¡Hola! Acabo de volver de Chicago y, mira, tengo que contarte todo sobre el Lakefront Trail. Prepárate, porque es de esos sitios que te entran por los cinco sentidos.
Imagina que sales de la ciudad y, de repente, una brisa fresca te golpea la cara. No es el viento que conoces, es un aire puro, con un ligero toque salado del lago, que te despeja la mente al instante. Escuchas el suave murmullo de las olas rompiendo a lo lejos, un sonido constante que te acompaña como una banda sonora tranquila. Caminas y sientes el asfalto liso bajo tus pies, perfecto para deslizarte, correr o simplemente pasear. El sol, si tienes suerte como yo, te calienta la piel, pero esa brisa del lago evita que te agobies. Es un abrazo gigante de espacio abierto, con la imponente silueta de los rascacielos de Chicago a tu espalda, como si te dieran la bienvenida a un mundo diferente. Puedes oler la hierba recién cortada en los parques adyacentes, mezclándose con el aroma limpio del agua. Es una sensación de libertad absoluta, de poder respirar hondo y sentir que tienes todo el espacio del mundo para ti.
Y hablando de espacio, es increíble lo accesible que es. Puedes unirte al sendero desde casi cualquier punto a lo largo de la orilla del lago, lo que lo hace súper conveniente. Es una maravilla para cualquier actividad: yo vi a gente corriendo, patinando, yendo en bici, paseando perros… ¡hasta grupos haciendo yoga! El camino está impecablemente mantenido, es ancho y está bien señalizado, lo que facilita muchísimo la orientación. Conecta parques, playas y atracciones principales a lo largo de casi 30 kilómetros, así que puedes pasar horas explorando sin aburrirte. Es el lugar perfecto para ver la ciudad desde una perspectiva diferente, con el lago Michigan como telón de fondo.
Ahora, no todo es perfecto, claro. Aunque la brisa es maravillosa, también puede ser traicionera. Hubo momentos en los que el viento era tan fuerte que casi te tiraba, sobre todo en las zonas más expuestas. Y si te toca un día de sol intenso, prepárate, porque la sombra es un bien escaso. Puedes sentir cómo el calor del asfalto irradia hacia arriba, y la piel te pica si no vas bien protegido. También, aunque el sonido del lago es relajante, en algunas partes el ruido de la ciudad, los coches y la gente se cuela, rompiendo un poco esa burbuja de paz. No es ensordecedor, pero sí lo suficiente para recordarte que sigues muy cerca de un monstruo urbano.
Y aquí viene el lado práctico de lo que no me convenció del todo: la cantidad de gente. Especialmente los fines de semana o en horas punta, el sendero se llena, y puede ser un poco caótico. Tienes que ir con mil ojos para no chocar con ciclistas o corredores. Además, aunque hay algunas fuentes de agua y baños públicos, no están en cada esquina, así que planifica bien tus paradas si vas a hacer un recorrido largo. Y un consejo: si no llevas tu propia botella de agua, las opciones para comprar algo son limitadas en algunos tramos, y pueden ser caras. El aparcamiento cerca de los puntos de acceso más populares es un desafío, así que si vas en coche, prepárate para buscar o usa el transporte público.
Pero lo que más me sorprendió, de verdad, fue la diversidad de paisajes que te encuentras a lo largo del sendero. Un momento estás rodeado de rascacielos y gente, y al siguiente, te encuentras con una pequeña playa de arena, casi desierta, donde solo se escucha el chapoteo del agua. Es como si el sendero tuviera múltiples personalidades. Me sorprendió ver la cantidad de arte público y esculturas que salpican el camino, convirtiéndolo en una galería al aire libre. También me asombró lo bien que se integra con los diferentes barrios de la ciudad; puedes sentir cómo la vibra cambia sutilmente a medida que avanzas, desde el bullicio del centro hasta la tranquilidad de las zonas residenciales. Es una transición fluida y fascinante.
Y, para terminar con las sorpresas prácticas, es impresionante cómo han logrado mantener un sendero tan largo y con tanto uso en tan excelentes condiciones. Hay carriles separados para ciclistas y peatones en muchas secciones, lo que mejora mucho la seguridad y el flujo. Además, me sorprendió la cantidad de actividades gratuitas o de bajo coste que se organizan a lo largo del sendero en verano, desde clases de yoga al aire libre hasta conciertos improvisados. Realmente es el corazón recreativo de la ciudad. Es un recurso increíblemente bien aprovechado y cuidado.
¡Espero que te sirva si te animas a ir!
Un abrazo,
Olya from the backstreets