¡Hola, exploradores del tiempo! Hoy pisamos suelo inglés para descubrir una joya con sabor a historia y transatlántico.
Al acercarte a Harvard House, te envuelve la atmósfera de la Inglaterra isabelina. Sus entramados de madera oscura, casi negros por el paso de los siglos, se entrelazan con el yeso blanquecino, creando una fachada que parece danzar en un elegante desequilibrio. Los cristales emplomados de sus ventanas, pequeñas y ligeramente deformes, filtran la luz exterior con una melancolía dorada. Al cruzar el umbral, el aire interior es denso, con ese inconfundible aroma a madera vieja y cera pulida, que te susurra historias de antaño. Las tablas del suelo gimen suavemente bajo tus pies con cada paso, y los techos bajos y vigas expuestas te hacen sentir como si hubieras encogido, transportado a una época donde el tiempo fluía de otra manera. Cada objeto, desde la robusta chimenea hasta los muebles de roble macizo, parece anclado en su lugar, testigos silenciosos de generaciones. La luz tenue que se cuela por los pequeños vanos ilumina los detalles tallados a mano, revelando la artesanía de un mundo olvidado, un eco tangible de la vida en el Stratford de Shakespeare.
Esta casa, más allá de su belleza arquitectónica, guarda una anécdota crucial que la eleva de simple reliquia a puente histórico. Fue el hogar de Katherine Rogers, la madre de John Harvard, el benefactor que dio nombre a la prestigiosa Universidad de Harvard en Estados Unidos. A principios del siglo XX, la casa corría peligro de demolición. Fue la escritora Marie Corelli quien, al ver su valor histórico y su conexión con la familia Rogers, la compró para salvarla. Posteriormente, la donó a la Universidad de Harvard, asegurando que este pedazo de la herencia de su fundador se preservara y sirviera como un recordatorio palpable de sus raíces inglesas. Hoy, es un símbolo viviente de la conexión transatlántica entre la Inglaterra de los Tudor y la educación superior americana, un lugar donde los estudiantes de Harvard todavía pueden visitar y sentir el eco de sus orígenes.
¡Hasta la próxima parada en nuestro viaje por la historia!