¡Hola, aventurero! Si te preguntas qué se *hace* en la Mansión del Príncipe Gong en Pekín, deja que te cuente mi experiencia, como si estuviéramos paseando juntos por sus patios.
Imagina que llegas y, de repente, la bulliciosa ciudad se desvanece. Sientes el cambio en el aire, menos denso, más tranquilo. Tus pies pisan un suelo antiguo, con la textura de la piedra desgastada por siglos. Escuchas el suave murmullo de las hojas de los árboles meciéndose con una brisa casi imperceptible, mezclado con el eco lejano de alguna voz, pero nada que rompa la serenidad. Al cruzar el umbral de las primeras puertas macizas de madera oscura, sientes cómo la temperatura baja ligeramente, como si el tiempo mismo se ralentizara. Es un abrazo fresco que te invita a dejar atrás el exterior.
Una vez dentro, la sensación de amplitud te envuelve. Caminas por pasillos serpenteantes, algunos techados, otros abiertos, donde el sol se filtra en patrones cambiantes. Sientes la rugosidad de las paredes de ladrillo grisáceo bajo tus dedos, y quizás el aroma tenue de la tierra húmeda de los jardines. A veces, te encuentras con un lago artificial, y la frescura del agua te llega, junto con el suave chapoteo de algún pez. Te detienes y sientes la calidez del sol en tu piel, mientras el sonido de tus propios pasos sobre la gravilla fina es lo único que rompe el silencio.
Luego, te guían hacia un lugar especial, donde una gran roca tallada te espera. Acercas tu mano y sientes la superficie fría y pulida por incontables toques. Es el carácter "Fu" (bendición), grabado en relieve, y la gente lo frota para atraer la buena fortuna. Puedes sentir las huellas de las manos de miles de personas que lo han tocado antes que tú. El aire aquí parece cargado con una energía particular, un susurro colectivo de esperanza y deseos que te envuelve.
Más adelante, te encuentras en un patio con un teatro. Aunque no haya una función, puedes sentir la atmósfera del lugar. El eco de tus pasos resuena de forma diferente, como si estuviera esperando ser llenado con música y voces. Imagina el vibrar de los instrumentos tradicionales, el susurro de la seda al moverse los artistas, el aplauso de una audiencia lejana en el tiempo. La madera del escenario, si la tocas, tiene una textura suave y pulida, como si aún guardara la memoria de los pasos de los actores.
A medida que te adentras más, los jardines se vuelven más exuberantes. Los senderos se hacen más irregulares, con pequeñas subidas y bajadas que te obligan a prestar atención a cada paso. Percibes el aroma de diferentes plantas y flores, una mezcla dulce y terrosa que cambia con cada curva. El sonido del agua, ya sea de una cascada diminuta o de un arroyo que fluye entre rocas, se vuelve más prominente, creando una banda sonora natural que te invita a la calma. Puedes sentarte en un banco de piedra fría y sentir el viento suave en tu rostro, escuchando solo los sonidos de la naturaleza.
Para que lo disfrutes al máximo, te recomiendo ir temprano, justo cuando abren, para evitar las multitudes y poder sentir la tranquilidad del lugar de verdad. Necesitarás al menos dos o tres horas para recorrerlo con calma. Lleva calzado cómodo, porque vas a caminar bastante por diferentes tipos de terreno. Dentro hay algunas tienditas con bebidas y snacks, pero lo mejor es ir con una botella de agua. Para llegar, el metro es tu mejor amigo; la estación Beihai North (línea 6) está a un corto paseo. No te apresures, deja que el lugar te hable.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets