Imagina que el aire de Santorini, a esta altura, es más fresco, casi un suspiro de viento que te acaricia la cara. Estás en la cima de Profitis Ilias, el punto más alto de la isla. El Monasterio de Profitis Ilias no es solo un edificio; es una experiencia que te envuelve antes de que cruces su umbral, un lugar donde la historia y la paz se entrelazan con la brisa.

Una vez dentro, tus pies empiezan a contarte la historia. Los caminos son una mezcla fascinante. Hay tramos de piedra pulida por el tiempo, donde tus pasos resuenan con una suavidad casi reverente. Pero de repente, sin aviso, el suelo cambia: adoquines irregulares, cada uno con su propia personalidad, que te obligan a sentir cada pisada, a prestar atención a dónde te lleva el siguiente paso. No son caminos rectos; te envuelven, te guían con curvas suaves, a veces estrechos, casi íntimos, como si te invitaran a descubrir un secreto detrás de cada esquina. Sientes cómo la pendiente, aunque leve, te eleva poco a poco hacia el corazón del monasterio.

Un consejo rápido para esos caminos: olvídate de las chanclas finas. Unas sandalias robustas o zapatillas cómodas son tus mejores aliadas. Los adoquines, aunque hermosos, pueden ser un desafío para los tobillos si no vas bien calzado, y los tramos lisos pueden resbalar un poco si no pisas con seguridad. Si tienes alguna dificultad para caminar, ten en cuenta que, aunque los caminos son transitables, algunas secciones estrechas y las irregularidades pueden requerir un poco más de atención. No hay rampas como tal, es un lugar antiguo, así que prepárate para sentir el terreno bajo tus pies.

Estos senderos no son solo para transitar; son parte de la narrativa del lugar. Te conducen a patios interiores donde el silencio es casi tangible, solo roto por el suave murmullo del viento o el lejano tintineo de una campana. Sientes cómo el espacio se abre de repente después de un pasillo estrecho, revelando una pequeña capilla o un mirador inesperado. Cada giro es una invitación a explorar más, a dejar que el lugar te hable. Tómate tu tiempo para sentir la paz que emana de sus muros, no hay prisa. Es un lugar para la contemplación, donde cada paso te acerca más a la esencia de Santorini.

Olya from the backstreets

Si buscas el alma de Santorini más allá de las postales, tienes que sentir el Monasterio de Profitis Ilias. ¿Cuándo es el mejor momento para que te envuelva? Imagina que el sol apenas asoma por el horizonte, tiñendo el Egeo de malva y oro. El aire, aún fresco de la noche, roza tu piel como una promesa. No hay ruidos, solo un silencio profundo que te llena los oídos, roto quizás por el lejano tañido de una campana o el susurro del viento entre los olivos secos. El olor es de tierra seca, de hierbas aromáticas que el primer sol empieza a despertar: tomillo, orégano… y el aroma ancestral de la piedra calentándose. Caminas sobre las losas pulidas por siglos, sintiendo su frescor bajo tus pies. La multitud es inexistente; quizás un monje madrugador o un par de locales. La sensación es de pura paz, de conexión con algo mucho más grande que tú. Es la Santorini que respira.

Para llegar hasta allí, lo más cómodo es alquilar un coche o una moto; la carretera es estrecha y serpenteante, pero las vistas merecen la pena. Si vas en taxi, acuerda bien el precio. Lleva calzado cómodo, las losas pueden ser resbaladizas, y una botella de agua, especialmente si el sol ya ha empezado a calentar. Y sí, recuerda que es un lugar sagrado: hombros y rodillas cubiertos por respeto. No esperes una tienda de souvenirs enorme, es más bien un espacio para la contemplación.

Desde sus muros, la vista es sencillamente indescriptible. Estás en el punto más alto de toda la isla, con una panorámica de 360 grados que abarca desde la caldera hasta la otra punta de Santorini. Se fundó en 1711 y aún hoy sigue siendo un centro espiritual vital para la isla, conocido por su producción de vino y productos locales (¡prueba sus dulces!). Después de la visita, te recomiendo bajar a Pyrgos, el pueblo más cercano, para explorar sus callejuelas laberínticas y disfrutar de un café tradicional lejos del bullicio.

Max in motion.

Imagina que el coche asciende, lento pero constante, por una carretera sinuosa en la ladera de Santorini. Al principio, el ruido de los motores y las voces de abajo te envuelven, pero a medida que subes, el sonido del viento empieza a ganar terreno. Puedes sentir cómo el aire se vuelve más fresco, más puro, arrastrando consigo el tenue aroma a tierra seca y a las hierbas salvajes que crecen en la roca: tomillo, orégano. Cada curva te eleva un poco más, y la sensación de vastedad se hace más palpable, como si el mundo se abriera bajo tus pies. Cuando el vehículo se detiene, el silencio es casi absoluto, roto solo por el susurro del viento y, si tienes suerte, el lejano balido de una cabra. Estás en la cima, el punto más alto de la isla, y la brisa te acaricia la cara, limpiando cualquier rastro de la bulliciosa vida de abajo.

Caminas unos pocos pasos sobre la piedra antigua, sintiendo la calidez del sol en tu piel y la textura rugosa bajo tus dedos. Puedes oler un leve aroma a incienso mezclado con el aire salobre del mar, una combinación que te ancla en el presente y, a la vez, te transporta. Aquí, en el Monasterio de Profitis Ilias, no solo se respira paz; se respira la historia viva de la isla. Mi amigo Yiannis, un anciano pescador de Pyrgos, me contó una vez cómo, durante las noches más oscuras de invierno, cuando las tormentas azotaban la isla y la niebla lo cubría todo, los marineros perdidos en el Egeo buscaban la tenue luz de las velas del monasterio. No era un faro, me decía, pero su luz y las campanadas que el viento traía eran una promesa de tierra firme, un recordatorio de que, incluso en la mayor de las adversidades, había un lugar de refugio y esperanza en lo alto. Era el corazón latiendo de Santorini, guiando a los suyos de vuelta a casa.

Si decides subir, la forma más cómoda es en coche, taxi o quad. La carretera es estrecha en algunos puntos, pero el camino merece la pena. Te recomiendo ir al atardecer; el espectáculo de colores sobre el mar es inolvidable y la brisa fresca es un alivio. Si prefieres la tranquilidad, las primeras horas de la mañana son mágicas, con el monasterio casi vacío y la luz suave. Asegúrate de llevar agua, calzado cómodo para caminar por la piedra y, aunque haga sol, una chaqueta ligera, porque el viento en la cima puede ser engañoso. Hay una pequeña tienda dentro donde puedes encontrar productos locales elaborados por los monjes, como miel, vino o aceite de oliva, un buen recuerdo tangible de tu visita.

Léa from the road

Imagina que subes, escalón tras escalón, y de repente, el aire se vuelve más nítido, más puro. Estás en el punto más alto de Santorini, el Monasterio de Profitis Ilias. Sientes el viento, no un viento cualquiera, sino uno que te abraza, que te susurra historias antiguas mientras te despeina el cabello. A tu alrededor, el silencio es casi absoluto, roto solo por el suave zumbido del aire en tus oídos y, quizás, el eco lejano de una campana. El olor es una mezcla sutil de tierra seca, hierbas mediterráneas y la sal del mar que sube desde abajo. Es una sensación de inmensidad, de estar suspendido entre el cielo y el mar, donde el tiempo parece detenerse.

Para esa foto que lo capture todo, no necesitas buscar mucho. Justo al salir de la iglesia principal, en la explanada empedrada que se abre hacia el sur, ahí es. Es el balcón natural de la isla. A tu izquierda, verás las cúpulas del monasterio, con ese azul profundo tan característico que contrasta brutalmente con el blanco. Delante de ti, se extiende el Egeo infinito, salpicado por las islas de Anafi y Ios a lo lejos, como pequeños puntos en el horizonte. Y a tu derecha, la caldera, con Fira y Oia asomándose en la distancia, aunque desde aquí se ven diminutas. Es el lugar perfecto para un gran angular, para que tu cámara abarque toda esa vastedad. Piensa en el contraste: la roca árida bajo tus pies y la inmensidad azul delante.

¿El mejor momento para ir? Depende de lo que busques. Si quieres la luz más dramática y colores cálidos que lo tiñan todo de oro y rosa, el atardecer es mágico. Pero ojo, puede que compartas ese momento con más gente. Si lo que buscas es una atmósfera más íntima, casi mística, y una luz cristalina que resalte cada detalle y cada tono de azul del mar, mi consejo es la mañana temprano, justo después del amanecer. Tendrás el lugar casi para ti solo, y el sol naciente iluminará las islas de enfrente, dándoles un brillo especial. Además, el aire es fresco y puro, sin el calor del mediodía. La luz del mediodía, aunque potente, puede ser un poco dura para las fotos, pero si lo que quieres es la claridad total y el azul más intenso del mar, entonces es tu momento.

Olya from the backstreets

¡Hola! ¿Qué tal? Acabo de volver de Santorini y tengo que contarte una cosa que me voló la cabeza, pero que también tiene su "pero". Fui al Monasterio de Profitis Ilias (Moni Profitou Iliou), que está en el punto más alto de la isla. Te juro que es una experiencia aparte, como si te desprendieras de la Santorini de postal para conectar con otra cosa.

Imagina la carretera serpenteando despacio, el aire se vuelve más fresco con cada metro que subes. Puedes sentir el sol en tu piel, pero ya no es el calor agobiante de la playa, sino una caricia cálida y amable. Escuchas el viento, un susurro constante que parece limpiar el alma, y el silencio es tan profundo que casi puedes oír tus propios latidos. Cuando llegas arriba, al caminar por las piedras desgastadas por el tiempo, sientes la solidez de la montaña bajo tus pies, una conexión con la tierra que es casi palpable. El olor es a tierra seca, a hierbas silvestres que crecen en la roca, y a veces, si el viento viene del mar, un toque salado que te recuerda dónde estás.

Lo que más me gustó es esa sensación de paz absoluta. No hay multitudes, no hay prisas. Es un respiro gigantesco comparado con Oia o Fira. El monasterio en sí, aunque pequeño, tiene una autenticidad que te envuelve. Las paredes de piedra, los pequeños arcos, y el ambiente de devoción que aún se respira, te hacen sentir que estás pisando siglos de historia. Me encantó la capilla, tan sobria y a la vez tan llena de historia, con ese olor a incienso que te transporta sin darte cuenta.

Ahora, lo que no me funcionó tan bien es que, al estar tan arriba y un poco apartado, necesitas sí o sí transporte para llegar. No es algo a lo que puedas ir caminando desde cualquier sitio, a menos que seas un gran senderista y tengas tiempo de sobra. Además, los horarios de visita son bastante limitados, así que es clave que los consultes antes de ir para no encontrarte la puerta cerrada. Pero la sorpresa fue enorme: a pesar de ser un punto turístico, había momentos en los que estábamos casi solos. Pensé que estaría abarrotado por las vistas, pero no, puedes encontrar rincones de verdadera soledad. Y la sensación de estar literalmente por encima de las nubes, viendo las islas de alrededor como si fueran maquetas, es algo que no te esperas y te deja sin aliento.

Olya from the backstreets

Imagina que el viento de Santorini te envuelve, no con la fuerza de una tormenta, sino con una caricia constante que trae el aroma del tomillo salvaje y la sal del mar. Tus pies se elevan con cada paso, ascendiendo hacia el punto más alto de la isla, el Monasterio de Profitis Ilias. Sientes la piedra antigua bajo tus manos, calentada por siglos de sol, y el silencio solo se interrumpe por el lejano tintineo de una campana o el suave murmullo de la brisa. Es una sensación de paz profunda, de estar suspendido entre el cielo y el Egeo, donde cada respiración se siente más pura, más cercana a algo ancestral.

Pero llegar hasta este santuario, a la cima de Profitis Ilias, no es solo una cuestión de espíritu. La isla es hermosa, sí, pero también es caprichosa en su geografía. Las calles empedradas, las pendientes pronunciadas y los caminos a veces irregulares pueden ser un desafío, especialmente si necesitas un apoyo extra para moverte. No te voy a mentir, Santorini es famosa por sus vistas, no por su accesibilidad universal en cada rincón, pero eso no significa que no puedas vivirla plenamente.

Para ser directos y sin rodeos si necesitas alquilar una silla de ruedas o un scooter de movilidad cerca del Monasterio de Profitis Ilias, la respuesta es que no encontrarás un punto de alquiler justo al lado. El monasterio está en la cima de una montaña, bastante aislado. Lo más práctico y recomendable es que alquiles tu equipo en una de las ciudades principales, como Fira, la capital, o Kamari, un pueblo costero con varias tiendas de alquiler de vehículos. Hay empresas que ofrecen scooters eléctricos y sillas de ruedas y, lo más importante, muchas de ellas tienen servicio de entrega a tu hotel o alojamiento en la isla. Asegúrate de reservar con antelación, especialmente si viajas en temporada alta, ya que la disponibilidad puede ser limitada. Los precios varían, pero puedes esperar pagar entre 20 y 40 euros por día por un scooter de movilidad, dependiendo del modelo y la duración del alquiler. Pregunta siempre por el servicio de entrega y recogida.

Un abrazo de viaje,

Léa de viaje

¿Qué haces en el Monasterio de Profitis Ilias en Santorini? Pues mira, es más una experiencia que un "hacer". Imagina que subes, el coche o la moto serpentea por una carretera que se estrecha y asciende, y sientes cómo la presión en tus oídos cambia suavemente. El aire se vuelve más fresco, más nítido, y el olor a tierra seca y a alguna hierba silvestre se mezcla con la brisa marina. A medida que subes, el viento empieza a susurrar contra el cristal de la ventanilla, un sonido constante que te acompaña. Cuando llegas, bajas y la primera cosa que te golpea no es una imagen, sino la inmensidad del espacio. Sientes el sol cálido en tu cara y la brisa constante que te envuelve, como si te abrazara. El silencio es casi palpable, solo roto por el viento y quizás el lejano tintineo de una campana de cabra.

Una vez que cruzas el arco de entrada al monasterio, el ambiente cambia de golpe. Es como si el tiempo se ralentizara. Sientes el fresco de la piedra antigua bajo tus dedos si tocas las paredes. El aire aquí dentro es más denso, cargado con un leve aroma a incienso y a cera de vela, un olor que te ancla en el presente y en la historia. Escuchas el eco de tus propios pasos, suaves y respetuosos, y el silencio se vuelve aún más profundo, solo interrumpido por el leve murmullo de una oración si hay algún monje cerca. Es un espacio íntimo, de recogimiento, donde cada sonido se magnifica y te invita a la calma.

Cuando sales de nuevo al exterior, la sensación de amplitud te inunda otra vez. Te acercas a los muros bajos y extiendes la mano; sientes la aspereza de la piedra erosionada por el tiempo y el viento. El viento te acaricia el rostro y te despeina, trayendo consigo el aroma salado del mar que se extiende por todas partes. Puedes sentir la vasta extensión debajo de ti: las laderas de la isla, las casas blancas salpicadas como terrones de azúcar, y más allá, la caldera, un inmenso vacío que respira. Es una sensación de estar en la cima del mundo, de poder abarcar el horizonte con tu tacto, con tu oído, con el simple acto de respirar hondo.

Ahora, sobre lo práctico: la mejor hora para ir es temprano por la mañana, justo después de que abran, o al atardecer. Así evitas las multitudes y puedes sentir la luz cambiar sobre la isla. Para llegar, lo más fácil es en coche de alquiler o en quad; la carretera es estrecha y con curvas, pero está bien asfaltada. Ten en cuenta que es un lugar de culto activo, así que ve con ropa respetuosa. No hay mucho donde comprar comida o bebida, así que lleva tu propia agua, sobre todo si vas en verano. Y sí, puede hacer viento, así que una chaquetilla fina nunca está de más.

Lo que realmente haces allí, más allá de sentir y observar, es permitirte una pausa. Los monjes a veces venden productos que elaboran ellos mismos: miel, vino, licores. Es un buen detalle llevarte algo, sabiendo que lo hicieron allí mismo. No es un sitio para turistas ruidosos, sino para quienes buscan un momento de reflexión. Te irás con una sensación de paz y una perspectiva diferente de Santorini, no solo la de las postales. Es un lugar para el alma.

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un rincón de Santorini que a menudo se pasa por alto, pero que guarda una magia muy particular: el Monasterio de Profitis Ilias. No es la postal de la puesta de sol que verás en todas partes, sino un lugar para sentir con todos tus sentidos.

Imagina que el sol de Santorini ya no calienta tanto tu piel mientras subes por la carretera serpenteante. El aire, antes denso por el calor, se vuelve más fresco, casi etéreo. Y entonces, justo cuando crees que lo has visto todo, al acercarte a las antiguas paredes de piedra del Monasterio de Profitis Ilias, te envuelve un aroma. No es el olor a incienso que esperarías, ni a piedra vieja. Es un perfume sutil, casi imperceptible si no prestas atención: el del tomillo silvestre que crece entre las rocas y que el viento, ese mismo viento que te despeina suavemente, arrastra desde los acantilados de abajo. Escucha con atención: a veces, si el viento es generoso, puedes oír el tintineo lejano de las campanas de las iglesias de Fira o Oia, subiendo la montaña como un eco invisible. Sientes la rugosidad de la piedra antigua bajo tus dedos si la tocas, fría incluso en verano.

Para llegar a este rincón de paz, lo más práctico es alquilar un coche o un quad. La carretera es buena, pero serpenteante, así que tómatelo con calma. Si prefieres no conducir, un taxi desde Fira o Pyrgos te llevará sin problema. El mejor momento para ir es justo antes del atardecer. Te da tiempo a explorar el monasterio con luz, y luego puedes quedarte para ver cómo el sol se sumerge en el Egeo desde el punto más alto de la isla. Evitarás las aglomeraciones del mediodía y el calor más intenso.

Una vez dentro, el monasterio es pequeño pero acogedor. Encontrarás una iglesia principal, a menudo abierta, donde puedes sentir el frío de las paredes de piedra y el silencio reverente. Hay una pequeña tienda donde los monjes venden productos locales, como vino, miel o hierbas, todo hecho por ellos mismos. Es una forma sencilla de apoyar su vida allí. Recuerda siempre vestirte con respeto: hombros y rodillas cubiertos son imprescindibles para entrar. Si se te olvida, a veces tienen pañuelos a la entrada, pero es mejor ir preparado.

No te marches de la zona sin antes explorar el cercano pueblo de Pyrgos. Está a solo unos minutos en coche y es uno de los pueblos más auténticos de Santorini, con sus callejuelas empedradas y casas tradicionales. Puedes aparcar abajo y subir a pie, perdiéndote por sus rincones. Es el complemento perfecto a la visita al monasterio, ofreciéndote una visión más cercana de la vida local, lejos del bullicio de Oia o Fira. Ideal para cenar algo antes de volver.

Olya from the backstreets

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar donde el cielo se encuentra con la tierra: el Monasterio de Profitis Ilias en Santorini. Imagina que el aire se vuelve más fresco a medida que subes, el viento te acaricia la cara con una suavidad que solo encuentras a estas alturas. Sientes cómo se despeja tu mente con cada bocanada de ese aire puro, salado y con un leve toque a hierbas silvestres. Escuchas el murmullo casi inaudible del viento silbando entre las rocas, y tal vez, si es el momento adecuado, el lejano tintineo de una campana, que parece flotar desde el valle. Tu piel percibe la inmensidad del espacio que te rodea, la sensación de estar en la cima del mundo, incluso antes de que llegues a la entrada. Es una calma que te envuelve, una promesa de paz.

Una vez dentro de los muros del monasterio, el ambiente cambia. Caminas sobre piedras antiguas, pulidas por siglos de pisadas, y es aquí donde tienes que poner un poco de atención. Algunas de estas losas, especialmente si ha llovido o si el rocío de la mañana aún no se ha secado, pueden ser sorprendentemente resbaladizas. Sientes la textura irregular bajo tus pies, algunas más lisas, otras con pequeños baches. Lo mejor es que lleves un calzado con buena suela, algo que te dé seguridad en cada paso. Y al pasar por los arcos o las puertas bajas, recuerda que las piedras del marco pueden estar desgastadas y desiguales. No hay prisa; tómate tu tiempo para sentir el camino bajo tus pies y evitar cualquier tropezón inesperado.

Al explorar los patios y las pequeñas capillas, te sumerges en una quietud casi palpable. El aire dentro de los edificios es fresco, a veces con un leve aroma a incienso, y el silencio es tan profundo que casi puedes escucharlo. Es un buen momento para desconectar. Solo un pequeño apunte, algo que siempre les digo a mis amigos: aunque el monasterio es un lugar de paz, y la gente aquí es amable, recuerda que estás en una zona turística muy concurrida de Santorini. Al moverte por la isla, especialmente en las zonas más transitadas o al subir y bajar de taxis o autobuses, es bueno estar atento a tus pertenencias. No es para alarmarse, para nada, solo para ser consciente. Mantén tu bolso o mochila cerca y tus objetos de valor fuera de la vista, como lo harías en cualquier ciudad bulliciosa.

Cuando estés listo para partir, te llevarás contigo no solo fotos, sino la sensación del viento en tu cara y la paz en tu corazón. Para evitar las multitudes y el calor del mediodía, te recomiendo ir a primera hora de la mañana. La luz es preciosa y la tranquilidad es mayor. Llegar hasta allí es bastante sencillo, puedes tomar un taxi, alquilar una moto o un coche, o incluso hay autobuses que te dejan cerca si estás en Fira o Pyrgos. Es un lugar que te invita a la reflexión, a sentir la historia y la inmensidad del paisaje. Y recuerda, siempre con respeto por el lugar y por quienes lo cuidan.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya de las callejuelas

Imagina el aire fresco y limpio de la montaña rozando tu piel, incluso en pleno verano. Subes y subes, y poco a poco, el bullicio de Fira y Oia se desvanece. Aquí, en el punto más alto de Santorini, en el Monasterio de Profitis Ilias, lo que te envuelve es un silencio profundo, casi sagrado. Puedes sentir la roca volcánica bajo tus pies, calentada por el sol, y el aroma a tomillo silvestre que el viento trae desde los acantilados. Es un lugar donde la vastedad del Egeo se abre ante ti, y la única música es el viento y, si escuchas con atención, el aleteo de la vida salvaje.

Para los amantes de las aves, este es un rincón sorprendente. No es un santuario ornitológico, pero su elevación y posición estratégica lo convierten en un excelente punto de observación. Aquí podrías escuchar y ver cernícalos (pequeños halcones que se ciernen sobre el viento), halcones peregrinos cazando en las corrientes térmicas, y quizás incluso alguna aguililla calzada de paso durante las migraciones. También es hogar de aves más pequeñas y resistentes, como las collalbas, las currucas cabecinegras o los escribanos, que se mueven entre la vegetación seca y las rocas. Mantente atento a sus cantos distintivos; el sonido de un cernícalo es inconfundible.

Si buscas el mejor lugar para la observación tranquila, aléjate un poco de la entrada principal del monasterio. Los senderos que serpentean alrededor de la cima de la montaña, justo antes de llegar al complejo monástico, ofrecen vistas despejadas y menos interrupciones. Busca un saliente rocoso o un punto con buena visibilidad hacia el cielo y los valles circundantes. Si el monasterio está abierto, el patio interior puede tener rincones más resguardados del viento, donde podrías observar golondrinas o gorriones que anidan en las estructuras. Recuerda siempre el respeto por el lugar y su propósito.

El momento ideal para visitar es temprano por la mañana, justo después del amanecer, o al final de la tarde, antes del atardecer. Durante estas horas, la actividad de las aves es mucho mayor; están buscando alimento o regresando a sus nidos. Además, evitarás las multitudes de turistas que llegan a mediodía, lo que te permitirá disfrutar de la paz y el silencio necesarios para una observación efectiva. La luz suave de estas horas también es mágica, tiñendo el paisaje de tonos dorados y rosados.

Olya from the backstreets