con una vista particular, sino un espacio donde la gente se prepara para su próxima aventura o para volver a casa. Aquí, la foto no es sobre el paisaje, sino sobre el momento. Puedes intentar capturar la silueta de alguien mirando por la ventana, o el simple gesto de una mano sosteniendo un pasaporte y una tarjeta de embarque, con el bullicio del aeropuerto como telón de fondo. Es una instantánea de la experiencia humana del viaje. La luz aquí es la del interior, generalmente bien iluminada, pero la magia ocurre cuando hay menos gente, quizás a primera hora de la mañana o a última de la noche, cuando el ambiente es más íntimo y personal.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, gente! Acabo de aterrizar de nuevo y tengo que contarles cómo fue la experiencia en Ciampino, el aeropuerto de Roma. No es el Fiumicino grande y glamuroso, no. Este es otro rollo, más... íntimo, digamos.

Imagina que bajas del avión y, en lugar de un pasillo largo y estéril, casi sientes la brisa romana entrando por la puerta de la nave. Es un aeropuerto pequeño, lo notas al instante. El aire huele a una mezcla curiosa de queroseno y esa humedad tan mediterránea. No hay grandes distancias, en cuanto pones un pie fuera, ya estás prácticamente en la cinta de equipajes. Es un alivio no tener que caminar kilómetros después de un vuelo low-cost. Lo que sí te sorprende es el bullicio; para ser tan compacto, el sonido de las voces, los anuncios por megafonía y el arrastrar de maletas se amplifica, creando una especie de zumbido constante. Es como si todo el mundo tuviera prisa por salir y empezar su aventura italiana, y esa energía se siente, casi puedes tocarla.

Una vez que tienes la maleta, el siguiente paso es salir, y aquí es donde Ciampino te pone a prueba. No hay tren, así que tu opción principal son los autobuses. Caminas directamente hacia la salida y te encuentras con una maraña de gente y autobuses de diferentes compañías. Es un poco caótico, sí, como un enjambre. No esperes una fila ordenada o indicaciones súper claras. Lo que no funcionó tan bien para mí fue la falta de organización visible para las colas; tienes que estar atento, escuchar los gritos de los conductores y, literalmente, seguir a la masa hacia el autobús de tu compañía. Mi consejo: compra el billete online antes de llegar, te ahorras un paso y un posible estrés. Y, una vez que llegues a la parada, no te quedes quieto, busca activamente el autobús de tu compañía, porque no esperan mucho. Lo bueno es que, a pesar del jaleo, los autobuses salen con mucha frecuencia y en unos 40 minutos ya estás en Termini, en el corazón de Roma.

Ya para la vuelta, cuando toca irse, la experiencia dentro de Ciampino es... austera. Es pequeño, lo que significa que el control de seguridad se llena rápido. Sientes cómo el espacio se reduce a medida que la gente se amontona en las colas. Mi sorpresa fue la escasez de opciones para comer o comprar. Hay un par de cafeterías y tiendas de souvenirs muy básicas, pero no esperes grandes lujos ni variedad. Si tienes un vuelo temprano o muy tarde, te recomiendo comer antes de llegar al aeropuerto. Una vez pasada la seguridad, el área de embarque es una sala grande con muchas sillas y puertas. No hay mucho donde perderse, lo que es bueno si vas con el tiempo justo, pero no tan bueno si quieres relajarte y estirar las piernas antes de volar. Prepárate para el ruido constante de los anuncios de embarque, casi sin descanso.

En resumen, Ciampino es un aeropuerto funcional. Lo que más me gustó es su cercanía a la ciudad y la rapidez con la que te conectas una vez que estás en el bus. Lo que no me convenció del todo fue la sensación de aglomeración y la falta de comodidades, especialmente si tu vuelo se retrasa. Pero, ¿sabes qué? Es el precio a pagar por esos vuelos tan baratos. Si lo ves como una estación de autobuses grande y ruidosa con aviones, en lugar de un aeropuerto internacional con todas las letras, la experiencia es mucho mejor. Es un lugar de paso, no de estancia.

¡Hasta la próxima aventura!

Max en movimiento

¡Hola, viajeros!

¿Acabas de aterrizar en Roma, en el aeropuerto de Ciampino? Cierra los ojos por un momento y respira hondo. Quizás notes el sutil olor a café que se mezcla con el aire un poco más cálido que en casa, una promesa de aventura. Sientes el suelo bajo tus pies, liso y vibrante con el murmullo de voces en italiano e inglés, el eco de maletas rodando. Es un aeropuerto más pequeño, más íntimo, pero igual de lleno de esa energía romana que te envuelve. Aquí no hay prisas innecesarias; la atmósfera te invita a prepararte para la ciudad eterna que te espera.

Si necesitas una silla de ruedas o un scooter de movilidad nada más llegar, la cosa funciona un poco diferente a lo que podrías esperar. En Ciampino (CIA) no hay un mostrador específico donde puedas alquilar directamente una silla o un scooter para llevarte de paseo por la ciudad. Imagina que es como pedir una pizza: no la haces en el aeropuerto, la pides a un sitio que te la trae. Aquí, lo más fácil y seguro es que *contactes de antemano* con una empresa de alquiler de equipos médicos o de movilidad ubicada en Roma.

Estas empresas especializadas suelen ofrecer servicios de entrega directamente en el aeropuerto. Es como si un amigo te esperara con tu scooter listo. La clave es la planificación. Busca en Google algo como "alquiler silla de ruedas Roma" o "alquiler scooter movilidad Roma" y navega por las opciones. Cuando los contactes, pregunta específicamente si hacen entregas en Ciampino y cuál es el coste adicional por ello. La disponibilidad de modelos varía, así que sé claro sobre lo que necesitas (silla manual, eléctrica, scooter plegable, etc.). Los precios pueden ir desde unos 15-20 euros al día para una silla manual hasta 30-50 euros o más para un scooter, con descuentos si lo alquilas por más días o semanas. Siempre pide un presupuesto cerrado y confirma el punto de encuentro exacto en el aeropuerto.

Y si llegas sin haberlo organizado, ¿qué pasa? No te preocupes, el aeropuerto está preparado para ayudarte a moverte *dentro de sus instalaciones*. Si necesitas asistencia para desplazarte desde el avión hasta la salida o para hacer una conexión, puedes solicitar el servicio de Asistencia a Personas con Movilidad Reducida (PRM) del aeropuerto. Esto se suele pedir a tu aerolínea al reservar el billete o con al menos 48 horas de antelación. Ellos te proporcionarán una silla de ruedas y personal para ayudarte con el tránsito. Pero ten claro que esta asistencia es *para el aeropuerto*, no para llevarte el equipo fuera. Si te encuentras en un apuro y necesitas algo para tu estancia en la ciudad, tu mejor opción sigue siendo contactar con una de esas empresas de alquiler de Roma y ver si pueden hacer una entrega urgente, aunque eso podría tener un coste adicional.

¡Disfruta de la magia de Roma!

Leo en Ruta

Imagina que el avión ya está tocando tierra en Ciampino. Sientes un pequeño rebote, el zumbido de los motores baja de golpe. El aire que entra por las rejillas es diferente, ya huele a... ¿Roma? Es ese aire cálido, un poco seco, que te dice que estás en el sur, incluso antes de ver nada. La cabina se llena de un murmullo de alivio y expectación. Te desabrochas el cinturón y sientes esa primera oleada de libertad, de haber llegado.

Una vez fuera del avión, el pasillo es corto. Oyes el *clic* de los sellos en los pasaportes, el arrastre constante de las maletas sobre el suelo. No es un aeropuerto gigante, así que la caminata hasta control de pasaportes y luego a la recogida de equipajes no se siente eterna. Sientes la suela de tus zapatos sobre el linóleo liso mientras sigues el flujo de la gente. El control suele ser rápido; te encuentras en la sala de recogida casi sin darte cuenta. Luego, esa pequeña espera junto a la cinta, el sonido metálico de las maletas al caer y el zumbido de la correa. Es un aeropuerto más pequeño y funcional, así que la eficiencia es sorprendentemente buena.

Al salir, el sol te golpea la cara. Sientes el calor, el aire en movimiento, y el olor a asfalto caliente mezclado con el tráfico y un ligero aroma a pino. Oyes el murmullo de la gente buscando sus autobuses, el pitido de los taxis. La sensación de libertad es inmediata. Para moverte desde allí, la opción más común y directa es el autobús. Varias compañías (como Terravision o SIT Bus Shuttle) tienen paradas justo fuera de la terminal y te llevan directamente a la estación de Termini en el centro de Roma. El viaje dura unos 40-50 minutos, dependiendo del tráfico. Los billetes se pueden comprar online o en los mostradores justo al salir.

Si vas a volar desde Ciampino, el proceso es más compacto. Sientes la mochila en la espalda mientras te mueves hacia los mostradores de facturación. Oyes las voces de los empleados anunciando vuelos en italiano e inglés, el traqueteo de las impresoras de billetes. En seguridad, el frío del metal en las bandejas, el sonido de tus objetos pasando por el escáner. Es rápido, sí, pero hay una tensión palpable en el aire, la prisa de todos por llegar a su puerta. No hay mucha distancia entre los puntos, lo cual es un alivio si vas con poco tiempo.

Ya en la sala de espera, el olor a café italiano y a pizza es inconfundible. Oyes las conversaciones en mil idiomas mezcladas con los anuncios de puerta, el tintineo de las tazas y el sonido de las cajas registradoras. Sientes la textura del asiento de plástico bajo tus manos o el suave acolchado de las pocas sillas cómodas que encuentres. Hay algunas cafeterías y tiendas de duty-free básicas. Cuando anuncian tu puerta, hay un empujón suave, el movimiento de la fila, el sonido de los billetes siendo escaneados. La emoción de volver a casa, o de que la siguiente aventura está a punto de comenzar, es lo que sientes al final.

Olya from the backstreets

¡Amigos viajeros! Hoy aterrizamos en Roma, pero no en el aeropuerto grande y reluciente. No, hoy el viaje empieza en Ciampino, ese lugar que muchos ven solo como un punto de tránsito rápido. Pero si te detienes un segundo, este aeropuerto te susurra una bienvenida muy particular.

Imagina que acabas de bajar del avión. Tus pies tocan el suelo de lo que pronto será tu aventura romana. Escuchas el ir y venir de maletas, el eco de anuncios en italiano y otras lenguas. Pero si te concentras, hay algo más: el aire aquí tiene un carácter propio, diferente. No es solo el olor a queroseno o a aire acondicionado reciclado. Hay un matiz, sutil pero presente, que te envuelve en cuanto pasas por seguridad y te adentras en la zona de llegadas. Es un aroma a café tostado muy oscuro, sí, de ese que te despierta el alma, pero mezclado con algo más antiguo, casi como el polvo de mármol y la dulzura apenas perceptible de los *cornetti* recién horneados del bar más cercano. Es el primer aliento de Roma que te da la bienvenida, crudo y real, sin filtros de postal, y solo aquí lo sientes así, en la prisa y el bullicio de Ciampino.

Una vez que ese aroma te ha dado la bienvenida, la siguiente pregunta es: ¿cómo llego al centro de Roma? Ciampino está bien conectado, pero no tiene metro directo. Tu mejor opción son los autobuses lanzadera. Varias compañías como Terravision o Schiaffini conectan directamente con la estación de Termini, en el corazón de Roma. Los billetes los puedes comprar online con antelación (suele ser más barato), en los mostradores de las compañías justo al salir de la terminal, o directamente al conductor. El trayecto dura unos 40 minutos, dependiendo del tráfico. Otra opción es un autobús local (línea 520 o 720) hasta una estación de metro (Cinecittà o Laurentina, respectivamente) y desde ahí, coger el metro al centro. Esta última es más económica, pero implica un transbordo.

Si llegas con tiempo de sobra o tienes que esperar tu vuelo de vuelta, no esperes encontrar un centro comercial aquí. Ciampino es un aeropuerto funcional, no un destino en sí mismo. Hay algunos pequeños bares y cafeterías donde puedes tomar un buen *espresso* o un *panino* rápido, y alguna tienda de *duty-free* para los últimos recuerdos o alguna botella de buen licor italiano. Los baños están limpios y hay cajeros automáticos, pero no mucho más. Mi consejo: llega con la antelación justa para tu vuelo, haz tu check-in, pasa seguridad y relájate con un café. No es un lugar para pasar horas, sino para cumplir su función de puente.

La despedida desde Ciampino tiene un sabor agridulce. Después de haber vivido Roma, cada sonido, cada olor aquí se siente diferente. Mientras esperas tu turno para embarcar, escuchas las últimas conversaciones animadas en italiano a tu alrededor, el traqueteo de las maletas que se alejan hacia la cinta. Puedes sentir el frío suave del aire acondicionado sobre tu piel, un contraste con el calor de las calles romanas que acabas de dejar. Y luego, mientras el avión toma impulso en la pista, sientes esa última vibración de tierra romana bajo ti, un último adiós del suelo que te ha acogido. El murmullo de las conversaciones italianas se desvanece, dejando espacio al rugido del motor. Es el cierre de un capítulo, pero la promesa de volver ya se siembra en el aire, justo antes de que las luces de la ciudad se conviertan en pequeños puntos brillantes en la oscuridad.

Hasta la próxima aventura,

Olya desde los callejones

Acabas de aterrizar en Roma, ¡qué emoción! Pero antes de que te sumerjas en el caos maravilloso de la ciudad eterna, hablemos de Ciampino (CIA). Es pequeño, sí, pero tiene sus cosillas y quiero que tu llegada sea tan suave como la seda.

Imagina el momento en que la puerta del avión se abre y ese primer soplo de aire romano te envuelve. Puede que huela a queroseno mezclado con algo indefinible, una promesa de pizza y mucha historia. Cuando pones el pie en la pasarela, sientes la vibración del metal bajo tus pies, luego el cambio a la solidez del suelo del aeropuerto. Escuchas el murmullo de voces, el arrastre de maletas. Presta atención a tus pasos: el suelo pulido, especialmente cerca de las salidas o los baños, puede volverse traicioneramente resbaladizo si acaba de llover o si hay algún derrame. Es como caminar sobre hielo fino, así que tómate tu tiempo, siente el agarre de tus zapatos y no tengas prisa.

A medida que te mueves por la terminal, el eco de tus pasos se une al anuncio de vuelos y al traqueteo de los carritos. Sientes el aire acondicionado, a veces un poco frío, otras veces el calor que se cuela del exterior. Si te diriges hacia la zona de autobuses o taxis, la superficie bajo tus pies cambia drásticamente. De repente, ya no es el liso hormigón del interior. Puedes notar el cambio a adoquines o zonas con asfalto irregular, especialmente al salir del edificio. Es como si el suelo te contara una historia de siglos, pero también puede jugarte una mala pasada. Levanta los pies, siente cada paso, porque hay pequeñas trampas: una piedra suelta, un bordillo inesperado, una grieta que te espera. No es un sendero de montaña, pero tampoco es una pista de baile, así que camina con conciencia.

Una vez fuera, el aire te golpea con una mezcla de gases de escape y el dulce aroma de la vida italiana. Escuchas el clamor de los taxistas, el zumbido de los autobuses, y un millón de conversaciones en diferentes idiomas. Es un torbellino de actividad. Y es aquí donde la gente más amable puede no ser tan amable. Imagina que alguien se te acerca, sonriendo, ofreciéndote ayuda con el equipaje o indicaciones. Sientes una mano en tu brazo, una voz suave. Podría ser un taxista 'pirata' que te cobrará el triple, o alguien que, mientras te distrae con una conversación amigable, sus manos buscan tu cartera o tu móvil. No te asustes, pero mantente alerta. Tu instinto es tu mejor amigo. Si algo no te suena bien, no tengas miedo de decir 'No, grazie' con firmeza y seguir tu camino. Busca siempre los taxis oficiales (blancos, con taxímetro y licencia visible) o las paradas de autobús designadas. Los 'amigos' que te ofrecen un 'mejor precio' suelen tener un precio oculto para ti.

Para que tu llegada sea lo más tranquila posible, un par de cosas más, como si estuviéramos chateando. Antes de salir, ten claro cómo vas a llegar a tu alojamiento: bus, tren, taxi oficial. Tenerlo planificado reduce el estrés y la vulnerabilidad. Mantén tus objetos de valor (pasaporte, dinero, móvil) en un lugar seguro y de difícil acceso para otros, como un bolsillo interior con cremallera o un cinturón portamonedas bajo la ropa. No los dejes en los bolsillos traseros ni en mochilas abiertas. Y por último, confía en tu intuición. Si una situación te parece extraña o alguien te presiona, aléjate. Roma es maravillosa, pero como cualquier ciudad grande, requiere un poco de astucia callejera. Disfruta cada momento, pero con los ojos bien abiertos.

Con ganas de que disfrutes Roma,

Olya from the backstreets

¿Amantes de las aves en un aeropuerto? ¡Sí, es posible, y sorprendentemente gratificante en Ciampino! No esperes una reserva natural, claro, pero si eres de los que encuentran belleza en lo inesperado y la resiliencia de la vida salvaje, te llevarás una sorpresa. Imagina el pulso constante de los aviones despegando, ese zumbido que se siente en el pecho, y de repente, entre el rugido, percibes un trino agudo, un aleteo rápido. Es la naturaleza reclamando su espacio, incluso al lado de una pista. Es una experiencia de contrastes, donde el sonido mecánico se mezcla con la vida silvestre.

Si agudizas el oído y la vista, te darás cuenta de la variedad. Es muy común ver cernícalos vulgares planeando en círculos, aprovechando las térmicas, o posados en postes, esperando a su presa. Escuchas su llamada, un 'ki-ki-ki' rápido y metálico, que se filtra a través del ruido ambiental. También hay gaviotas, sí, muchas, sobrevolando los campos cercanos, y estorninos que forman bandadas impresionantes al atardecer. Puedes sentir el viento en tu cara mientras observas cómo una bandada se mueve como un solo organismo, un espectáculo hipnótico contra el cielo romano.

Para encontrar esa tranquilidad necesaria, no te quedes en la terminal. Lo mejor es explorar las carreteras secundarias que rodean el perímetro del aeropuerto, especialmente hacia el este o el sur. Busca zonas con campos abiertos adyacentes a la valla perimetral. Hay algunos pequeños caminos de tierra que te permiten aparcar el coche discretamente y observar. No hay instalaciones, así que lleva tu propia agua y unos buenos prismáticos son esenciales para distinguir las especies a distancia. Es un lugar donde la paciencia y la distancia son tus mejores aliados.

El mejor momento para ir es temprano por la mañana, justo después del amanecer, o al final de la tarde, antes de que anochezca. Durante estas horas, la actividad de las aves es máxima, buscando alimento o regresando a sus dormideros. Además, la luz es más suave, ideal para la observación, y el tráfico aeroportuario, aunque nunca nulo, puede ser ligeramente menos frenético que a mediodía. Recuerda siempre respetar las señales de no acceso y mantente fuera de las zonas restringidas. Tu seguridad y la del aeropuerto son prioritarias. Es una observación desde la distancia, pero profundamente gratificante.

Max en movimiento.